Inevitablemente la aparición de Covid-19 (más conocido simplemente
como coronavirus) me ha llevado a recordar las múltiples epidemias sufridas por
Villamartín a lo largo de sus ya más de 500 años de vida (nuestro pueblo nació
y creció, desgraciadamente, a golpe de epidemias). Por suerte para nosotros
Manuel Vidal Jiménez (médico e investigador) tiene varios trabajos publicados y
otros inéditos que me ha cedido para bucear entre sus páginas buscando esas
epidemias que asolaron nuestro pueblo. Quiero, sobre todo, en estos momentos de
confinamiento nacional por el estado de alarma decretado por el gobierno (14-03-2020)
poder comparar las medidas tomadas ahora (conocidas por todos) y las que se
tomaron en otros momentos de la historia local, viendo «que cualquier tiempo
pasado fue sanitariamente peor». De todas ellas se salió y de esta también lo
haremos. Completaré el trabajo con los tratamientos recibidos por los enfermos
y lugares donde eran atendidos. Mediante una breve introducción nombraré las características
principales de las grandes epidemias acaecidas:
Peste. Causada por la bacteria Yersinia
pestis y propagada por las pulgas de los roedores. Las tres formas más
comunes de peste son: la bubónica, una infección de los ganglios linfáticos; la
neumónica, una infección de los pulmones y la septicémica, una infección de la
sangre.
Cólera. Es provocado por la bacteria Vibrio cholerae. Los afectados sufren bruscamente de diarrea y,
ocasionalmente, de vómitos; aunque, en general, el cuadro no es grave, puede
llevar a la deshidratación extrema y a la muerte. La forma más habitual de
contagio es la ingestión de agua o alimentos contaminados por heces humanas.
Fiebre amarilla. Es una enfermedad vírica aguda, hemorrágica,
transmitida por mosquitos infectados. El término «amarilla» alude a la
ictericia que presentan algunos pacientes.
Fiebre tifoidea. Enfermedad infecciosa sistémica que se caracteriza
por que el paciente presenta fiebre elevada y síntomas abdominales causados por
la infección de la bacteria Salmonella
typh. Se propaga a través de alimentos o agua contaminada.
Otras. También se tienen registradas epidemias de sarampión, viruela, paludismo,
gripe…
Peste. Desde que estalló en Europa a mediados del S. XIV y que perduró
hasta principios del XVIII, se dice que acabó con un tercio de la población
europea. En Villamartín vemos su incidencia reiterada (he colocado sólo las más
agresivas) en los siglo XVI y XVII. A Villamartín llegó solo 4 años después de
su fundación (1507), se dice que entró por la Fuentevieja, núcleo inicial de la
población, reduciendo la población a un tercio (apenas 17 vecinos). Están datados
otros muchos brotes, pero destacan los de 1565, 1580, 1601, 1646, 1675… Sus
consecuencias locales suponían un gran empobrecimiento y retroceso en la
población, zonas del pueblo que se despoblaban, abandono de las casas y
desplazamiento a los campos, tremendo desequilibrio entre nacimientos y
fallecimientos que en algunos años llegaron prácticamente a duplicar a los
primeros y, por supuesto, la gran agresividad de la enfermedad en los «párvulos»
y los «ancianos» de poco más de 50 años.
Cólera. Coincidiendo con su expansión en España, se centra
en el siglo XIX. Quedan fechadas por Manuel Vidal, de sus lecturas de actas
capitulares y otros documentos locales y provinciales las más virulentas: 1834,
1855, 1860, 1884... Las consecuencias del cólera morbo (morbo, porque se pensó
en un principio que derivaba de la bilis: cholera
morbus) fueron similares a las ya enumeradas para la peste, teniendo en
cuenta que ocurrió cuando Villamartín contaba ya con varios siglos de historia.
El número de defunciones se disparaba en cada uno de los brotes, superándose
con facilidad los 300 muertos, sobre todo por el aumento poblacional.
Fiebre amarilla. Conocida por el vecindario como «vómito negro», su
incidencia en Villamartín se centra en el brote al inicio del S. XIX, llegando
a Villamartín en el mes de octubre de 1804, causando hasta el 25 de diciembre
168 defunciones (93 varones y 75 hembras) de los que 83 (49%) fueron párvulos,
sobre un total de 1.880 habitantes que por aquel entonces tenía la villa, lo que
significaba casi un 10%. La epidemia afectó con bastante rapidez a la calle de
San Sebastián (De El Santo), donde vivía la gente más agraciada por la fortuna,
lo que llama la atención, quizá debido a que estos vecinos eran los que más
viajaban fuera de la población. Aunque la fase aguda remitió a principio de
1805, la pesadilla de nuevos brotes en la provincia se mantuvo hasta la década
de 1820.
Fiebre tifoidea (1949). Quiero fijarme especialmente en este año, por otra
parte cercano y con muchas personas presentes que lo vivieron, por ser una
epidemia que afectó solo a Villamartín. Se desencadenó a finales de 1948 por contaminación de la
Fuentevieja, que proporcionaba el agua para el consumo de la población, con tal
intensidad, que para salir de Villamartín se hizo necesario un salvoconducto
expedido por el Ayuntamiento. Equipos sanitarios, enviados por la Jefatura
Provincial de Sanidad, se instalaron en el Hospital de Santa Isabel, que hizo
gala del fin para el que había sido levantado, al prestar acogida a todos los
enfermos graves y permitió el aislamiento y adecuado tratamiento de muchos de
ellos sin que fuese necesario su traslado a otros establecimientos sanitarios
de fuera de la localidad. La labor de los médicos, secundada por la abnegación
de las monjas, ayudadas por mujeres de la localidad que se prestaron a ello,
logró sofocar el brote e hizo que aun en plena epidemia, el pueblo de
Villamartín solicitara del gobernador civil para los médicos D. Luis y D.
Andrés Mozo Carrancio algún premio por su abnegada labor. Remitió en marzo. (Biografía de los hermanos Mozo).
Otras epidemias. Destaco por su trascendencia sanitaria local:
La viruela. Registrada en los libros de enfermería de San Juan
de Dios, fue siempre una enfermedad recurrente que afectaba a los niños y jóvenes, en los que
causaba lesiones cutáneas imborrables, acompañadas en numerosas ocasiones de
alteraciones de los sentidos (sordera, ceguera, etc.) y como tal se convirtió
en otra enfermedad temida por el pueblo. Dos años de fuerte incidencia fueron
1798 y 1911, en el que se llegó a suspender la romería.
Sarampión. Muy conocida y frecuente, pues los mayores de 40
años la hemos pasado casi todos, fue calificada por el pueblo como «propia de
la infancia».
Difteria. Esta enfermedad también está documentada en los
libros de enfermería de San Juan de Dios. Un brote importante entre 1889-1891,
con la muerte de un niño, el depositado de varios cadáveres en el cementerio y
la infección de otros llevó al cierre de las escuelas y del lavadero público.
También fue conocida como garrotillo.
Paludismo o malaria. Enfermedad endémica incluida a lo largo del
Antiguo Régimen en el amplio cajón de sastre de fiebres catarrales, calenturas
inflamatorias, fiebres intermitentes, tercianas, cuartanas, hécticas y
pútridas. Dada la proximidad de los ríos Guadalete, Sarracín y Judío, también
azotó a la villa, si bien no llegó a causar una gran mortandad, pero las
circunstancias que rodearon sus brotes hicieron que fuera objeto de gran
atención para sus gobernantes que siempre trataron de controlar su difusión. Debido
a su frecuencia, en 1932 el Ayuntamiento acordó la apertura de un dispensario antipalúdico.
Completo la relación con un variado
conglomerado de epidemias e infecciones, quizá, menos virulentas, pero que en
determinados momentos llegaron a provocar grandes estragos y preocupar a sus
gobernantes, como fueron las meningitis, maltas, sarna y tiña, sin olvidar la
pandemia de gripe de 1918, de inusitada gravedad en todo el mundo, que también
afectó a Villamartín, donde con las medidas higiénico-sanitarias que se
adoptaron se consiguió que no hiciesen gran mella en la población.
Epidemias modernas. Quizá algunos recuerden el primer fallecido por
SIDA en Villamartín o la histeria colectiva de la gripe A (2009-10); otras no
nos llegaron pero nos preocuparon: gripe aviar (2005), ébola (2014),
listeriosis (2019) y el actual COVID-19 (2020) del que desconocemos su
trascendencia final.
Medidas preventivas y de control
En cinco siglos de historia, y teniendo el continuo avance de la
medicina, se entiende que la evolución de las medidas preventivas y de control
fue de lo más variado. Nuestros archivos están repletos de ellas, casi siempre
encabezadas por el confinamiento y la higiene, de las que voy a seleccionar
algunas que, hoy día, puedan llamarnos la atención:
· «Vigilancia de la entrada en la población de pordioseros,
vagabundos, gitanos y “emigrantes pobres” que eran quiénes transmitían la
enfermedad a través de los piojos, pulgas, suciedad…».
· Organización, bajo la dirección de los médicos titulares, de una
estación de despiojamiento donde todos los mendigos y sospechosos de contener
parásitos, eran aseados y desinfectados.
· Exigencia de pases para la entrada y salida de la villa.
· Instalar una caseta en la Tenería para fumigar a toda persona que
entraba en la población.
· Buscar un local alejado para instalar el correspondiente lazareto
(hospital de infectados).
· Comunicar al clero las prevenciones a tomar para la
administración de los sacramentos al objeto de evitar la propagación de la
fiebre amarilla.
· La Junta Local de Sanidad prohíbe el lavado de ropa en el lavadero
público, aconsejando que se haga en el río.
· Qué los hoyos para los enterramientos tuvieran la profundidad
suficiente para evitar toda corrupción en el aire.
· «En las casas de vecindad se hará en el patio, en cada tarde, un
fuego claro de leña, que dé mucha llama, y lo mismo se practicará en las calles
estrechas».
· «No se dejará jamás detenida la orina ni el excremento en los vasos
destinados al efecto, que deben limpiarse inmediatamente, y contener siempre
agua y aun con vinagre».
· Para evitar la humedad no se secará la ropa lavada dentro de la
pieza en que se habite.
· Los inquilinos de las casas deberán vigilarse mutuamente y
contribuir cada uno por su parte a la limpieza de las calles, esforzándose más
cuando sean más angostas.
· Aseo personal, lavándose, y después frotándose el cutis por todo el
cuerpo con un cepillo o con un manojo de paja, cada dos días, para preservar la
salud.
· «Abrigo continuo, y con especialidad del bajo vientre y de los pies;
se hará uso de una faja de lana y de llevar sobre la carne una camisa de punto,
franela o bayeta, y de calcetines de lana que habrán de mudarse y lavarse
cuando estén sucios o húmedos. Las mujeres no dejarán los refajos a pesar de la
estación. Jamás se pondrán los pies desnudos en el suelo».
· Los alimentos siempre en estado de sanidad. Son preferibles los de
sustancia animal; la buena vaca fresca, el carnero y las aves hacen exquisitos
caldos para sopas de arroz, masa ligera o pan. El pescado no es saludable y
mucho peor si fuera azul; tampoco ninguna clase de verduras, ni frutas crudas,
ni los ácidos.
· Será bueno echar al agua unas gotas de vinagre, de aguardiente o de buen
vino, como una cucharada para dos cuartillos de agua, y no más.
· Este vecindario, que tiene una afición particular y desmedida, al
uso del higo de tuna, por lo que abunda en el país y por su baratez para
alimento de la clase indigente, debe abstenerse de él en el presente año, cuya
venta pública se prohíbe.
· Establecimiento de cordones de tropas y de voluntarios realistas
para el control de entrada y salida de las poblaciones, llegando a la
prohibición de comunicación entre los pueblos infectados.
· Prohibición del enterramiento de cadáveres en las iglesias.
· Permitir la venta de pescado blanco, pero siempre antes de las 8 de
la mañana.
· Requerir de los vecinos que tuvieran cerdos en sus domicilios que
los desalojaran de sus viviendas y al mismo tiempo, prohibir la estancia dentro
de la población de las cabras destinadas al abasto público, no consintiendo su
permanencia en ella más que en las horas destinadas a la venta de leche (la
cabra era ordeñada ante el comprador).
· Establecer solo dos puertas de entrada en la población situadas en
Mesones y San Juan de Dios, que serían controladas por los diputados de turno.
· Cubrir con cal viva los cadáveres antes de echarle tierra para
evitar la expansión de las sustancias gaseosas.
· Evitar el hacinamiento de pobres y jornaleros que en la temporada de
la recolección acudían a la villa.
Tratamientos médico-sanitarios
Igualmente pretendo traer aquí, solo lo referenciado, en cuanto a
tratamientos médico-sanitarios se refiere, en actas capitulares, documentos
provinciales, edictos locales… para el tratamiento de esas epidemias.
· (Cólera). Régimen: «Se pondrá el enfermo en cama y en dieta
rigurosa, usando por único alimento la sustancia de pan y arroz con goma,
administrándose lavativas de cocimiento de malvas o linaza con un poco de
almidón desleído. Cuando se presente la invasión con vómitos, en el instante se
comenzará a usar del agua caliente, bebiendo un vaso en cada cinco minutos, y
el uso del aceite de almendras, o de oliva, no está reprobado».
· (Peste). Tratamiento de las apostemas (abscesos de pus que supuran)
externas madurándolas con higos y cebollas cocidas, trituradas y mezcladas con
manteca y abriéndolas después, mientras los médicos trataban de evitar el
contagio respirando a través de paños empapados en vinagre que usaban a modo de
mascarillas.
· (Viruela). Tratamiento con mercurio y antimonio. También se usó la
quina como medicación antipútrida en cantidad de un cuartillo en cocimiento con
jarabe de limón y un poco de nitro codificado.
· (Fiebre amarilla). El uso como tratamiento del tártaro emético (compuesto
de tartrato de antimonio y potasio, de poderosa acción vomitiva y purgante
según las dosis).
· (Viruela. 1911). Adquisición de vacunas de ternera (linfa vacunal de
ternera que contenía el virus) del Instituto de Zaragoza.
· (Viruela. 1915). «La epidemia se recrudeció en 1915, lo que obligó a
extremar las medidas higiénico-sanitarias y se procedió a la vacunación y
revacunación gratuita de los niños pobres de Villamartín para lo que se
adquirieron 50 tubos de linfa vacunal a Romero Loma de Sevilla».
· (Década 1760). Los hermanos que componían la comunidad (hospital de
San Juan de Dios) empezaron a preparar medicinas y fármacos que vendían al
público en unas dependencias que daban a la calle Toledano (Botica).
· En muchos momentos de la historia, Villamartín careció de farmacia y
las medicinas se vendían en las droguerías.
· (1885). Ante el temor de una epidemia de cólera, el Ayuntamiento
decide la compra de desinfectantes; azufre, un saco; cloruro de cal, una
barrica; ácido fénico cristalizado, diez litros; sulfato de hierro, dos
arrobas; ácido nítrico, veinte kilogramos; limaduras de cobre, una brocha…
¿Dónde se llevaba a los enfermos?
Generalmente cada localidad asumía a sus enfermos, creando lazaretos o
improvisando dependencias para hospital de coléricos y hospitales de caridad.
Veamos algunas referencias:
· Hacia 1536 se funda el hospital de la Pura y Limpia Concepción, que
fue atendido por la cofradía de este nombre, aunque más que un hospital sería
un albergue para transeúntes y mendicantes, pero que con ocasión de epidemias
pudo actuar como tal.
· En 1587 los hermanos de San Juan de Dios se hicieron cargo del
Hospital de la Concepción, con amplias referencia sobre su uso como tal en las
epidemias a partir de ese momento y hasta principios del S. XIX.
· (1835). La Junta Local de Sanidad declara «que hoy por hoy no hay
hospital en Villamartín, ya que el antiguo de San Juan de Dios fue destruido
por los franceses…».
· Hacia mitad del S. XIX se crea el hospital de la Caridad en los
locales del antiguo convento de San Francisco, después se traslada a la calle
de El Santo.
· (1853). Se designa el edificio del Pósito como hospital de coléricos
y se adecenta el Hospital Municipal de Beneficencia a través de una suscripción
entre el vecindario.
· (1860) Se decide limpiar el local del pósito por si fuera necesario
destinarlo a enfermería y situar en él seis camas de las del hospital de Caridad
para utilizarlas en caso de emergencia.
· En 1946 las hermanas hospitalarias de Jesús Nazareno se hicieron
cargo del hospital de Santa Isabel, que comenzó con ello su andadura. Su
primera gran actuación fue en 1948-49 por
la epidemia local de fiebre tifoidea.
Otras medidas tomadas localmente
Me han llamado la atención otras series de actuaciones, ajenas a las médico-sanitarias:
· El Cabildo acuerda invitar al párroco a disminuir el toque de
campanas cuando salga a administrar el Santo Óleo para no preocupar en demasía al
vecindario.
· Extremar las medidas, evitando incluso el que los que habían
emigrado volvieran al pueblo hasta pasada la cuarentena, salvo que algunos de
éstos se encontraran enfermos, en cuyo caso se les acogería en la parroquia.
· Manuel Vidal tiene fechadas numerosos traslados de la Virgen de las
Montañas al pueblo para «implorar su protección ante las repetidas epidemias»,
así como «cultos de acción de gracias por haber librado al pueblo de contagios
cercanos».
· Igualmente se suspendieron bastantes ferias de San Mateo, Santa Ana
y otras celebraciones como la romería por estos motivos.
· El Cabildo «invita al Vicario Eclesiástico a que se lleven a cabo
rogativas públicas en la misa mayor para implorar la protección de Dios ante el
avance de alguna epidemia hacia Villamartín».
· En 1805 (fiebre amarilla), y ante la inminente suspensión de la
feria, la comunidad del convento de la Concepción se dirige al Cabildo con este
ruego: «Asemos presente de V. Srías. que
abiendo sabido que este año no ai feria, desimos se queda el monasterio en la
última infelicidad, pues la única subsistencia de el, es el producto [fundamentalmente
dulces] de la feria. Pues con ello se pagan los sirbientes, la sera y todo
género de comestible que nos fían en todo el año y no teniendo el monasterio
fondos para subvenir a estos pagos, se nos ase notable perjuicio de no aber
feria pues quedamos con la aflisión de no tener para mantener la Comunidad,
pues a quien no se le paga no querrá fiar más...».
Personalmente solo mantengo algún recuerdo de las epidemias, llamemos
antiguas, las actuales las he vivido y vivo, como la del COVID-19, con
intensidad informativa. Con 7-8 años pasé el sarampión en la finca extremeña
donde vivía, metieron en mi cama a otros niños del cortijo para que los
infectara y pasaran la enfermedad de pequeños. Al que también pasé el virus fue
a mi padre, que ya cuarentón estuvo muy grave. Vi, de niño, personas mayores
que habían pasado hacía años la viruela y las lesiones imborrables que quedó la
enfermedad en sus caras. Por eso fue un alivio para los chiquillos el que mi
padre fuera a Badajoz y se trajera un frasquito de la farmacia para vacunarnos,
asegurándonos que si nos la administraba, éramos buenos y no llorábamos, nunca
pasaríamos el temible mal; fuimos convencidos al sacrificio. Él mismo metió a
modo de una aguja doble o triple en el frasquito, la mojó y con ella nos arañó
varias veces en el antebrazo. Como era su hijo y él no era practicante, empezó con
inseguridad por mí; el primer arañazo me lo puso muy alto y tuvo que
rectificar, de ahí que mantenga actualmente dos cicatrices.
Espero que cuando esto se lea dentro de unos años (mejor meses) la
pandemia global del coronavirus sea solo un mal recuerdo, que la recuperación
sanitaria y económica del país haya sido total y que Villamartín se haya visto
libre de esta calamidad como hasta el momento.
Villamartín, a 20 de marzo de 2020, en el sexto día de confinamiento.
Bibliografía
· Crónicas en torno a Villamartín. Manuel Vidal Jiménez. Ayuntamiento
de Villamartín. 2001.
· La enseñanza en Villamartín. Cinco siglos de Historia. Manuel Vidal
Jiménez. Ayuntamiento de Villamartín. 2006.
· Medicina y Sanidad en Villamartín (1503-2003). Manuel Vidal Jiménez.
Fundación Dr. Pascual. 2006.
· Efemérides en torno a Villamartín. Inédito. Manuel Vidal Jiménez.
· Haçer un muy buen pueblo. Del Campo de Matrera a Villamartín:
análisis de un proceso repoblador en la banda morisca del reino de Sevilla.
1256-1503. José Luis Villalonga. Universidad de Sevilla. 2006.
· Archivos Municipales de Villamartín. Biblioteca Municipal.
· Libros de Feria. Ayuntamiento de Villamartín. Varios números y
fechas.
· Revista Almajar. Ayuntamiento de Villamartín. 2003.
· Villamartín. Imágenes de un Siglo I, II y III. Ayuntamiento de
Villamartín. 1989, 2002, 2013.
· Mi agradecimiento a Manuel Vidal Jiménez
© de las imágenes: Internet / Pedro Sánchez.
© de la publicación «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez»
Muy interesante y curioso. Muchas gracias por compartir la historia de nuestro pueblo.
ResponderEliminarSaludos Cristina, muy amable por tu parte.
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