viernes, 13 de octubre de 2023

Don Cristóbal Ramos Armario (1942-1993)

Por Antonio Mesa Jarén

«Símbolo de otros muchos sindicalistas de antaño y figura que recapitula el movimiento obrero en Villamartín».


Don Cristóbal Ramos Armario, un honrado luchador por la causa de los demás humildes. Fue secretario provincial de la Federación de Trabajadores de la Tierra −FTT−, perteneciente al sindicato ugetista. (Foto cedida por la familia.)

«El Faraón dijo a sus súbditos: “He aquí que el pueblo de los hijos de Israel, por su número y su fuerza, se convierte en un peligro para nosotros (...) Y pusieron sobre Israel capataces que. los explotaran” (...)» (Ex. 1, 10-11).

«Y el Señor dijo a Moisés: “El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios. Y ahora, anda, te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los israelitas”» (Ex. 3, 9-10).

Esta estampa bíblica ha sido una constante en nuestro mundo, donde el pobre ha sido y continúa siendo explotado, aunque hoy, sobre todo en los países desarrollados, esto se lleve a cabo de una forma «sofisticada».

La postura y la respuesta de Dios ante esta penosa situación que había que erradicar, aunque ello supusiera la utilización de la fuerza, es evidente: le abre los ojos a Moisés haciéndole saber que Él no la tolera y le exige hacerse cargo de la total liberación de los israelitas. Moisés obedeció uniéndose al pueblo proletario hasta conseguir aquella liberación, que fue dura y lenta.

De entonces acá, esa lucha difícil, comprometida, ardua, a veces sangrienta como la de aquel pueblo, peligrosa a los ojos de los poderosos, incomprendida incluso para muchas capas de la misma clase humilde, tachada de subversiva, de perturbadora del orden establecido, considerada como destructora de la civilización, de la moral y de las buenas costumbres, etc., etc., ha sido una constante en la historia y ha influido en ella en mayor o menor medida, pero siempre como un rayo de luz, imparable, aunque algunas veces los nubarrones lo oculten y le impidan alumbrado con brillantez.

A través de la historia de la humanidad, podemos constatar cómo esta tenaz lucha ha ido progresando con fuerza arrolladora en el devenir de los acontecimientos diarios, desarrollando una conciencia cada vez más acusada y responsable que desembocó en la creación de sociedades, fundadas expresamente para la defensa del proletariado −el mundo de los más pobres−, contra la explotación y abuso del poder político, económico y social que a toda costa ha querido, y sigue intentando, conservar una multitud de privilegios, muchos de ellos constituidos en leyes, cuyo quebrantamiento ha supuesto duros castigos, a fin de continuar, en restituidas cuentas, disfrutando de un mundo que Dios hizo para todos y que algunos han acaparado para su disfrute, un disfrute que ha necesitado de la mano barata e incondicional, a la que había que explotar para obtener el máximo rendimiento.

Esa mano barata −el proletariado− tomó conciencia, como decimos, y tras múltiples actitudes y reacciones espontáneas (imposibles de enumerar por lo proliferas de las mismas), ha ido organizándose en entidades para una mejor defensa de sus derechos y condiciones de vida.

El momento cumbre y decisivo en el que tatuaron cuerpo esas asociaciones coincide con la toma de conciencia, por parte del proletariado, de su condición de pertenencia a una clase explotada, que necesitaba de una organización para conseguir su liberación.

Así nacieron, entre otras, por citar a las más conocidas: la AIT (Asociación Internacional del Trabajo o Primera Internacional), fundada en 1864, cuya rama española, conocida por la FRE y después, en 1881, por la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española), tanto influiría en la baja Andalucía; la UTC (Unión de Trabajadores del Campo), constituida en 1870, con sus correspondientes gremios; años después, en 1888, la fundación del PS (Partido Socialista) y la UGT (Unión General de Trabajadores); por último, el PC (Partido Comunista).

Todos estos movimientos, que venían de muy atrás, encontraron eco en Villamartín, que vivía la misma situación que otros muchísimos pueblos −todos−, exigiendo pan y justicia. La historiadora y profesora de la Universidad de California, Temma Kaplan, en su libro Orígenes Sociales del Anarquismo, en la página 213, nos cuenta cómo en la primavera de 1896, el gobernador de Cádiz recibió un telegrama del alcalde de Villamartín haciéndole saber que grupos de obreros deambulaban por el pueblo pidiendo pan, y que el Ayuntamiento no tenía un céntimo para socorrerlos. (Los trabajadores que tenían la suerte de encontrar empleo, estaban percibiendo un 30 por ciento menos de salario que en 1886.) El gobernador, temiendo una insurrección similar a la de Jerez de 1892, procedió −¡entonces!− a poner en marcha proyectos de obras públicas.

Estas situaciones de hambre y pobreza extrema exasperaban los ánimos de los que nada poseían, que fueron a engrosar las filas de todas estas organizaciones como medio de lucha organizada. Así se comprende que Villamartín aparezca afiliado a casi todas ellas. Por ejemplo, en 1881-1882 la UTC (el mismo año de su fundación) contaba con una sección compuesta por 230 miembros, entre los cuales figuraban algunas mujeres (1); la FRTE, mediante el gremio que en 1900 se denominaba La Defensa (una sociedad de agricultores), llegó a contar en 1904 con 90 afiliados (2); la UGT, a la que se afiliaría también Villamartín, con unos 400 miembros (3).

En los primeros años del siglo XX aparecerán también otras organizaciones, derivaciones, filiales o versiones de las anteriores, entre las que se encuentran la ya mencionada La Defensa (1900-1907), la Juventud Obrera (1010-1917), La Amistad (1912-1913), la Sociedad Cooperativa Obrera (1914-1917), el Ateneo Sindicalista (1915-1918), los Defensores del Trabajo (1018-1920), la Juventud Obrera Societaria (1922-1923), Los Treinta Obreros de Casas para la Vejez (1926-?) y el Sindicato Católico Obreros Agrícolas (1928-1930), de manifiesto matiz católico, cuyo objetivo era llevar a cabo las directrices de su carta magna, la famosa y revulsiva encíclica papal Rerum Novarum (4).

Estas sociedades desaparecían porque, o bien sus componentes encontrabais mejor respuesta a sus inquietudes en otras organizaciones, o bien deseaban matizarlas con fines más concretos, viéndose obligados a fundar una nueva. En unas o en otras, sus dirigentes y asociados prosiguen en la vanguardia del movimiento obrero que se perpetúa de año en año, al tiempo que van reclutando nuevos militantes.

En 1931 se funda la Agrupación Socialista de Oficios Varios −UGT− que perduraría hasta 1936, la Sociedad de Obreros Campesinos y Similares −CNT− (1932-1936). y otra que surgirá en 1936, llamada Sociedad de Obreros Panaderos y Afines.

Todas estas sociedades o agrupaciones, fundadas para la defensa de los trabajadores, no fueron más que la consecuencia de una manifiesta y evidente espiral de violencia desatada por parte de los poderosos que, con sus egoísmos. ambiciones y codicias, colocaron a la clase humilde en tal situación de pobreza y humillación (recuerden las chozas de la Fuentezuela frente a la suntuosidad de algunas viviendas, o ciertas celebraciones, bailes y convites, con pobres en las puertas esperando las migajas sobrantes) que, por lógica, había de producir en ella una irritación de tal calibre que forzosamente desembocaba, en tantas ocasiones, en sonadas revoluciones, huelgas o manifestaciones callejeras, que asustaban a los privilegiados, quienes mili-zaron la represión como medio de defensa, sin caer en la cuenta −o tal vez cayendo−, de que los causantes de los desórdenes y perturbaciones eran ellos mismos, porque fueron el motor que ciegamente las impulsaron. No busquemos las razones en otras causas o móviles, ni que las cotas logradas en beneficio del proletariado se hubiesen alcanzado por otros caminos menos violentos. Los instalados no sueltan ni a tirones. Bien lo sabía Jahavé, que no tuvo otra alternativa que provocar aquellas terribles y mortíferas plagas contra los opresores de su pueblo.

Las citadas organizaciones y sociedades necesitaron desde un principio la presencia de líderes (Moisés), de hombres comprometidos con su clase y capacitados para dirigir una constante acción liberadora que lograra, al ser posible, la igualdad entre todos los seres humanos.

Sus dirigentes son merecedores del más encumbrado título de nobleza, pues las causas por las que luchaban eran justas, queridas por Dios y reclamadas desde una mínima conciencia moral, y sus fines, legítimos, rectos y loables.

Villamartín, como el resto de las ciudades, pueblos y aldeas del mundo, fue cuna donde nacieron hombres de esta índole, líderes y dirigentes, que impulsaron una noble lucha en pro de la justicia y la igualdad entre los seres humanos, hijos todos de un mismo Padre. Sus nombres no se pueden olvidar, como tampoco olvidamos a todos aquellos que en capítulos anteriores ya hemos biografiado. Pero los que más peso soportaron y mayor esfuerzo tuvieron que realizar para que la historia progresara son dignos de mayor elogio y consideración que aquellos otros que, por la situación económica de que disfrutaban o debido a circunstancias que los favorecieron, lo tuvieron bastante más fácil para abrirse camino y tender una mano al hundido. Y si a muchos de éstos los consideramos «Hijos Ilustres», cuánto más lo serán estos otros a quienes Cristo llama bienaventurados, precisamente por luchar por la justicia.

Eran hombres honrados, conscientes de los dolores y sufrimientos de su clase, a la que intentaban rescatar de la esclavitud de los faraones. Unos eran pacíficos porque tenían aguante para sufrir; otros, ciertamente, fueron violentos porque no podían soportar por más tiempo el dolor y vociferaban, como chilla y se enfurece quien es pisado, y mientras más fuerte sea la pisada, mayor será el dolor y más fuerte el grito. Habían vivido pisados y destripados por el hambre, la desnudez, las enfermedades y la más extrema pobreza; sin trabajo, sin vivienda sin derecho a nada: tenían toda la razón para rebelarse.

Por citar a algunos de los más ilustres líderes obreros, recordemos a:

Fernando Parra Coronado, relojero, líder de la agrupación local del Partido Republicano Radical Socialista, concejal en 1931 y alcalde en 1932. En 1936 fue designado vocal de la Junta Gestora de la Diputación de Cádiz y gestor del Ayuntamiento de Villamartín. Tras el alzamiento, tuvo que exiliarse en Francia, donde murió.

Antonio Pino Morales, presidente del comité ejecutivo del Partido Republicano Radical Socialista. Hombre buenísimo, católico y honrado. Se cuenta que estaba dispuesto a llevarse escondido el Santísimo Sacramento a su casa para salvaguardarlo de la posible quema de la parroquia. Le aplicaron el bando de guerra.

José Ramos Contreras, socio del Sindicato Católico de Obreros, y vocal obrero de la Federación Católica Agraria de Villamartín durante los años de la dictadura primoriverista. Después sería un destacado dirigente socialista que llevaría a cabo la fusión de la Agrupación Socialista de Oficios Varios con la UGT, creando la sección femenina de este sindicato, y más tarde organizó el Partido Socialista en Villamartín. Él fue quien se las entendía con la patronal buscando solución al paro y a las huelgas campesinas. En julio del 36, como tantos, se vio obligado a huir, desconociéndose el final de su vida.

Fernando Redondo Soto, presidente de la UGT, gestor municipal tras la victoria del Frente Popular, y alcalde desde el 29 de febrero del 36 hasta junio del mismo año. Gran activista obrero, acusado de extremismos en los contactos sostenidos con la patronal (¡qué cosa!). Perteneció a la Guardia de Asalto. Condenado a seis años de prisión mayor.

Juan Tamayo Marchena. Contador de la sociedad obrera La Defensa en 1903, vicepresidente de la Juventud Obrera en 1912 y vicepresidente del Ateneo Sindicalista en 1915. En 1931 fue socio fundador y presidente de la Junta Consultiva de la UGT; aquel mismo año fue representante obrero en la Comisión Gestora del Paro Forzoso. Fue elegido vocal de la agrupación local del PSOE en 1932 y 1936. Tenía 60 años cuando lo fusilaron en 1936; también fue fusilada su esposa Teresa Álvarez Vázquez, que había sido vicepresidenta de la sección femenina de la UGT en 1933.

Francisco Varo Romero, presidente de La Defensa entre 1904-1907 y varias veces secretario de Juventud Obrera. Perteneció, durante la dictadura de Primo de Rivera, al Sindicato Católico de Obreros Agrícolas. En 1931 se afilió a la UGT, siendo elegido para los cargos de vocal de la junta consultiva y de la comisión administrativa para la compra de la Casa del Pueblo. Fue detenido en una hacienda del término y conducido a pie, a pesar de sus 66 años y el asma bronquial que padecía, al depósito carcelario para ser fusilado.

Salvador Franco Morales, militante sindical desde los tiempos de la sociedad Juventud Obrera, de la que fue secretario y vicepresidente entre 1910 y 1915. En 1918 fundó el Sindicato Católico de Obreros Agrícolas. En 1931 se afilió a la UGT. Jugó un papel muy activo en la Casa del Pueblo. Fusilado en el verano de 1936.

José Calbellido Pavón, luchador sindical desde 1903, fue secretario de La Defensa; contador, secretario y presidente de Juventud Obrera: vicepresidente de la Juventud Obrera Societaria: dirigente del Sindicato Católico de Obreros y, posteriormente, militante de UGT. Falleció en 1936. tras sufrir el fusilamiento de su hijo José Calbellido Castillo (5).

Con el golpe de Estado del 18 de julio, todas estas agrupaciones sindicales fueron suprimidas y las inquietudes y esperanzas por instaurar un orden nuevo se desvanecieron. Sin embargo, en lo más profundo de la conciencia del proletariado había quedado depositada la semilla que años más tarde volvería a dar su fruto. Efectivamente, con la instauración de la monarquía, la democracia volvió a ser una realidad y con ella la vuelta de algunas de aquellas centrales sindicales y otras nuevas que se habían organizado en la clandestinidad, como era el caso de Comisiones Obreras, afín al Partido Comunista. Pero algunos trabajadores agrícolas de Andalucía fundaron un nuevo sindicato, el SOC −Sindicato de Obreros del Campo−, que tuvo una cierta acogida entre los obreros de la sierra oeste de la provincia de Sevilla y de algunas poblaciones de la serranía gaditana, entre ellas Villamartín.

Pronto contaron todas estas agrupaciones con innumerables afiliados y dirigentes, dispuestos a tomar la iniciativa en la construcción de la democracia, jugando un papel preponderante cual correspondía a la clase trabajadora. Ninguna población por pequeña e insignificante que fuese dejó de contar con algún grupo de obreros, más o menos preparados (algunos de ellos habían recibido formación sindical y política en reuniones clandestinas o durante el tiempo de estancia en el extranjero, a donde emigraban temporalmente con algún contrato de trabajo), todos ellos, dispuestos a continuar en el frente de la lucha que sus antepasados emprendieron para hacer posible algún día la liberación de la clase más humilde.

 


Grupo de jornaleros del SOC, entre los que se encuentra Cristóbal Ramos (primero de la izquierda) ante una pancarta en la plaza del Ayuntamiento de Villamartín. Col.: Enrique Pérez.

Villamartín, como en tiempos pasados, no podía ser menos ni quedar atrás: pronto aparecieron en el pueblo hombres dispuestos a secundar la misión incomprendida, mal mirada y hasta escarnecida de aquellos ilustres dirigentes obreros y sindicalistas de antaño. Entre los varios que podíamos nombrar, me fijo en uno, ya fallecido, que puede representar perfectamente a los demás y servir de enlace con los históricos de tiempos pasados. Me refiero a Cristóbal Ramos Armario, el único trabajador y sindicalista de Villamartín a quien institucionalmente se le han reconocido sus méritos hasta el punto de erigírsele en la cabecera de la avenida Jiménez Maza un busto con una lápida conmemorativa y ser propuesto por la Corporación Municipal Hijo Predilecto de Villamartín. Su efigie debe servir de síntesis y recuerdo de aquellos que, según sus posibilidades (huelgas, manifestaciones, protestas... ¿Acaso disponían de otros medios?) y forma de entender (la miseria y el hambre sólo se entiende desde la misma hambre y la misma miseria). lucharon desde los tajos y chozas por la causa de los más desamparados, que resultaba ser siempre la perdedora.

Su persona puede ser polémica y discutida, pero lo que representa −el movimiento obrero− es algo muy serio y a la vez lleno de grandeza en la historia del pueblo y del mundo entero, desde aquel grito que partió del mismo Dios: «He oído los gritos de dolor de mi pueblo (...), sácalo de la esclavitud».

Cristóbal Ramos Armario nació en Villamartín el 23 de septiembre −¡feria de San Mateo!− de 1944, siendo bautizado el 17 de diciembre del mismo año por don Manuel Jiménez Sutil y apadrinado por José del Pino Yuste (bien bautizado y bien apadrinado). Era hijo de Juan Ramos López y de Isabel Armario Gilabert, ambos naturales y vecinos de Villamartín: un matrimonio que llegó a tener doce hijos.

Su familia era muy pobre y el padre −Juan− se había señalado durante los años de la República, viéndose obligado a huir tras el golpe militar; su mujer e hijos lo acompañaron a través de la Serranía de Ronda y provincias de Levante. Regresaron a Villamartín al terminar la guerra. Entonces fue cuando nació Cristóbal.

Por estas y otras causas, nunca pudo matricularse en las escuelas públicas. De niño gustaba frecuentar las dependencias donde se hallaban instaladas las maquinarias que servían para el mantenimiento de la red de agua, cuyo encargado era José Pérez Bonilla, con quien, a pesar de su corta edad −7 años−, entabló amistad, le enseñó las primeras letras y rudimentarios manejos de motores y maquinarias.

Con tan sólo diecisiete años emigró a Francia, como tantos otros españoles que llegaron a cruzar la frontera en número superior a los tres millones. En el país galo trabajó durante tres años en un tejar. Al cumplir el contrato, volvió a Villamartín. Había entonces en el pueblo un maestro llamado don Manuel Quijano Cantalova que impartía clases nocturnas en su domicilio −calle San Juan de Dios−. Allá acudió Cristóbal, deseoso de adquirir cultura y formación. Pero las necesidades económicas lo obligan de nuevo a emigrar a Francia por dos años.

A su vuelta, comienza a entablar relaciones con una joven llamada Concepción Gil Calderón, su futura esposa. Pero, de inmediato, vuelve a emprender viaje, aunque en esta ocasión sería a Barcelona y por poco tiempo.

Casó en Villamartín en 1969. Ahora necesita mayores medios económicos. Solución: tanto él como su esposa liaron el hato rumbo al extranjero, a Alemania. Cinco años anduvieron por aquellas tierras germanas aprovechando el tiempo hasta exprimirlo. Trabajaba, estudiaba y leía apasionadamente cuanto venía a caer en sus manos. Se había formulado el propósito de leer un libro cada mes, y lo cumplió.

Aquellos años en el extranjero sirvieron a muchos emigrantes para tomar contacto abiertamente con organizaciones sindicales y políticas en la clandestinidad, que aprovechaban oportunamente aquella inigualable ocasión para crear en muchos españoles inquietudes sociales y políticas que darían amplio fruto en los años últimos de la década de los sesenta, comienzo de los setenta y, después, durante la transición.

Cristóbal no necesitaba catapulta que lo lanzara a una actuación comprometida con su clase, él contaba con energía suficiente para ello y más, aunque no cabe duda de que el adoctrinamiento recibido le sería útil y provechoso en años posteriores.

Regresaron el año 1974, pero al poco tiempo Cristóbal levantó vela de nuevo: ahora seria a San Pedro de Alcántara (Málaga), para trabajar en la empresa Sofico, cuya quiebra obliga a Cristóbal a emprender nuevamente el regreso a su pueblo.

 


Una de tantas manifestaciones en la que Cristóbal aparece, junto a otro compañero del SOC, José Luis Rodríguez Lara, el Pantisco, reivindicando la dignidad del trabajador. Podemos ver entre los asistentes al acto a un hermano de Cañero, conocido por el Nene, y a otro a quien le dicen el Torero. La identificación del resto resulta muy difícil. (1976. Col. Isabel Ramos).

Es ahora, a partir de 1975, cuando Cristóbal se va a entregar en cuerpo y alma a la misión que le exige su vocación: el trabajo y la lucha para mejorar las condiciones de vida del obrero, sobre todo del más hundido, el agrícola. Para ello, ingresa en el Sindicato Obrero del Campo (SOC), donde destaca por su constante actividad y serio compromiso con el mundo de los más humildes. Su postura será siempre radical, lejos de componendas y amaños propios de políticos, casi siempre distanciados de los que lidian y se enfrentan seriamente a la explotación y a las calamidades que soportan los hombros de los más débiles. Por esta razón, al tiempo que consecuente con el camino que se ha trazado, se encierra en la sede del SOC (1975-76?) para protestar por la escasez de trabajo y los precario, remedios que ofrecía el paro comunitario, permaneciendo en huelga de hambre durante una semana. Como esta situación perduraba, sin perspectivas de remedios eficaces, al poco tiempo volvió a encerrase, primero en la parroquia durante dos días, y más tarde en la iglesia de Las Angustias por espacio de catorce días, manteniéndose nuevamente en huelga de hambre, Eran los medios que podía emplear para llamar la atención y ser escuchado.

 


Cartel electoral de la candidatura presentada por el Partido de los Trabajadores de Andalucía (PTA). De arriba abajo: Antonio Pérez Vidal, Cristóbal Ramos Armario, Miguel Rete Rete, José Luis Rodríguez Lara, Antonio Cotrino Pérez y Manuel Alberto Peña y González. Salieron como concejales los cinco primeros. Col. Ernesto Rodríguez.

Pero su compromiso no se limitaría sólo a la acción sindical o de lucha. Él llegó a estimar −quizás ingenuamente, como les sucede a todos los idealistas− que la actividad política era también necesaria para alcanzar los fines que se había propuesto. Por tal causa, en las elecciones municipales de 1979 figuró en la lista del PTA −Partido de los Trabajadores de Andalucía−, de tendencia maoísta, consiguiendo la concejalía encargada del paro obrero. Años después −1983−, abandonó el SOC para ingresar en la UGT y en el PSOE, apareciendo en el listado que esta coalición presentó para las elecciones municipales de 1984. Al conseguir el triunfo la agrupación socialista, fue nombrado concejal de agricultura (6). Y a punto estuvo de ser incluido en la candidatura de su partido para las elecciones al Parlamento Andaluz.

Su visión del mundo del trabajo, su lógica radicalidad en las acciones llevadas a cabo y sus posturas en cuestiones municipales lo obligaron a dimitir de la concejalía en septiembre de 1986. Estos problemas se agravaron al presentarse en la candidatura del Grupo Progresista Independiente de Villamartín −GPIV−, para los comicios de 1987. Un atrevimiento que le valió la expulsión del PSOE, aunque continuó en la UGT.


Como indiscutiblemente era honrado, conocedor de los sufrimientos, sudores, desamparo y explotación del obrero agrícola, además de ser consecuente con su compromiso social, fue designado secretario provincial de la Federación de Trabajadores de la Tierra −FTT−, perteneciente al sindicato ugetista. (Muchos eran los trabajadores agrícolas afiliados a la UGT. Muchos, los que poseían una preparación más que suficiente y garantizada para ostentar el cargo. Eligieron a Cristóbal Ramos: razones tendría el sindicato y valores poseería el elegido, porque semejante puesto no se le encomienda a quien no muestra cualidades para ejercerlo.)

Durante los años al frente de esa sección de la UGT, Cristóbal realizó una labor de constante lucha sindical y obrera, intentado por todos los medios conseguir que se respetara la dignidad del obrero y su trabajo, amén de otras constantes acciones reivindicativas, entre las que se pueden mencionar: la reclamación de la titularidad de las tierras de las cañadas en favor de los municipios, acusando a quienes consideraba usurpadores de dichos terrenos; las permanentes denuncias de la precariedad en los trabajos realizados en la provincia de Huelva con motivo de la recogida de la fresa, exigiendo a un parlamentario que se sentía optimista por los beneficios que proporcionaba este eventual trabajo, que se desplazara a Huelva para comprobar la situación que él denunciaba, intentando convencerlo de la necesidad de un giro social en la política económica gubernamental; las críticas contra la situación de desamparo en que se hallaban los trabajadores temporeros; sus comunicados de prensa, quejándose de los decretos gubernamentales sobre el desempleo agrícola que −decía− levantaba falsas esperanzas entre los trabajadores del campo; sus manifestaciones reivindicativas en los pueblos de la sierra de Cádiz y en el Campo de Gibraltar; denuncias constantes a algunos políticos de su misma afiliación, sin importarle los perjuicios que podían derivarse para él, etc., etc.

Consecuente hasta el extremo con su doctrina, el 21 de enero de 1987 se encerró en el Ayuntamiento de Villamartín, iniciando una huelga de hambre como medida de presión contra el sistema de subsidio de desempleo agrícola, después de que la UGT y la FTT convocaran una huelga general, paralizando muchos pueblos. Estas eran sus palabras: «[Estoy en huelga de hambre] para mostrar mi oposición radical al nuevo decreto que cambia las condiciones exigidas a los jornaleros para generar el derecho al subsidio de desempleo agrario y en defensa de una protección digna para los trabajadores agrícolas» (7).

A los nueve días de su encierro, presentó un cuadro grave de hipoglucemia y deshidratación, pero no cedía en su actitud pese a las noticias recibidas de que el ministro de Trabajo anunciaría de inmediato una fórmula para arreglar el conflicto. Cristóbal exigía conocer con precisión cuáles serían los puntos exactos del acuerdo entre el ministro y la UGT. Al fin, a las cinco de

la tarde del día 30 de enero abandonaba el encierro extremadamente debilitado.

En febrero de 1989, se celebró en Cádiz el II Congreso Provincial de la FTT, al que acudieron los delegados de las cinco comarcas en las que dicha Federación tiene estructurada la provincia. Había que elegir una comisión ejecutiva provincial, porque la dirección de la FTT se encontraba en manos de una gestora −de la que Cristóbal era el presidente−, debido a dimisiones motivadas por la huelga general del 14 de diciembre de 1988. Los delegados eligieron por mayoría la lista oficial, volviendo Ramos Armario a ocupar la secretaria provincial de la FTT.

Y continuó en la brecha como el primer día y, si cabe, con mayor entusiasmo, intentando, utópicamente, en esta segunda etapa, «construir un sindicato de masas que luchara por cambiar las estructuras agrarias y acabar con las reservas de parados». Así se expresaba en un comunicado que daría a toda la Comisión Ejecutiva Provincial de la UP-UGT, con fecha 13 de septiembre de 1989(8).

De estas fechas datan varios documentos que ilustran el ansia de superación de este interesante y ejemplar trabajador de la tierra. Ya hemos señalado al comienzo que nunca tuvo oportunidad de asistir a las escuelas nacionales, por tanto, no poseía certificado de escolaridad, que obtuvo a los 46 años, previo examen realizado en Villamartín el 24 de junio de 1988, dando de esta manera ejemplo a los trabajadores, a quienes les inculcaba que adquiriesen cultura y se formaran en un trabajo cualificado. Y, como diariamente necesitaba sentarse ante la máquina de escribir, asistió en la academia Doceo de Jerez de la Frontera, a un curso de mecanografía que aprobó con la calificación de “notable". Son datos que revelan la psicología de este hombre.

Llega un momento en que esta clase de personas sufren un desgaste atroz y terminan por dimitir de sus funciones. Esto fue lo que le ocurrió a Cristóbal: cansado y agotado, desde Fuengirola escribió una carta de puño y letra a sus compañeros de la FTT con fecha 4 de octubre de 1991, en la que les hace saber lo siguiente:

Compañeros: He tomado la decisión de marchar a la base y dimitir de la "gestora" como miembro de ella. Os ruego que busquéis a un compañero para el consejo comarcal de la sierra baja. He decidido descansar de mis responsabilidades durante algún tiempo. Trabajaré en Villamartín en los momentos libres. Prefiero no entrar en discusiones por el bien de esta Organización a la que defendí con mi vida en la defensa de los trabajadores y en contra de los abusos que se cometen contra ellos.

Firmado: Cristóbal Ramos

Pero la decisión de abandonar el cargo sindical fue más allá: el 21 de enero de 1992 escribe una carta certificada a los «Señores de la Unión Provincial de la UGT» presentándoles la dimisión de los cargos que ejercía y, lo que era más lamentable, abandonando el sindicato.

Con la frente muy alta, continuó su vida como la había comenzado: en el duro trabajo del campo como un jornalero más.

Tantos sufrimientos acumulados en aquella alma sencilla y noble resquebrajaron seriamente su salud hasta el punto de sobrevenirle la muerte cuando el 15 de enero de 1993 se encontraba en un campo de La Barca de la Florida recogiendo patatas. Su fallecimiento fue sentido hondamente en Villamartín, sobre todo entre las capas trabajadoras y humildes.

Al cabo de cuatro años, coincidiendo con la Fiesta del Trabajo −1 de mayo de 1997−, el Ayuntamiento de Villamartín, Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadores quisieron rendir un homenaje de reconocimiento póstumo a Cristóbal, conocido por el sobrenombre de El Mocho, con la celebración de varios actos, consistentes en una triple conferencia en el salón de actos de los sindicatos a cargo del alcalde, José Antonio González Pavón, y dos sindicalistas representantes de los sindicatos organizadores del homenaje y, acto seguido, una concentración en el lugar conocido por La Farola, donde se había colocado un busto de Cristóbal sobre un pedestal con una lápida que dice: «HE AQUI QUIEN LUCHO POR LA DIGNIDAD DEL TRABAJO. CRISTOBAL RAMOS ARMARIO “EL MOCHO”. 1942-1993. 1 MAYO 1997».

 


Monumento erigido en la cabecera de la Avenida, lugar conocido por La Farola, a la memoria de Cristóbal Ramos, el único trabajador a quien institucionalmente se le han reconocido sus méritos. Él es un digno símbolo de la historia del movimiento obrero en Villamartín
.

La asistencia a dichos actos fue masiva.

Pero el Ayuntamiento quiso dar un paso más. En el pleno celebrado el 30 de mayo del mismo año, en su punto 16, se acuerda lo siguiente:

1.ª Iniciación expediente para nombramiento Hijo Predilecto de la localidad a D. Cristóbal Ramos Armario.

El Sr. Alcalde da lectura a la siguientes propuesta de acuerdo: «Habiéndose celebrado en fechas pasadas el día del trabajo y unidos a las actuaciones realizadas en nuestra localidad en dicho día, la Corporación que tengo el honor de presidir, considera suficientemente justificado hacer un público reconocimiento de gratitud en la persona, desgraciadamente ya fallecida, de D. Cristóbal Ramos Armario, reconocido luchador por los derechos de la clase trabajadora, de lo que dio a lo largo de su ejemplar vida sobradas muestras de solidaridad, debe servir de molde y espejo de todos aquellos que tenemos el ineludible compromiso de trabajar y velar por los intereses públicos de nuestra localidad y, entre ellos, los del conjunto de nuestros convecinos, por cuya defensa siempre trabajó y luchó incansablemente D. Cristóbal Ramos Armario, conocido popular y cariñosamente por todos como "El Mocho".

Oída la propuesta, hace uso de la palabra el portavoz del PSOE para manifestar el apoyo de su grupo a la propuesta.

Sometida a votación, ésta da el resultado de 16 votos a favor y 1 abstención. Por lo que por la mayoría absoluta de los miembros corporativos se adopta el siguiente acuerdo:

La iniciación del correspondiente expediente para el reconocimiento de hijo predilecto de la localidad de Villamartín a D. Cristóbal Ramos Armario, conocido popular y cariñosamente como "El Mocho", para que sirva de público homenaje a su reconocida figura y ejemplar vida por la lucha de la mejora de los derechos y condiciones de la clase trabajadora».

Aplaudible y loable decisión, porque la figura de este obrero agrícola, comprometido con su clase, no es más que la continuación de una lucha secular llevada a cabo por innumerables, insignes e ilustres trabajadores y trabajadoras, representados hoy todos ellos por este otro HIJO PREDILECTO DE VILLAMARTÍN, CRISTÓBAL RAMOS ARMARIO.

 

Notas

(1)      Kaplan, Temma: op. cit. pág. 166 y 181, Barcelona, 1979.

(2)      Ibídem, pág. 218.

(3)      Calero, Antonio M.ª: Movimientos Sociales en Andalucía, pág. 159, Madrid, 1975.

(4)      Romero Romero, Fernando: La UGT en la Sierra de Cádiz: Villamartín (1931-1936), trabajo de investigación inédito.

(5)      Romero Romero, Fernando: Guerra Civil y represión en Villamartín, en prensa.

(6)      Por entonces se suscitaron las gestiones que de años atrás se venían promoviendo para que un día fuese realidad la puesta en riego las tierras del término municipal de Villamartín conocidas por Los Llanos, cuya extensión abarca 3.054 hectáreas. Cristóbal, desde su concejalía de agricultura, impulsó los trabajos para conseguir lo que será el mayor logro socioeconómico de este siglo, en beneficio del pueblo. Él −Cristóbal− siempre luchó por todo cuanto podía significar un beneficio para su pueblo, máxime si éste repercutía en la mejora de puestos de trabajo que permitiera al obrero agrícola sacudirse el lastimoso subsidio de desempleo y obtener un trabado permanente y digno.

(7)      Diario de Cádiz, 21 de enero de 1987. El decreto aumentaba de diez a veinte el número de jornadas trabajadas para poder acceder al subsidio agrario.

(8)      FTT-UGT de Cádiz, n° de salida 188/89.

 

© del texto, Antonio Mesa Jarén, Pbro.

© de las imágenes, lo mencionado en los pies de foto.

© de la publicación impresa, Hijos ilustres y personas relevantes en la historia de la muy noble y muy leal villa de Villamartín. Ayuntamiento de Villamartín, 1999.

© de la publicación on line «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez».

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