Por
Antonio Mesa Jarén
«Símbolo
de otros muchos sindicalistas de antaño y figura que recapitula el movimiento obrero
en Villamartín».
Don Cristóbal Ramos Armario, un honrado luchador por la causa de los demás humildes. Fue secretario provincial de la Federación de Trabajadores de la Tierra −FTT−, perteneciente al sindicato ugetista. (Foto cedida por la familia.)
«El
Faraón dijo a sus súbditos: “He aquí que el pueblo de los hijos de Israel, por
su número y su fuerza, se convierte en un peligro para nosotros (...) Y
pusieron sobre Israel capataces que. los explotaran” (...)» (Ex. 1, 10-11).
«Y
el Señor dijo a Moisés: “El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he
visto cómo los tiranizan los egipcios. Y ahora, anda, te envío al Faraón para
que saques de Egipto a mi pueblo, los israelitas”» (Ex. 3, 9-10).
Esta
estampa bíblica ha sido una constante en nuestro mundo, donde el pobre ha sido
y continúa siendo explotado, aunque hoy, sobre todo en los países
desarrollados, esto se lleve a cabo de una forma «sofisticada».
La
postura y la respuesta de Dios ante esta penosa situación que había que
erradicar, aunque ello supusiera la utilización de la fuerza, es evidente: le
abre los ojos a Moisés haciéndole saber que Él no la tolera y le exige hacerse
cargo de la total liberación de los israelitas. Moisés obedeció uniéndose al
pueblo proletario hasta conseguir aquella liberación, que fue dura y lenta.
De
entonces acá, esa lucha difícil, comprometida, ardua, a veces sangrienta como
la de aquel pueblo, peligrosa a los ojos de los poderosos, incomprendida
incluso para muchas capas de la misma clase humilde, tachada de subversiva, de
perturbadora del orden establecido, considerada como destructora de la
civilización, de la moral y de las buenas costumbres, etc., etc., ha sido una
constante en la historia y ha influido en ella en mayor o menor medida, pero
siempre como un rayo de luz, imparable, aunque algunas veces los nubarrones lo
oculten y le impidan alumbrado con brillantez.
A
través de la historia de la humanidad, podemos constatar cómo esta tenaz lucha
ha ido progresando con fuerza arrolladora en el devenir de los acontecimientos
diarios, desarrollando una conciencia cada vez más acusada y responsable que
desembocó en la creación de sociedades, fundadas expresamente para la defensa
del proletariado −el mundo de los más pobres−, contra la explotación y abuso
del poder político, económico y social que a toda costa ha querido, y sigue
intentando, conservar una multitud de privilegios, muchos de ellos constituidos
en leyes, cuyo quebrantamiento ha supuesto duros castigos, a fin de continuar,
en restituidas cuentas, disfrutando de un mundo que Dios hizo para todos y que
algunos han acaparado para su disfrute, un disfrute que ha necesitado de la
mano barata e incondicional, a la que había que explotar para obtener el máximo
rendimiento.
Esa
mano barata −el proletariado− tomó conciencia, como decimos, y tras múltiples
actitudes y reacciones espontáneas (imposibles de enumerar por lo proliferas de
las mismas), ha ido organizándose en entidades para una mejor defensa de sus
derechos y condiciones de vida.
El
momento cumbre y decisivo en el que tatuaron cuerpo esas asociaciones coincide
con la toma de conciencia, por parte del proletariado, de su condición de
pertenencia a una clase explotada, que necesitaba de una organización para
conseguir su liberación.
Así
nacieron, entre otras, por citar a las más conocidas: la AIT (Asociación
Internacional del Trabajo o Primera Internacional), fundada en 1864, cuya rama
española, conocida por la FRE y después, en 1881, por la FTRE (Federación de
Trabajadores de la Región Española), tanto influiría en la baja Andalucía; la
UTC (Unión de Trabajadores del Campo), constituida en 1870, con sus
correspondientes gremios; años después, en 1888, la fundación del PS (Partido
Socialista) y la UGT (Unión General de Trabajadores); por último, el PC
(Partido Comunista).
Todos
estos movimientos, que venían de muy atrás, encontraron eco en Villamartín, que
vivía la misma situación que otros muchísimos pueblos −todos−, exigiendo pan y
justicia. La historiadora y profesora de la Universidad de California, Temma
Kaplan, en su libro Orígenes Sociales del Anarquismo, en la página 213,
nos cuenta cómo en la primavera de 1896, el gobernador de Cádiz recibió un
telegrama del alcalde de Villamartín haciéndole saber que grupos de obreros
deambulaban por el pueblo pidiendo pan, y que el Ayuntamiento no tenía un
céntimo para socorrerlos. (Los trabajadores que tenían la suerte de encontrar
empleo, estaban percibiendo un 30 por ciento menos de salario que en 1886.) El
gobernador, temiendo una insurrección similar a la de Jerez de 1892, procedió −¡entonces!−
a poner en marcha proyectos de obras públicas.
Estas
situaciones de hambre y pobreza extrema exasperaban los ánimos de los que nada
poseían, que fueron a engrosar las filas de todas estas organizaciones como
medio de lucha organizada. Así se comprende que Villamartín aparezca afiliado a
casi todas ellas. Por ejemplo, en 1881-1882 la UTC (el mismo año de su
fundación) contaba con una sección compuesta por 230 miembros, entre los cuales
figuraban algunas mujeres (1); la FRTE, mediante el gremio que en 1900 se
denominaba La Defensa (una sociedad de agricultores), llegó a contar en 1904
con 90 afiliados (2); la UGT, a la que se afiliaría también Villamartín, con
unos 400 miembros (3).
En los
primeros años del siglo XX aparecerán también otras organizaciones,
derivaciones, filiales o versiones de las anteriores, entre las que se
encuentran la ya mencionada La Defensa (1900-1907), la Juventud Obrera
(1010-1917), La Amistad (1912-1913), la Sociedad Cooperativa Obrera
(1914-1917), el Ateneo Sindicalista (1915-1918), los Defensores del Trabajo
(1018-1920), la Juventud Obrera Societaria (1922-1923), Los Treinta Obreros de
Casas para la Vejez (1926-?) y el Sindicato Católico Obreros Agrícolas
(1928-1930), de manifiesto matiz católico, cuyo objetivo era llevar a cabo las
directrices de su carta magna, la famosa y revulsiva encíclica papal Rerum
Novarum (4).
Estas
sociedades desaparecían porque, o bien sus componentes encontrabais mejor
respuesta a sus inquietudes en otras organizaciones, o bien deseaban matizarlas
con fines más concretos, viéndose obligados a fundar una nueva. En unas o en
otras, sus dirigentes y asociados prosiguen en la vanguardia del movimiento
obrero que se perpetúa de año en año, al tiempo que van reclutando nuevos
militantes.
En
1931 se funda la Agrupación Socialista de Oficios Varios −UGT− que perduraría
hasta 1936, la Sociedad de Obreros Campesinos y Similares −CNT− (1932-1936). y
otra que surgirá en 1936, llamada Sociedad de Obreros Panaderos y Afines.
Todas
estas sociedades o agrupaciones, fundadas para la defensa de los trabajadores,
no fueron más que la consecuencia de una manifiesta y evidente espiral de
violencia desatada por parte de los poderosos que, con sus egoísmos. ambiciones
y codicias, colocaron a la clase humilde en tal situación de pobreza y
humillación (recuerden las chozas de la Fuentezuela frente a la suntuosidad de
algunas viviendas, o ciertas celebraciones, bailes y convites, con pobres en
las puertas esperando las migajas sobrantes) que, por lógica, había de producir
en ella una irritación de tal calibre que forzosamente desembocaba, en tantas
ocasiones, en sonadas revoluciones, huelgas o manifestaciones callejeras, que
asustaban a los privilegiados, quienes mili-zaron la represión como medio de
defensa, sin caer en la cuenta −o tal vez cayendo−, de que los causantes de los
desórdenes y perturbaciones eran ellos mismos, porque fueron el motor que
ciegamente las impulsaron. No busquemos las razones en otras causas o móviles,
ni que las cotas logradas en beneficio del proletariado se hubiesen alcanzado
por otros caminos menos violentos. Los instalados no sueltan ni a tirones. Bien
lo sabía Jahavé, que no tuvo otra alternativa que provocar aquellas terribles y
mortíferas plagas contra los opresores de su pueblo.
Las
citadas organizaciones y sociedades necesitaron desde un principio la presencia
de líderes (Moisés), de hombres comprometidos con su clase y capacitados para
dirigir una constante acción liberadora que lograra, al ser posible, la
igualdad entre todos los seres humanos.
Sus
dirigentes son merecedores del más encumbrado título de nobleza, pues las
causas por las que luchaban eran justas, queridas por Dios y reclamadas desde una
mínima conciencia moral, y sus fines, legítimos, rectos y loables.
Villamartín,
como el resto de las ciudades, pueblos y aldeas del mundo, fue cuna donde
nacieron hombres de esta índole, líderes y dirigentes, que impulsaron una noble
lucha en pro de la justicia y la igualdad entre los seres humanos, hijos todos
de un mismo Padre. Sus nombres no se pueden olvidar, como tampoco olvidamos a
todos aquellos que en capítulos anteriores ya hemos biografiado. Pero los que
más peso soportaron y mayor esfuerzo tuvieron que realizar para que la historia
progresara son dignos de mayor elogio y consideración que aquellos otros que,
por la situación económica de que disfrutaban o debido a circunstancias que los
favorecieron, lo tuvieron bastante más fácil para abrirse camino y tender una
mano al hundido. Y si a muchos de éstos los consideramos «Hijos Ilustres»,
cuánto más lo serán estos otros a quienes Cristo llama bienaventurados,
precisamente por luchar por la justicia.
Eran
hombres honrados, conscientes de los dolores y sufrimientos de su clase, a la
que intentaban rescatar de la esclavitud de los faraones. Unos eran pacíficos
porque tenían aguante para sufrir; otros, ciertamente, fueron violentos porque
no podían soportar por más tiempo el dolor y vociferaban, como chilla y se
enfurece quien es pisado, y mientras más fuerte sea la pisada, mayor será el
dolor y más fuerte el grito. Habían vivido pisados y destripados por el hambre,
la desnudez, las enfermedades y la más extrema pobreza; sin trabajo, sin
vivienda sin derecho a nada: tenían toda la razón para rebelarse.
Por
citar a algunos de los más ilustres líderes obreros, recordemos a:
Fernando
Parra Coronado, relojero, líder de la agrupación local del
Partido Republicano Radical Socialista, concejal en 1931 y alcalde en 1932. En
1936 fue designado vocal de la Junta Gestora de la Diputación de Cádiz y gestor
del Ayuntamiento de Villamartín. Tras el alzamiento, tuvo que exiliarse en
Francia, donde murió.
Antonio
Pino Morales, presidente del comité ejecutivo del Partido
Republicano Radical Socialista. Hombre buenísimo, católico y honrado. Se cuenta
que estaba dispuesto a llevarse escondido el Santísimo Sacramento a su casa
para salvaguardarlo de la posible quema de la parroquia. Le aplicaron el bando
de guerra.
José
Ramos Contreras, socio del Sindicato Católico de Obreros, y
vocal obrero de la Federación Católica Agraria de Villamartín durante los años
de la dictadura primoriverista. Después sería un destacado dirigente socialista
que llevaría a cabo la fusión de la Agrupación Socialista de Oficios Varios con
la UGT, creando la sección femenina de este sindicato, y más tarde organizó el
Partido Socialista en Villamartín. Él fue quien se las entendía con la patronal
buscando solución al paro y a las huelgas campesinas. En julio del 36, como
tantos, se vio obligado a huir, desconociéndose el final de su vida.
Fernando
Redondo Soto, presidente de la UGT, gestor municipal tras
la victoria del Frente Popular, y alcalde desde el 29 de febrero del 36 hasta junio
del mismo año. Gran activista obrero, acusado de extremismos en los contactos
sostenidos con la patronal (¡qué cosa!). Perteneció a la Guardia de Asalto.
Condenado a seis años de prisión mayor.
Juan
Tamayo Marchena. Contador de la sociedad obrera La Defensa en
1903, vicepresidente de la Juventud Obrera en 1912 y vicepresidente del Ateneo
Sindicalista en 1915. En 1931 fue socio fundador y presidente de la Junta Consultiva
de la UGT; aquel mismo año fue representante obrero en la Comisión Gestora del
Paro Forzoso. Fue elegido vocal de la agrupación local del PSOE en 1932 y 1936.
Tenía 60 años cuando lo fusilaron en 1936; también fue fusilada su esposa
Teresa Álvarez Vázquez, que había sido vicepresidenta de la sección femenina de
la UGT en 1933.
Francisco
Varo Romero, presidente de La Defensa entre 1904-1907 y
varias veces secretario de Juventud Obrera. Perteneció, durante la dictadura de
Primo de Rivera, al Sindicato Católico de Obreros Agrícolas. En 1931 se afilió
a la UGT, siendo elegido para los cargos de vocal de la junta consultiva y de
la comisión administrativa para la compra de la Casa del Pueblo. Fue detenido
en una hacienda del término y conducido a pie, a pesar de sus 66 años y el asma
bronquial que padecía, al depósito carcelario para ser fusilado.
Salvador
Franco Morales, militante sindical desde los tiempos de la
sociedad Juventud Obrera, de la que fue secretario y vicepresidente entre 1910
y 1915. En 1918 fundó el Sindicato Católico de Obreros Agrícolas. En 1931 se
afilió a la UGT. Jugó un papel muy activo en la Casa del Pueblo. Fusilado en el
verano de 1936.
José
Calbellido Pavón, luchador sindical desde 1903, fue secretario
de La Defensa; contador, secretario y presidente de Juventud Obrera:
vicepresidente de la Juventud Obrera Societaria: dirigente del Sindicato
Católico de Obreros y, posteriormente, militante de UGT. Falleció en 1936. tras
sufrir el fusilamiento de su hijo José Calbellido Castillo (5).
Con el
golpe de Estado del 18 de julio, todas estas agrupaciones sindicales fueron
suprimidas y las inquietudes y esperanzas por instaurar un orden nuevo se
desvanecieron. Sin embargo, en lo más profundo de la conciencia del
proletariado había quedado depositada la semilla que años más tarde volvería a
dar su fruto. Efectivamente, con la instauración de la monarquía, la democracia
volvió a ser una realidad y con ella la vuelta de algunas de aquellas centrales
sindicales y otras nuevas que se habían organizado en la clandestinidad, como
era el caso de Comisiones Obreras, afín al Partido Comunista. Pero algunos
trabajadores agrícolas de Andalucía fundaron un nuevo sindicato, el SOC −Sindicato
de Obreros del Campo−, que tuvo una cierta acogida entre los obreros de la
sierra oeste de la provincia de Sevilla y de algunas poblaciones de la serranía
gaditana, entre ellas Villamartín.
Pronto
contaron todas estas agrupaciones con innumerables afiliados y dirigentes,
dispuestos a tomar la iniciativa en la construcción de la democracia, jugando
un papel preponderante cual correspondía a la clase trabajadora. Ninguna
población por pequeña e insignificante que fuese dejó de contar con algún grupo
de obreros, más o menos preparados (algunos de ellos habían recibido formación
sindical y política en reuniones clandestinas o durante el tiempo de estancia
en el extranjero, a donde emigraban temporalmente con algún contrato de
trabajo), todos ellos, dispuestos a continuar en el frente de la lucha que sus
antepasados emprendieron para hacer posible algún día la liberación de la clase
más humilde.
Grupo de jornaleros del SOC, entre los que se encuentra Cristóbal Ramos (primero de la izquierda) ante una pancarta en la plaza del Ayuntamiento de Villamartín. Col.: Enrique Pérez.
Villamartín,
como en tiempos pasados, no podía ser menos ni quedar atrás: pronto aparecieron
en el pueblo hombres dispuestos a secundar la misión incomprendida, mal mirada
y hasta escarnecida de aquellos ilustres dirigentes obreros y sindicalistas de
antaño. Entre los varios que podíamos nombrar, me fijo en uno, ya fallecido,
que puede representar perfectamente a los demás y servir de enlace con los
históricos de tiempos pasados. Me refiero a Cristóbal Ramos Armario, el
único trabajador y sindicalista de Villamartín a quien institucionalmente se le
han reconocido sus méritos hasta el punto de erigírsele en la cabecera de la
avenida Jiménez Maza un busto con una lápida conmemorativa y ser propuesto por
la Corporación Municipal Hijo Predilecto de Villamartín. Su efigie debe servir
de síntesis y recuerdo de aquellos que, según sus posibilidades (huelgas,
manifestaciones, protestas... ¿Acaso disponían de otros medios?) y forma de
entender (la miseria y el hambre sólo se entiende desde la misma hambre y la
misma miseria). lucharon desde los tajos y chozas por la causa de los más
desamparados, que resultaba ser siempre la perdedora.
Su
persona puede ser polémica y discutida, pero lo que representa −el movimiento
obrero− es algo muy serio y a la vez lleno de grandeza en la historia del
pueblo y del mundo entero, desde aquel grito que partió del mismo Dios: «He
oído los gritos de dolor de mi pueblo (...), sácalo de la esclavitud».
Cristóbal
Ramos Armario nació en Villamartín el 23 de septiembre −¡feria de San Mateo!−
de 1944, siendo bautizado el 17 de diciembre del mismo año por don Manuel Jiménez
Sutil y apadrinado por José del Pino Yuste (bien bautizado y bien apadrinado).
Era hijo de Juan Ramos López y de Isabel Armario Gilabert, ambos naturales y
vecinos de Villamartín: un matrimonio que llegó a tener doce hijos.
Su
familia era muy pobre y el padre −Juan− se había señalado durante los años de
la República, viéndose obligado a huir tras el golpe militar; su mujer e hijos
lo acompañaron a través de la Serranía de Ronda y provincias de Levante.
Regresaron a Villamartín al terminar la guerra. Entonces fue cuando nació
Cristóbal.
Por
estas y otras causas, nunca pudo matricularse en las escuelas públicas. De niño
gustaba frecuentar las dependencias donde se hallaban instaladas las
maquinarias que servían para el mantenimiento de la red de agua, cuyo encargado
era José Pérez Bonilla, con quien, a pesar de su corta edad −7 años−, entabló
amistad, le enseñó las primeras letras y rudimentarios manejos de motores y
maquinarias.
Con
tan sólo diecisiete años emigró a Francia, como tantos otros españoles que
llegaron a cruzar la frontera en número superior a los tres millones. En el
país galo trabajó durante tres años en un tejar. Al cumplir el contrato, volvió
a Villamartín. Había entonces en el pueblo un maestro llamado don Manuel
Quijano Cantalova que impartía clases nocturnas en su domicilio −calle San Juan
de Dios−. Allá acudió Cristóbal, deseoso de adquirir cultura y formación. Pero
las necesidades económicas lo obligan de nuevo a emigrar a Francia por dos
años.
A su
vuelta, comienza a entablar relaciones con una joven llamada Concepción Gil
Calderón, su futura esposa. Pero, de inmediato, vuelve a emprender viaje,
aunque en esta ocasión sería a Barcelona y por poco tiempo.
Casó
en Villamartín en 1969. Ahora necesita mayores medios económicos. Solución:
tanto él como su esposa liaron el hato rumbo al extranjero, a Alemania. Cinco
años anduvieron por aquellas tierras germanas aprovechando el tiempo hasta
exprimirlo. Trabajaba, estudiaba y leía apasionadamente cuanto venía a caer en
sus manos. Se había formulado el propósito de leer un libro cada mes, y lo
cumplió.
Aquellos
años en el extranjero sirvieron a muchos emigrantes para tomar contacto
abiertamente con organizaciones sindicales y políticas en la clandestinidad,
que aprovechaban oportunamente aquella inigualable ocasión para crear en muchos
españoles inquietudes sociales y políticas que darían amplio fruto en los años
últimos de la década de los sesenta, comienzo de los setenta y, después,
durante la transición.
Cristóbal
no necesitaba catapulta que lo lanzara a una actuación comprometida con su
clase, él contaba con energía suficiente para ello y más, aunque no cabe duda
de que el adoctrinamiento recibido le sería útil y provechoso en años
posteriores.
Regresaron
el año 1974, pero al poco tiempo Cristóbal levantó vela de nuevo: ahora seria a
San Pedro de Alcántara (Málaga), para trabajar en la empresa Sofico, cuya
quiebra obliga a Cristóbal a emprender nuevamente el regreso a su pueblo.
Una de tantas manifestaciones en la que Cristóbal aparece, junto a otro compañero del SOC, José Luis Rodríguez Lara, el Pantisco, reivindicando la dignidad del trabajador. Podemos ver entre los asistentes al acto a un hermano de Cañero, conocido por el Nene, y a otro a quien le dicen el Torero. La identificación del resto resulta muy difícil. (1976. Col. Isabel Ramos).
Es
ahora, a partir de 1975, cuando Cristóbal se va a entregar en cuerpo y alma a
la misión que le exige su vocación: el trabajo y la lucha para mejorar las
condiciones de vida del obrero, sobre todo del más hundido, el agrícola. Para
ello, ingresa en el Sindicato Obrero del Campo (SOC), donde destaca por su
constante actividad y serio compromiso con el mundo de los más humildes. Su
postura será siempre radical, lejos de componendas y amaños propios de
políticos, casi siempre distanciados de los que lidian y se enfrentan
seriamente a la explotación y a las calamidades que soportan los hombros de los
más débiles. Por esta razón, al tiempo que consecuente con el camino que se ha trazado,
se encierra en la sede del SOC (1975-76?) para protestar por la escasez de
trabajo y los precario, remedios que ofrecía el paro comunitario, permaneciendo
en huelga de hambre durante una semana. Como esta situación perduraba, sin
perspectivas de remedios eficaces, al poco tiempo volvió a encerrase, primero
en la parroquia durante dos días, y más tarde en la iglesia de Las Angustias por
espacio de catorce días, manteniéndose nuevamente en huelga de hambre, Eran los
medios que podía emplear para llamar la atención y ser escuchado.
Cartel electoral de la candidatura presentada por el Partido de los Trabajadores de Andalucía (PTA). De arriba abajo: Antonio Pérez Vidal, Cristóbal Ramos Armario, Miguel Rete Rete, José Luis Rodríguez Lara, Antonio Cotrino Pérez y Manuel Alberto Peña y González. Salieron como concejales los cinco primeros. Col. Ernesto Rodríguez.
Pero
su compromiso no se limitaría sólo a la acción sindical o de lucha. Él llegó a
estimar −quizás ingenuamente, como les sucede a todos los idealistas− que la
actividad política era también necesaria para alcanzar los fines que se había
propuesto. Por tal causa, en las elecciones municipales de 1979 figuró en la
lista del PTA −Partido de los Trabajadores de Andalucía−, de tendencia maoísta,
consiguiendo la concejalía encargada del paro obrero. Años después −1983−,
abandonó el SOC para ingresar en la UGT y en el PSOE, apareciendo en el listado
que esta coalición presentó para las elecciones municipales de 1984. Al
conseguir el triunfo la agrupación socialista, fue nombrado concejal de
agricultura (6). Y a punto estuvo de ser incluido en la candidatura de su
partido para las elecciones al Parlamento Andaluz.
Su
visión del mundo del trabajo, su lógica radicalidad en las acciones llevadas a
cabo y sus posturas en cuestiones municipales lo obligaron a dimitir de la
concejalía en septiembre de 1986. Estos problemas se agravaron al presentarse
en la candidatura del Grupo Progresista Independiente de Villamartín −GPIV−,
para los comicios de 1987. Un atrevimiento que le valió la expulsión del PSOE,
aunque continuó en la UGT.
Como indiscutiblemente era honrado, conocedor de los sufrimientos, sudores, desamparo y explotación del obrero agrícola, además de ser consecuente con su compromiso social, fue designado secretario provincial de la Federación de Trabajadores de la Tierra −FTT−, perteneciente al sindicato ugetista. (Muchos eran los trabajadores agrícolas afiliados a la UGT. Muchos, los que poseían una preparación más que suficiente y garantizada para ostentar el cargo. Eligieron a Cristóbal Ramos: razones tendría el sindicato y valores poseería el elegido, porque semejante puesto no se le encomienda a quien no muestra cualidades para ejercerlo.)
Durante
los años al frente de esa sección de la UGT, Cristóbal realizó una labor de
constante lucha sindical y obrera, intentado por todos los medios conseguir que
se respetara la dignidad del obrero y su trabajo, amén de otras constantes
acciones reivindicativas, entre las que se pueden mencionar: la reclamación de
la titularidad de las tierras de las cañadas en favor de los municipios,
acusando a quienes consideraba usurpadores de dichos terrenos; las permanentes
denuncias de la precariedad en los trabajos realizados en la provincia de Huelva
con motivo de la recogida de la fresa, exigiendo a un parlamentario que se
sentía optimista por los beneficios que proporcionaba este eventual trabajo,
que se desplazara a Huelva para comprobar la situación que él denunciaba,
intentando convencerlo de la necesidad de un giro social en la política
económica gubernamental; las críticas contra la situación de desamparo en que
se hallaban los trabajadores temporeros; sus comunicados de prensa, quejándose
de los decretos gubernamentales sobre el desempleo agrícola que −decía−
levantaba falsas esperanzas entre los trabajadores del campo; sus
manifestaciones reivindicativas en los pueblos de la sierra de Cádiz y en el
Campo de Gibraltar; denuncias constantes a algunos políticos de su misma
afiliación, sin importarle los perjuicios que podían derivarse para él, etc.,
etc.
Consecuente
hasta el extremo con su doctrina, el 21 de enero de 1987 se encerró en el
Ayuntamiento de Villamartín, iniciando una huelga de hambre como medida de
presión contra el sistema de subsidio de desempleo agrícola, después de que la
UGT y la FTT convocaran una huelga general, paralizando muchos pueblos. Estas
eran sus palabras: «[Estoy en huelga de hambre] para mostrar mi oposición
radical al nuevo decreto que cambia las condiciones exigidas a los jornaleros
para generar el derecho al subsidio de desempleo agrario y en defensa de una
protección digna para los trabajadores agrícolas» (7).
A los
nueve días de su encierro, presentó un cuadro grave de hipoglucemia y
deshidratación, pero no cedía en su actitud pese a las noticias recibidas de
que el ministro de Trabajo anunciaría de inmediato una fórmula para arreglar el
conflicto. Cristóbal exigía conocer con precisión cuáles serían los puntos
exactos del acuerdo entre el ministro y la UGT. Al fin, a las cinco de
la
tarde del día 30 de enero abandonaba el encierro extremadamente debilitado.
En febrero
de 1989, se celebró en Cádiz el II Congreso Provincial de la FTT, al que
acudieron los delegados de las cinco comarcas en las que dicha Federación tiene
estructurada la provincia. Había que elegir una comisión ejecutiva provincial,
porque la dirección de la FTT se encontraba en manos de una gestora −de la que
Cristóbal era el presidente−, debido a dimisiones motivadas por la huelga
general del 14 de diciembre de 1988. Los delegados eligieron por mayoría la
lista oficial, volviendo Ramos Armario a ocupar la secretaria provincial de la
FTT.
Y
continuó en la brecha como el primer día y, si cabe, con mayor entusiasmo,
intentando, utópicamente, en esta segunda etapa, «construir un sindicato de
masas que luchara por cambiar las estructuras agrarias y acabar con las
reservas de parados». Así se expresaba en un comunicado que daría a toda la
Comisión Ejecutiva Provincial de la UP-UGT, con fecha 13 de septiembre de
1989(8).
De
estas fechas datan varios documentos que ilustran el ansia de superación de
este interesante y ejemplar trabajador de la tierra. Ya hemos señalado al
comienzo que nunca tuvo oportunidad de asistir a las escuelas nacionales, por
tanto, no poseía certificado de escolaridad, que obtuvo a los 46 años, previo
examen realizado en Villamartín el 24 de junio de 1988, dando de esta manera
ejemplo a los trabajadores, a quienes les inculcaba que adquiriesen cultura y
se formaran en un trabajo cualificado. Y, como diariamente necesitaba sentarse
ante la máquina de escribir, asistió en la academia Doceo de Jerez de la
Frontera, a un curso de mecanografía que aprobó con la calificación de “notable".
Son datos que revelan la psicología de este hombre.
Llega
un momento en que esta clase de personas sufren un desgaste atroz y terminan
por dimitir de sus funciones. Esto fue lo que le ocurrió a Cristóbal: cansado y
agotado, desde Fuengirola escribió una carta de puño y letra a sus compañeros
de la FTT con fecha 4 de octubre de 1991, en la que les hace saber lo
siguiente:
Compañeros:
He tomado la decisión de marchar a la base y dimitir de la "gestora"
como miembro de ella. Os ruego que busquéis a un compañero para el consejo
comarcal de la sierra baja. He decidido descansar de mis responsabilidades
durante algún tiempo. Trabajaré en Villamartín en los momentos libres. Prefiero
no entrar en discusiones por el bien de esta Organización a la que defendí con
mi vida en la defensa de los trabajadores y en contra de los abusos que se
cometen contra ellos.
Firmado:
Cristóbal Ramos
Pero
la decisión de abandonar el cargo sindical fue más allá: el 21 de enero de 1992
escribe una carta certificada a los «Señores de la Unión Provincial de la UGT»
presentándoles la dimisión de los cargos que ejercía y, lo que era más
lamentable, abandonando el sindicato.
Con la
frente muy alta, continuó su vida como la había comenzado: en el duro trabajo
del campo como un jornalero más.
Tantos
sufrimientos acumulados en aquella alma sencilla y noble resquebrajaron
seriamente su salud hasta el punto de sobrevenirle la muerte cuando el 15 de enero
de 1993 se encontraba en un campo de La Barca de la Florida recogiendo patatas.
Su fallecimiento fue sentido hondamente en Villamartín, sobre todo entre las
capas trabajadoras y humildes.
Al
cabo de cuatro años, coincidiendo con la Fiesta del Trabajo −1 de mayo de 1997−,
el Ayuntamiento de Villamartín, Comisiones Obreras y la Unión General de
Trabajadores quisieron rendir un homenaje de reconocimiento póstumo a
Cristóbal, conocido por el sobrenombre de El Mocho, con la celebración
de varios actos, consistentes en una triple conferencia en el salón de actos de
los sindicatos a cargo del alcalde, José Antonio González Pavón, y dos
sindicalistas representantes de los sindicatos organizadores del homenaje y,
acto seguido, una concentración en el lugar conocido por La Farola, donde se
había colocado un busto de Cristóbal sobre un pedestal con una lápida que dice:
«HE AQUI QUIEN LUCHO POR LA DIGNIDAD DEL TRABAJO. CRISTOBAL RAMOS ARMARIO “EL
MOCHO”. 1942-1993. 1 MAYO 1997».
Monumento erigido en la cabecera de la Avenida, lugar conocido por La Farola, a la memoria de Cristóbal Ramos, el único trabajador a quien institucionalmente se le han reconocido sus méritos. Él es un digno símbolo de la historia del movimiento obrero en Villamartín.
La
asistencia a dichos actos fue masiva.
Pero
el Ayuntamiento quiso dar un paso más. En el pleno celebrado el 30 de mayo del
mismo año, en su punto 16, se acuerda lo siguiente:
1.ª Iniciación
expediente para nombramiento Hijo Predilecto de la localidad a D. Cristóbal
Ramos Armario.
El Sr.
Alcalde da lectura a la siguientes propuesta de acuerdo: «Habiéndose celebrado
en fechas pasadas el día del trabajo y unidos a las actuaciones realizadas en
nuestra localidad en dicho día, la Corporación que tengo el honor de presidir,
considera suficientemente justificado hacer un público reconocimiento de
gratitud en la persona, desgraciadamente ya fallecida, de D. Cristóbal Ramos
Armario, reconocido luchador por los derechos de la clase trabajadora, de lo
que dio a lo largo de su ejemplar vida sobradas muestras de solidaridad, debe
servir de molde y espejo de todos aquellos que tenemos el ineludible compromiso
de trabajar y velar por los intereses públicos de nuestra localidad y, entre
ellos, los del conjunto de nuestros convecinos, por cuya defensa siempre
trabajó y luchó incansablemente D. Cristóbal Ramos Armario, conocido popular y
cariñosamente por todos como "El Mocho".
Oída
la propuesta, hace uso de la palabra el portavoz del PSOE para manifestar el
apoyo de su grupo a la propuesta.
Sometida
a votación, ésta da el resultado de 16 votos a favor y 1 abstención. Por lo que
por la mayoría absoluta de los miembros corporativos se adopta el siguiente
acuerdo:
La
iniciación del correspondiente expediente para el reconocimiento de hijo
predilecto de la localidad de Villamartín a D. Cristóbal Ramos Armario,
conocido popular y cariñosamente como "El Mocho", para que sirva de
público homenaje a su reconocida figura y ejemplar vida por la lucha de la mejora
de los derechos y condiciones de la clase trabajadora».
Aplaudible
y loable decisión, porque la figura de este obrero agrícola, comprometido con
su clase, no es más que la continuación de una lucha secular llevada a cabo por
innumerables, insignes e ilustres trabajadores y trabajadoras, representados
hoy todos ellos por este otro HIJO PREDILECTO DE VILLAMARTÍN, CRISTÓBAL
RAMOS ARMARIO.
Notas
(1) Kaplan, Temma: op. cit. pág. 166 y 181,
Barcelona, 1979.
(2) Ibídem, pág. 218.
(3) Calero, Antonio M.ª: Movimientos
Sociales en Andalucía, pág. 159, Madrid, 1975.
(4) Romero Romero, Fernando: La UGT en la
Sierra de Cádiz: Villamartín (1931-1936), trabajo de investigación inédito.
(5) Romero Romero, Fernando: Guerra Civil y
represión en Villamartín, en prensa.
(6) Por entonces se suscitaron las gestiones
que de años atrás se venían promoviendo para que un día fuese realidad la
puesta en riego las tierras del término municipal de Villamartín conocidas por
Los Llanos, cuya extensión abarca 3.054 hectáreas. Cristóbal, desde su
concejalía de agricultura, impulsó los trabajos para conseguir lo que será el
mayor logro socioeconómico de este siglo, en beneficio del pueblo. Él −Cristóbal−
siempre luchó por todo cuanto podía significar un beneficio para su pueblo,
máxime si éste repercutía en la mejora de puestos de trabajo que permitiera al
obrero agrícola sacudirse el lastimoso subsidio de desempleo y obtener un
trabado permanente y digno.
(7) Diario de Cádiz, 21 de enero de 1987. El
decreto aumentaba de diez a veinte el número de jornadas trabajadas para poder
acceder al subsidio agrario.
(8) FTT-UGT de Cádiz, n° de salida 188/89.
© del
texto, Antonio Mesa Jarén, Pbro.
© de
las imágenes, lo mencionado en los pies de foto.
© de
la publicación impresa, Hijos ilustres y personas relevantes en la historia
de la muy noble y muy leal villa de Villamartín. Ayuntamiento de
Villamartín, 1999.
© de
la publicación on line «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez».
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