martes, 16 de octubre de 2018

Setenta años del rodaje de la película Olé Torero en Villamartín (1948)


Extraído y adaptado del artículo «Aquel rodaje de la película Olé Torero, 1948», de Juan José Gómez Vidal, publicado en el Libro de Feria de Villamartín de 2005.

«Cada vez que nombramos este film, nos vienen a la memoria momentos y conversaciones que de una manera u otra nos han acercado ese hecho ocurrido en nuestra localidad allá por 1948. Casi todas esas historias variopintas nos han llegado de forma oral a través de nuestros familiares y amigos que estuvieron presentes aquel día en ese acontecimiento que de alguna manera sirvió para hacer olvidar los tenebrosos momentos de una sociedad rota, acuciada por los racionamientos y por las necesidades vitales de aquella España de la posguerra.
»Los tres minutos de rodaje grabados en Villamartín de la película Olé Torero, dirigida por Benito Perojo, nos da una rápida visión, no solo arquitectónica y del callejero de nuestra localidad, sino, que además, hace un retrato fidedigno de nuestra organización social y nuestro ambiente festivo-cultural. Las escenas son pues, el reflejo de lo que era la España del momento.

»Cuando aparece el protagonista, Luis Sandrini (Buenos Aires, 1905-1980), almorzando en un lujoso restaurante, muchos creyeron que el antiguo edificio de los Sindicatos, situado en la Plaza, tenía en su interior tal comedor, ya que desde él sale al balcón de la vivienda (ahora si de Villamartín) y encuentra que tiene una gran multitud vitoreándole y jaleándole. En estas escenas podemos divisar la primera toma de Villamartín, donde se aprecian la entrada de las calles Malteses y del Santo, la esquina del antiguo Sindicato y el café Morales.

»Pero sin duda la toma más conseguida es el descenso desde la parte superior de la calle Subida a la Iglesia, pudiendo advertir con perfecta claridad la arquitectura de la parroquia y su torre, la plaza de abastos y las edificaciones del entorno, bello retrato de la idiosincrasia de este pueblo blanco. La multitud cubre la calle y vemos como la banda de música abre el cortejo que pasea triunfal al torero. Me contaba el amigo Manuel Fraile Toribio que no eran músicos de verdad, solo extras con los uniformes.

»Tras ello, la representación de las «fuerzas vivas», alcalde a la cabeza, saluda al protagonista y le da la bienvenida (1). Finalmente, de nuevo la multitud toma a Sandrini y pasan a agasajarle en un paseo triunfal calle San Francisco abajo, que está ya repleta por la muchedumbre, que sin asfalto aún, nos detalla una estampa singular y propia de los pueblos de aquellos años» (2).

Son pues estas las únicas cuatro escenas que alberga el film y que retrata al Villamartín de aquel entonces, pero fueron suficientes para que a partir de ese momento se empezaran a contar mil y una historias al respecto.

Mateo Conde Jiménez me aporta esta anécdota:
· «El actor de reparto Manolo Morán (según la versión de mi padre), acudió a su zapatería para arreglar uno de sus zapatos que le hacía daño en un juanete. Era hombre afable y de pinreles majestuosos, por lo cual, tuvo que meterle al zapato en cuestión una horma especial y hacerle un molde para acomodar el prominente abultamiento. Quedó tan satisfecho con el trabajo artesanal, que, se encargó unos zapatos a medida para que se lo enviaran por Correos a Madrid».

El blog Er Desván, nos relata otras dos:
· «Cuando pasean a hombros a Sandrini por la localidad, hubo un extra-guasón que le metió el dedo en determinada zona, sagrada por naturaleza, del cuerpo del artista. Esta [anécdota] me suena más a leyenda urbana que a otra cosa, dado que un rodaje de esa envergadura no invitaba precisamente a la descortesía».
· «La segunda [leyenda] de ese rodaje fue -está corroborado por familiares de intervinientes- el robo de la cartera y el reloj de cadena de este actor argentino, que tiene más verosimilitud que la indecencia anterior, y que lo justifica la necesidad de esos malos tiempos por el hambre y la miseria».

· Jose Bernal Cisuela en Villamartín. Imágenes de un Siglo I escribe:
«Además de los curiosos que actuaron de público, otros vecinos participaron en el rodaje desempeñando papeles específicos, como el de alcalde de la villa, representado por José Romero Pavón (3), al cual siempre que lo veía le decía lo mismo, “ha sido usted el alcalde más popular y conocido de Villamartín, porque ha recorrido el mundo, viéndoles millones de personas desempeñar el cargo”».

· «Otro vecino —sigue comentando Pepe Bernal— fue M. Gilabert Márquez, como director de la [ficticia] banda de música que acompañaba al torero por la población».
· «Incluso parece ser que un vecino de Villamartín se le acabó conociendo figuradamente con el nombre del protagonista, Sandrini».

· Rafael Giráldez Chacón nos aporta este comentario:
«Me acuerdo de una algarabía tremenda bajando desde la Plaza hasta el llano de Los Amarillos. Corríamos detrás de los que llevaban a hombros a Sandrini (yo tenía ocho años y vivía en la calle Mataderos, detrás del garaje de Los Amarillos). Esta calle fue escenario habitual del rodaje y recuerdo totalmente lo del dedo en el ano, acto que achacaban a un tal… [lo dejamos ahí]».

Extracto del pie de foto publicado por José Bernal en Imágenes de un Siglo I a esta impresionante fotografía de autor desconocido y de la colección de Pepe Bernal. Yo creo que sería realizada por alguno de los fotógrafos que acompañaba al equipo técnico y después enviada al Ayuntamiento, su encuadre y perspectiva del rodaje son magníficos. «Presenciamos una escena festiva, correspondiente a la película Olé Torero. Aquel día de octubre de 1948 fue un día de fiesta inesperado. El rodaje se inició por la mañana y no terminó hasta la tarde. Pocos almorzaron a su hora: las mujeres que iban a la compra no regresaron a sus casas hasta que terminó el espectáculo imprevisto. Curiosamente, el quiosco de calentitos que se ve es el de Joselito, que no tenía su emplazamiento habitual ahí, sino en la puerta de la plaza de abastos [donde posiblemente estorbaría a la comitiva], cuya fachada vemos a la izquierda. Un día feliz para el pueblo del bisiesto 1948, el cual lógicamente quedó reflejado en las coplas del restringido carnaval de aquellos tiempos. El protagonista del filme y su director encontraron en Villamartín una eficiente colaboración y Olé Torero quedó fijado como un agradable recuerdo en la crónica de la villa».

Quedan algunas incógnitas sobre esta película rodada en parte en Villamartín, principalmente saber qué condiciones se encadenaron para que Benito Perojo se fijara en nuestro pueblo.

(1). El villamartinense Juan Moreno afirma que el señor alto que está justo detrás del actor que representa al alcalde es su abuelo José Romero.
(2). A José Luna, popular barbero de Villamartín más conocido por El Menúo, le gustaba contar que salía en la película saltando con un trapo en la mano bajando por la calle San Francisco. Revisando esas imágenes efectivamente aparece ese «salto».
(3). El papel de alcalde en la película lo ejerce el actor José Franco, por lo que no se entiende muy bien esta afirmación, por otra parte confirmada por otras personas que atestiguan que José Romero Pavón actuó en la película como extra y en papel de alcalde. Tampoco se puede confundir con el alcalde real en ese momento de Villamartín que era Adolfo Blanco. (Ver nota 1).

Por su interés, aportaciones y aclaraciones incluyo esta breve crónica de Mateo Conde Jiménez.
«Me contaba mi padre anécdotas del día que se rodó la película Ole Torero, pues él, con otro amigo, estaba metido en el bullicio que se arremolinó alrededor del actor Luis Sandrini cuando lo tomaron a hombros para pasearlo por la Plaza.
En ningún momento en los que se paseó a hombros, nadie osó introducirle el dedo por el oscuro cuarto trastero; según cuenta el dicho popular de la leyenda urbana que se extendió por el pueblo como el polen en primavera. Sí me afirmaba mi viejo, que cuando paseaban a hombros al actor, se podía palpar un trasero prominente que destacaba en sobremanera entre la fina tela de su traje de lino. Uno de los que lo portaba, que fue un amigo y compañero de correrías inseparable, aprovechando el revuelo y con ganas de guasa, le propinó a Luis Sandrini un pellizco en el majestuoso glúteo, por lo cual, el actor, aguantó estoicamente el flagelo momentáneo del cachondo de marras, mascullando entre dientes que "jamás olvidaría el nombre del pueblo". También, me comentaba mi viejo, con cierta ironía sazonada con sal gorda, que aquel pellizco quedó marcado como tatuaje en brazo de legionario.
Lo del robo de la cartera y el reloj, fue una falacia descomunal, pues, aunque el hambre y la miseria apretaban fuerte, los honrados de alpargatas que se apiñaban en las empedradas calles del pueblo, solo se divirtieron con la escena de la película en un pueblo donde nunca ocurría nada especial.
Así fue, como mi padre y su entorno más cercano de amigos, narraban la curiosa y divertida historieta del rodaje de la película y de todas las peripecias curiosas que ocurrieron alrededor del evento cinematográfico».

Versión de esta entrada en PDF. Enlace.
Vídeo sobre el rodaje en Villamartín. Enlace.
Sinopsis de la película. Enlace.

© del texto, Pedro Sánchez Gil, excepto los entrecomillados de Juan José Goméz Vidal, José Bernal Cisuela, Rafael Giraldez, Mateo Conde Jiménez y blog Er Desván (Jenu).
© de las imágenes. Cartelería obtenida en internet, capturas procedentes de la digitalización de la película. Fotografía del libro Villamartín. Imágenes de un Siglo I.
© de la publicación «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez»

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