El pasado 23 de septiembre se cumplieron sesenta años del pavoroso incendio que
destruyó cerca de cincuentas chozas de pasto en La Fuentezuela. Aunque en los
alrededores del pueblo siempre existió este tipo de vivienda (Cuartos de
Borrego, El Barrero, Los Areniscos, Fuentevieja, La Tenería…), es en la década
de 1930 cuando parece ser comienzan a proliferar en terreno público a lo largo
de la Cañada Real de Sevilla, la Cañá,
hasta formar una auténtica barriada de carácter marginal que alcanza su
culminación en cuanto a número en la década de 1950; hasta 140 unidades se
llegan a señalar en algunas fuentes consultadas, que con la máxima anarquía constructiva
se arracimaban a los largo de las actuales calles de La Fuentezuela y La Palma,
desde Los Ruedos hasta el mismo cementerio.
El uso de material vegetal para su construcción
hacía propicio el incendio, de ahí el extremo cuidado de sus habitantes por
evitarlo, haciendo el fuego fuera y llevando al interior solo las brasas. Pese
a esas medidas, de vez en cuando salía ardiendo alguno, pero lo ocurrido
durante la Feria de San Mateo de 1958 fue un gran desastre que se cebó en las
familias más humildes de Villamartín. Recurro a la fuente más directa para
contar lo ocurrido, el acta de la sesión extraordinaria celebrada al día
siguiente del suceso, el 24, a las doce de la mañana, bajo la presidencia el
alcalde Adolfo Blanco.
«Declarado abierto el acto por la Presidencia, se
informa por ésta, que en el día de ayer a las quince horas, se produjo un
incendio en parte de la barriada de la Fuentezuela, siendo pasto de las llamas
cuarenta y cinco viviendas de personas modestísimas, que han quedado sin hogar
ni ajuar, creando el consiguiente problema, cuya solución ha de hacer frente
este Ayuntamiento. En el momento de ocurrir el suceso se encontraba presente en
la población [posiblemente en la Caseta Municipal donde llegan las primeras
noticias] el Excmo. Sr. Don Álvaro de Domecq y Diez, Presidente de la Excma.
Diputación Provincial, el cual haciéndose eco del pavoroso siniestro, gestionó
de las Autoridades Superiores la atención de urgencia necesaria, consiguiendo
que los damnificados se alojaran provisionalmente y por espacio de un mes en el
poblado denominado Coto de Bornos [que en ese momento estaba en construcción y
deshabitado aún]. Además [consiguió] el desplazamiento a ésta de un equipo de
bomberos del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, gracias al cual fue posible
sofocar definitivamente el incendio».
Se sabe por fuentes orales que el incendio se
originó de forma fortuita (no todos están de acuerdo con esta afirmación) en el
inicio de la actual calle de La Palma y favorecido por el viento avanzó,
saltando de chozo en chozo, hasta las cercanías del cementerio. De las primeras
chabolas se quemó todo o casi todo, pero de las siguientes se pudo sacar el
escaso mobiliario y ajuar que es amontonado al borde de la cañada. La fotografía
cedida por Elisa Blanco, hija del alcalde don Adolfo, realizada la tarde del 23
es muy elocuente y aún parece desprender el olor a humo. Vemos el tramo final
de la barriada hasta donde llegó el incendio y los pocos chozos que se salvaron
en esa zona. Una mujer pensativa parece no creerse lo ocurrido con su vivienda aferrándose
a lo salvado. El atuendo de las personas nos indica la coincidencia del
desastre con uno de los últimos días de Feria.
Antes que llegaran los bomberos de Jerez y apagaran
las últimas llamas se organizaron los mismos vecinos pronto secundados por la
policía municipal y por los guardias civiles más números que los primeros.
Cuentan que ambos acudieron con prontitud, a la vez que sacaban «voluntarios»
de los bares para ayudar. Sin medios ni elementos contraincendios su labor
debió estar enfocada a evitar víctimas (solo hubo lesionados leves) que se
quedaran atrapadas entre las llamas en su intento por salvar sus pocos enseres,
establecer algún tipo de barrera en el lugar apropiado y evitar la propagación,
como así ocurrió, y organizar al personal que luchaba contra la gran hoguera.
La corporación municipal agradeció esta «eficaz y rápida intervención» mandando
el escrito adjunto al coronel jefe del 37 Tercio de la Guardia Civil en Cádiz.
Continúa el acta: «Los Sres. Capitulares,
considerando las razones expuestas y apreciando en su justo valor la
importancia del siniestro, adoptaron por unanimidad los siguientes acuerdos:
1º. Que las 58.677 pesetas que existen en cuenta de
valores, independientes de presupuesto, procedentes de las rentas de las Casas
Baratas, se destinen como donativo de este Ayuntamiento a la suscripción
pública abierta por la Alcaldía.
2º. Designar una Comisión Pro-damnificados que
administrará estos fondos. [Aparece una relación de personas encabezadas por el
alcalde, varios concejales, el párroco don Manuel Jiménez Sutil, varios
propietarios y la delegada local de la Sección Femenina]».
Como vemos el acuerdo del pleno extraordinario del
día 24 tuvo su repercusión ese mismo día (menos de 24 horas después del
incendio) en un bando de alcaldía abriendo una «suscripción pública con destino
a los damnificados». El pueblo de Villamartín parece ser que respondió
positivamente a esta petición volcándose tanto particulares como entidades y
asociaciones con la entrega de aportes en metálico, ropa y mantas. Los fondos,
bien administrados, dieron para socorrer a los afectados en los primeros momentos.
Pero también para ayudar a edificar 18
viviendas sociales construidas por el Patronato Social José Antonio al final de
la Avenida (La Tenería), entregadas solo nueve meses después del incendio.
(Libro de Feria de 1959).
Volviendo a día 23 de septiembre y a la terrible
tarde, mostramos esta otra imagen de desolación, de corrillos que comentan la
terrible desgracia. Volvemos a encontrarnos con una vestimenta en los vecinos
que contrasta con el triste entorno: niños varones y hombres trajeados, mujeres
con vestidos festivos y niñas acicaladas de domingo con calcetinitos blancos en
una tarde de Feria Ganadera de San Mateo, por cierto tremendamente calurosa. He
contrastado datos meteorológicos de Sevilla, Jerez y del Servicio Meteorológico
Nacional que nos marcan una temperatura máxima de unos 34-35ºC para Villamartín
y vientos variables con predominio de sur y sureste, corroborados por la
humareda que sale de los restos de casa de mampostería y cubierta vegetal,
precisamente la alineación que presentaban los chozos sobre la cañada. Ello
favoreció, junto a la anárquica forma de construir que las endebles viviendas
fueran cayendo una tras otra a partir del punto de ignición.
Ya sabemos que Adolfo Blanco y Álvaro Domecq
acudieron inmediatamente a la barriada afectada, pero seguramente, y una vez
controlado el incendio, vieron que su puesto era más operativo en el
ayuntamiento. La pequeña centralita telefónica local debió quedar en exclusiva
para las autoridades que supieron contactar con importantes mandos nacionales
(pienso que algún ministro) para conseguir que la desgracia del lejano y
desconocido pueblo gaditano fuera tratada ¡en el Consejo de Ministros del día
siguiente, sí, del 24! Además del Decreto de fecha 24-9-1958, el día 25, el ABC,
que recogía la noticia enviada por el corresponsal José Bernal, daba a conocer
las resoluciones del Consejo de Ministros del día anterior: «Vivienda. Acuerdo [del Consejo de
Ministros] por el que se concede la construcción de cincuenta viviendas de tipo
social a Villamartín, para atender a los damnificados del incendio del barrio
de la Fuentezuela». Increíble la prontitud y eficacia. Esas viviendas fueron
también adjudicadas y construidas con toda rapidez por el Instituto Nacional de
la Vivienda, siendo entregadas un año después dando estructura a una nueva
zona: la barriada Domecq, en honor al político. Se cumplió la promesa que un
vecino aún recordaba: «Tantos chozos quemados, tantas casas hechas».
La tercera imagen que poseemos nos muestra la
actuación de los bomberos de Jerez en una zona próxima origen del incendio. Se
observan varios de los chozos no afectados por tener el viento en contra. La
noche del 23, el día 24 con su noche y quizá alguna más, los afectados la
pasaron como pudieron, muchos al raso, cerca de sus pertenencias, la
benevolencia de las temperaturas lo permitía; muchos fueron acogidos por
familiares y en algún edificio municipal. No sé en qué proporción, un grupo
pasó al Coto de Bornos, en esos momentos en construcción, a las viviendas ya
terminadas, en principio por un mes, aunque se prolongó en el tiempo en algunos
casos. En un escrito de abril de 1963 el Instituto de Colonización se queja
ante el alcalde de Villamartín «que el alojamiento se hizo de forma
provisional, pero que después de cinco años [algunas familias] se han
beneficiado de hospedaje gratuito sin preocuparse de resolver su transitoria
situación».
Tres chozos fotografiados a finales de 1962 por José
Jiménez González, Blancanieves, alguno de ellos reconstruido tras el incendio.
Pese a que un bando de la alcaldía del 29 de
septiembre hace saber «que con motivo del reciente siniestro ocurrido en la
Fuentezuela, las Autoridades Superiores han prohibido terminantemente la
construcción de nuevos chozos…», lo cierto es que la barriada se rehace con
rapidez. A algunos no les apetece trasladarse al Poblao pese a la gratuidad, otros ven como con la numerosa prole
que tenía por entonces cada familia se complica la convivencia con los
parientes; para muchos es inviable optar a una de las casitas de Domecq porque
llevaban implícita una cantidad de entrada y una pequeña mensualidad. Ante esta
tesitura optan por desobedecer, limpiar las cenizas de su solar y levantar una
nueva chabola en algunos casos mejorada con cerramiento de mampostería y
cobertura vegetal, a la espera de tiempos mejores para cubrirla de teja. Hay
datos de 1963 que fijan el número de «chozos y chabolas de pasto» en 108 ¡solo
en La Fuentezuela!, más otros catorce repartidos por El Barrero, El Coladero y
Los Areniscos.
Remito a los lectores al capítulo «Los Chozos y sus
habitantes» de mi autoría, inserto en el libro Villamartín. Imágenes de un Siglo III donde pueden ampliar la
información sobre la barriada de la Fuentezuela, que sesenta años después del
trágico incendio muchos siguen llamando Los Chozos.
Versión
de esta entrada en PDF. Enlace.
© del texto Pedro Sánchez Gil
© de las imágenes:
· Las tres
del incendio cedidas por Elisa Blanco, dos de ellas publicadas en Villamartín.
Imágenes de un Siglo.
· Los tres chozos de pasto, inéditas de José Jiménez
González, Blancanieves.
· El resto, lo referenciado en los pies de foto y
comentarios.
© de la publicación, «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez»
-Como colaboración y complemento a esta publicación ofrezco la crónica publicada por Matt Conde, testigo con 10 años del incendio de Los Chozos. Enlace.
-Como colaboración y complemento a esta publicación ofrezco la crónica publicada por Matt Conde, testigo con 10 años del incendio de Los Chozos. Enlace.
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