viernes, 22 de junio de 2018

Don Alejo y las Conferencias de San Vicente de Paúl


Por Manuel Vidal Jiménez

Don Alejo Gutiérrez. Col. J.M. Álvarez Benítez
Don Alejo Gutiérrez García de Perujo, nacido en Méjico en 1846, arribó a Villamartín bien entrado en años, tras su paso por París donde adquirió una sólida y refinada formación, instalándose en la casa nº 10 de la calle Botica. El 28 de junio de 1871 contrajo matrimonio con doña Catalina Holgado Retes, actuando como sacerdote celebrante don Sebastián Ramos y Gamero y como testigos don Francisco de Paula Gutiérrez y don Juan Guzmán y Sánchez. No tuvo el matrimonio descendencia, motivo por el que acogieron en su casa a la niña Catalina Santaella.

Intervino activamente en la vida cultural y política de Villamartín, llegando a ser alcalde (1896-1897), y teniente de alcalde con don Joaquín Carredano Gutiérrez, en una época en la que se construyeron la Alameda, la Plaza de Abastos y se favoreció la llegada de las Hijas de la Divina Pastora. Años más tarde contactó con las Conferencias de San Vicente de Paúl que se dedicaban a la visita, cuidado de enfermos y a ayudar a los pobres, manteniéndose a expensas de las limosnas y aportaciones del vecindario. Impresionado por su labor, el 4 de octubre de 1919 realizó un testamento ológrafo por el que donaba a esta Institución el cortijo El Albercón, con una extensión de 432,5 fanegas de tierra y caserío.

Casa de la calle Botica. Pedro Sánchez
El 3 de marzo de 1920 falleció a la edad de 74 años de una afección cardíaca, siendo enterrado al día siguiente (2). Su testamento ológrafo fue elevado a escritura pública el 21 de mayo de 1920, y el 20 de diciembre del mismo año, sus albaceas, don Joaquín Carredano y don Miguel Vázquez (casado con hija adoptada, Catalina Santaella), otorgaron escritura notarial a favor de las Conferencias de San Vicente de Paul, representadas por el sacerdote don Antonio Benítez Saavedra (que actuaba en nombre del albacea testamentario don Fernando Meana Medina según poder otorgado en Madrid ante el notario don Gonzalo Ocampo Becerra el 13-10-1920) y la presidenta y secretaria de la citada Asociación doña Isabel Penn Doblas y la señorita Fabiana Íñigo Mateos, ante el notario de Villamartín don Martín Fernández Escudero (3).

Finca El Albercón. Andrés Jesús Espinosa
En el citado testamento destacan como voluntad del testador el que «con su producto se atienda al socorro de los necesitados», que «su administración y dirección radique en la Superioridad Eclesiástica de la Diócesis, que de acuerdo con la de Villamartín a la par que con la Junta Directiva de la referida Asociación, procedan a cumplir los fines benéficos» y que «en caso de desaparición de las citadas Conferencias la Autoridad Diocesana continúe aplicando el legado en beneficio de los necesitados de la localidad». También incluyó en su testamento que se destinaran anualmente doscientas pesetas para emplearlas en la Lotería de Navidad y de ser premiada destinar su importe en la fundación de un establecimiento benéfico para el alivio de los menesterosos.

Con este legado las Conferencias de San Vicente, a partir de entonces, contaron con un patrimonio con el que los pobres e indigentes de Villamartín se vieron aliviados en sus fatigas y problemas. Atrás quedan pues, los años de hambre y miseria de la postguerra en los que un grupo de mujeres con su presidenta doña Lola Álvarez al frente, y años más tarde con doña Gloria Ruiz, mi propia madre después y en un pasado más reciente con doña Catalina Cadenas, ejercían su labor por parejas visitando cada jueves a las personas más desfavorecidos de la sociedad de Villamartín, interesándose por sus problemas, por sus enfermedades, por sus necesidades y ayudándoles a resolverlas, porque su misión no quedaba reducida a llevarle medicamentos, alimentos, mantas, etc., sino también algo que es más importante, ese rato de compañía que esperaban los enfermos con ansiedad y anhelo. Cuando escribo esto, me parece estar viendo a Montañas González, a Josefita Puerto, Jerónima de la Rosa, Consuelo Fraile, Teresa Durán, Mercedes Chacón, Isabel Girón, Rosario Troya, Ana María Álvarez, etc., cruzando los jueves por la tarde las calles de Villamartín, y a partir de la década de los 50, también los domingos a Luis Mozo, Vicente Jarava, Juan Regordán, Esteban Rubiales, Manolo Íñigo, etc.

Y también vienen a mi mente, aquellas campañas de Navidad en las que las Conferencias se volcaban con los pobres, con los enfermos, con los más necesitados de nuestro pueblo en una auténtica explosión de caridad y amor. Recuerdos imborrables de mi infancia y juventud, porque aquellas personas influyeron con su ejemplo de forma decisiva en la formación de muchos adolescentes de aquel tiempo. ¡Cuántas y cuántas veces fui testigo del amor con que aquellos hombres y mujeres acudían a visitar a los enfermos e impedidos! ¡Cuántas y cuántas veces vi a mi madre, a Dolores Contreras, a Montañas, etc., acudir presurosas y en cualquier momento, a interesarse por las necesidades de los más humildes! ¡Cuántas y cuántas veces vi cómo sacrificaban sus ratos de ocio para llevar un poco de consuelo a aquellos ancianos que no sólo no tenían pan que llevarse a la boca sino tampoco amor y cariño de familiares por estar ya solos en este mundo! ¡Cuántas y cuántas cosas podría decir de aquellas personas que con tanto ahínco se volcaban con las Conferencias y en definitiva, con los pobres y enfermos! ¡Cuántas y cuántas cosas observé que llegaron a lo más profundo de mi corazón de niño y en mi adolescencia! ¡Hasta el parto de forma imprevista en la sala de mi casa de una mujer sin techo! Era una labor la de aquellas personas, mujeres y hombres, callada, sin aparatosidad, pero eficaz y solidaria.

Viviendas de la calle Huelva. Pedro Sánchez
Con el correr de los años las estructuras de la sociedad cambiaron y se impuso actuar en otro sentido. Y, sin olvidar la atención a los enfermos, a partir de 1970 las Conferencias se embarcaron en la construcción de viviendas para personas humildes. Y así surgieron nueve en la calle Huelva, cuatro en la calle Palma, diez en Bellavista San José, seis en la Fuentezuela, se rehabilitaron otras, se contribuyó a la construcción de la Guardería Infantil en los Areniscos y a las viviendas para el coadjutor, salón parroquial, etc.

Hoy las circunstancias socio-económicas de nuestro pueblo son otras, pero también siguen existiendo pobres, familias hacinadas en viviendas húmedas e insalubres, familias que carecen de lo más indispensable, y enfermos que requieren ser atendidos en sus necesidades. Y también hoy como antaño, las Conferencias siguen implicadas en la labor de socorro de los menesterosos como deseaba don Alejo, y pasados aquellos años difíciles marcados por crisis de subsistencias y de penuria económica, siguen ejerciendo la labor callada y solidaria, impregnada de humanismo cristiano, a veces poco visible a los ojos del pueblo desde los años en que se hizo la patente mejoría económica en el país, por lo que puede decirse que las Conferencias de San Vicente de Paul han constituido «la mayor obra humanitaria y social de Villamartín a lo largo del siglo XX».

Desaparecida guardería El Manantial
(1) Libro 12 de matrimonios, folio 132 del archivo de la iglesia parroquial.
(2) Libro de defunciones de la iglesia parroquial, folio 105, vuelta.
(3) Registro de la Propiedad de Arcos de la Frontera, tomo 152, finca 58 triplicado, folio 100, vto.







© del texto, Manuel Vidal Jiménez. Procedente del artículo publicado en el Libro de Feria de 2002.
© de las imágenes. Lo citado en los pies de foto. Su procedencia también está vinculada a los libros de Imágenes de un Siglo.
© de la publicación, «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez».

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