Un
trabajo de Juan Troya Pérez y Pedro Sánchez Gil publicado en el Libro de Feria
de 2021.
«Ni
está el mañana —ni el ayer— escrito» (A. Machado).
Una de las imágenes más representativas del asalto al Congreso de los Diputados. Vemos al teniente coronel Tejero, pistola en mano, intimidando a los diputados. De espaldas, abajo a la derecha, el general Gutiérrez Mellado (EFE).
Posiblemente
uno de los hechos más grave que vivió la llamada Transición española, tras la
cual quedó atrás el régimen dictatorial del general Franco pasando a regirnos
por una Constitución —la de 1978— que restauraba la democracia, fue el conocido
como intento fallido de golpe de Estado del 23F. Ese día, el 23 de febrero de 1981,
concretamente a las 18:23 horas, un numeroso grupo de guardias civiles asaltó
el Congreso, mandados por el teniente coronel Antonio Tejero, «…el español
terrible, / que acecha lo cimero / con su piedra en la mano».[1] En ese momento se
desarrollaba una votación para la investidura del candidato a la Presidencia
del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, que debía suceder a Adolfo Suárez, tras su
dimisión del mes anterior. Algunas emisoras de radio retransmitían la votación
por lo que el hecho se conoció en toda España en directo. Por entonces era muy
normal que la radio estuviera conectada en casas, restaurantes, bares, tiendas…
que con gran alarma contó los graves acontecimientos. Con miedo y preocupación
el pueblo de Villamartín abandonó la calle, cerrando gran parte del comercio, y
se refugió en sus casas, siguiendo los acontecimientos principalmente por la
radio (fue conocida como «la noche de los transistores»), ya que un grupo
militar armado ocupó TVE cesando la emisión de noticias. La noche se hizo muy
larga, llegando referencias cada vez más alarmantes: declaración del estado de
excepción en Valencia por parte del General Jaime Milans del Bosch, con más de
sesenta carros de combate y unos dos mil militares de la División Maestrazgo
recorriendo sus avenidas; apartar de su escaño, trasladándolo a otra
dependencia al presidente Suárez, al ministro de Defesa Gutiérrez Mellado, al
líder socialista Felipe González y a Santiago Carrillo, líder comunista; teóricas
sumas de varias regiones militares, entre otras Sevilla, al golpe; rumores
sobre movimientos de la División Acorazada Brunete en Madrid… Por fin, pasada
la una de la madrugada, Radio Nacional y TVE emitieron un discurso institucional
del rey Juan Carlos I que, vestido con uniforme de capitán general de los
Ejércitos, se dirigió a la nación para situarse en contra de los golpistas y
defender sin fisuras la Constitución española. Con cierta tranquilidad la
mayoría de los españoles se fueron a la cama, aunque como veremos, algunos
villamartinenses no consiguieron conciliar el sueño esa noche, sobre todo los
más ancianos, que no podían apartar de su cabeza los acontecimientos que
siguieron al golpe de Estado de julio de 1936.
El periódico El País, solo tres horas después, sacó una edición especial, siendo, en principio, el único que se posicionó en contra del golpe, con el titular «El País con la Constitución». A lo largo de esa noche y, sobre todo ya de madrugada, llegaron otras ediciones especiales de la prensa española. Así, ABC, tituló «Asalto armado al Congreso»; Diario 16, «Fracasó el golpe»; El Alcázar destacó «Mensaje del rey a la nación española»; nuevamente El País, en una edición posterior a la ya señalada, «El intento de golpe de Estado, en vías de fracaso»; El Periódico de Cataluña «Un grupo golpista de guardias civiles toma el Parlamento»; y por último así lo vio The Times «Rebel Spanish troops hold 350 MPs hostage in Parliament (Tropas rebeldes españolas retienen como rehenes a 350 diputados en el Parlamento)».
Según
conclusiones que se extraen del juicio celebrado en 1982 contra los golpistas,
un arcense, el entonces coronel Joaquín Vázquez García, casado con una
villamartinense y secretario del director general de la Guardia Civil Aramburu
Topete, estuvo presente en el llamado «incidente entre Aramburu y Tejero», por
el que el primero pretendía que el teniente coronel golpista depusiera su
actitud y liberara al Congreso de Diputados del secuestro. Al día siguiente,
una vez resuelto el incidente, acompañó a Aramburu en su calidad de secretario
para proceder a la detención de Tejero.
Grupo de concejales de la primera corporación municipal democrática. Aparecen en la fotografía Fernando Romero Romero (UCD), Francisco Delgado Camacho (UCD), Francisco Ramírez Ruiz (UCD), Cristóbal Ávila Molina (PCE), Luis Mozo Durán (PSOE), Ana María Alpresa García (UCD) y Basilio López Vázquez (UCD). (Imágenes de un Siglo II).
Muy
resumidos los hechos a nivel nacional, pasamos a centrarnos en cómo vivió
Villamartín esa tarde y esa noche, que es el verdadero sentido de este
artículo. Las primeras elecciones municipales democráticas habían tenido lugar
en nuestro pueblo el 3 de abril de 1979; fue el primer posicionamiento de los
partidos políticos y coaliciones locales, que trataron de medir sus apoyos ante
una sociedad que mantenía grandes dudas sobre su voto. Vivimos la novedad de
los mítines en la Plaza y barriadas, los panfletos propagandísticos y los
carteles colgados con las fotografías de los candidatos. Los resultados, en
cuanto a concejales obtenidos, fueron los siguientes:
Unión
de Centro Democrático (UCD): 6 / Partido de los Trabajadores de Andalucía
(PTA): 5 / Partido Socialista Obrero Español (PSOE): 3 / Partido Comunista de
España (PCE): 2 / Coalición Democrática (CD): 1.
Tras las oportunas reuniones para formar mayorías, la izquierda, fuertemente representada (PTA, PSOE y PCE) en un acto de responsabilidad política, formó el primer gobierno municipal y, entendiendo la gestión política local de forma plural y generosa (muy lejos de la realidad de hoy) cedieron alguna concejalía a la UCD; así Francisco Ramírez Ruiz se hizo cargo de Agricultura y Francisco Delgado Camacho, Paco Delka, durante un tiempo de Hacienda. Finalmente salió electo como alcalde Antonio Pérez Vidal, número 1, aunque como independiente, en la lista del PTA. En cuadro adjunto los concejales que formaban la Corporación Municipal en febrero de 1981. A varios de ellos hemos podido entrevistar como protagonistas políticos de ese momento.
Cartel electoral de la candidatura presentada por el Partido de los Trabajadores de Andalucía (PTA). De arriba abajo: Antonio Pérez Vidal, Cristóbal Ramos Armario, Miguel Rete Rete, José Luis Rodríguez Lara, Antonio Cotrino Pérez y Manuel Alberto Peña y González. Salieron como concejales los cinco primeros. Col. Ernesto Rodríguez.
Aparte
de los partidos políticos ya nombrados, en febrero de 1981, el que realmente
capitaneaba la actividad política y sindical era el Sindicato de Obreros del
Campo (SOC), con cientos de afiliados y simpatizantes, del cual salieron muchos
de los concejales que se presentaron por el PTA. Sus principales líderes
llevaban años, incluso en plena dictadura, luchando por la dignidad y los
derechos de la clase obrera, principalmente de los jornaleros del campo, con
sus largas jornadas de trabajo y sus desplazamientos fuera de Villamartín como
temporeros: «…¡cuántos siglos de aceituna / los pies y las manos presos / sol a
sol y luna a luna / pesan sobre vuestros huesos!».[2] Se manifestaban muy a
menudo, protagonizando encierros en el ayuntamiento, continuas asambleas en la
Plaza, algunas ocupaciones de fincas y enfrentamientos con las fuerzas del
orden, especialmente con la Guardia Civil, principalmente dirigidos por el
líder sindicalista Cristóbal Ramos Armario, conocido por el alias familiar de El
Mocho, pero con continuas visitas de Paco Casero, fundador del sindicato y
alguna del alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo. Los políticos y
sindicalistas locales más preparados y comprometidos, seguían con preocupación
los acontecimientos y movimientos de la ultraderecha y de sectores del ejercito
que apuntaban a que podría producirse un golpe de Estado en cualquier momento u
otro tipo de salida antidemocrática. Eran conscientes que el precio a pagar por
el compromiso político en la defensa de los derechos y libertadas era y es muy
caro. Tras un arranque económico favorable con los Pactos de la Moncloa, fueron
muchos los contratiempos que sufrió el presidente Suárez que aguantó como pudo
hasta enero de 1981: gran crisis económica con una inflación desmesurada;
complicada articulación territorial autonómica del Estado; acciones terroristas
protagonizadas por ETA; y resistencia, por parte de diversos grupos de
ultraderecha, incluidos sectores del ejército, a aceptar el nuevo sistema
democrático; además del desmembramiento interno que se produjo en la UCD.
Mapa de isobaras y frentes correspondientes a esos días de febrero de 1981, donde destaca el potente anticiclón (AEMET).
La
mañana del lunes 23 de febrero amaneció soleada en Villamartín. Un persistente
anticiclón estaba propiciando una de las peores sequías sufridas por nuestros
campos. El otoño se mostró prometedor, dejando caer las primeras lluvias hacia
final de septiembre, se intensificaron en octubre y sobre todo en noviembre
(104 mm); pero mediados este mes se cortaron de forma radical por la ocupación
de la Península de un potente anticiclón que trajo una fuerte sequía invernal:
diciembre de 1980: 2 mm; enero de 1981: 0 mm; febrero de 1981: 6 mm y ya a
partir del día 26. En conversación mantenida con el agricultor Ramón Holgado
Retes, recuerda que los sembrados de cereales se secaron en pleno invierno.
Todo esto repercutió en la ruina de sembrados, escasos jornales y en la
intensificación de la lucha del mundo obrero, que ni siquiera podía coger para
rifar los clásicos «…espárragos, caracoles, tagarninas de la Sierra»[3]. Como mucho, como veremos
después, se cazaban zorzales para rifar por el pueblo y poder llevar algo de
dinero a casa. El Ayuntamiento encauzó lo que se llamaba «paro obrero o paro
comunitario» en el concejal más emblemático del SOC: Cristóbal Ramos Armario, el
Mocho, junto con Rodríguez Lara, con pequeñas obras locales de empleo muy
precario. En estas circunstancias cayó la tarde en el pueblo y las sombras
ocuparon la Plaza, donde un estand de una pequeña feria del libro, con la radio
puesta, informó y revolucionó en directo del golpe a los viandantes. Si el día
fue agradable (unos 18 ⁰C) la noche, como muchas de ese mes por la situación
anticiclónica, precipitó las temperaturas de madrugada hasta los 0 ⁰C
(disponemos de la temperatura mínima de Jerez, de la noche del 24 que fue de
solo 1 ⁰C). Esto quizá ayudara a que el pueblo se metiera en casa, oyendo la
radio y removiendo los braseros de cisco. Así nos lo confirmarán en algunas de
las entrevistas miembros del SOC.
Por
jóvenes que fuéramos y por mucho tiempo que hubiera pasado desde el golpe de Estado
contra la II República en 1936 (45 años), la alarma, el miedo a posibles ajustes
de cuentas entre antagonistas políticos pasó por las cabezas de todos. Sabemos
que se rescataron cartillas militares que nos indicaban el cuartel de
incorporación si se producía una orden de acuartelamiento; se localizaron, se
quemaron o al menos se prepararon para ello carnés de afiliación a sindicatos y
partidos de izquierdas; personas muy señaladas nos han reconocido que no las
tuvieron todas consigo durante las 6-7 primeras horas y decidieron cambiar esa
noche de domicilio, incluso de localidad.
Para
tener una mayor aproximación a la realidad hemos preferido entrevistar a un
buen número de los concejales, sindicalistas y otros cargos políticos para
conocer su versión directa, sus temores y sus preocupaciones, así como las
vivencias de esos primeros momentos del atardecer del 23F, cuando los tiros del
Congreso nos llenaron de pesimismo.
Grupo de jornaleros del SOC ante una pancarta en la plaza del Ayuntamiento de Villamartín. Col.: Enrique Pérez.
Ya
hemos comentado que la actividad sindical del SOC marcaba la acción casi
diariamente. Hemos podido entrevistarnos con algunos de sus miembros, unos
concejales y otros no, que coinciden plenamente en lo manifestado, ya que muchos
de ellos estuvieron juntos gran parte de la noche; sigamos una mezcla de sus
relatos, usando como base la de Antonio Núñez Cortés, de 29 años en 1981,
casado y con tres hijos, jornalero y afiliado al SOC. Además de con él hemos
hablado con José Luis Rodríguez Lara, de 27 años, casado y con un hijo,
jornalero y afiliado al SOC; Juan Marín, casado y con un hijo, jornalero y
afiliado al SOC; Miguel Rete Rete, 30 años, soltero, licenciado en Química,
profesor del IES Castillo de Matrera; Antonio Cotrino Pérez,
concejal-independiente por el PTA.
«Me
encontraba rifando unos zorzales en la Plaza, cuando me avisa la profesora de
instituto Carmen Casado, mujer de Pepe Parejo, también profesor de instituto,
de lo que estaba sucediendo en el Congreso. De inmediato me dirigí a la sede
del sindicato (actual oficina de Correos), allí, con caras de preocupación, me
encontré a muchos compañeros. Después de una reunión tensa por el momento que
estábamos viviendo, tomamos la decisión de no pasar la noche en nuestras casas,
junto a nuestras familias, para evitar riesgos, y quedar los compañeros del
sindicato en algún lugar reservado. Fui a despedirme de mi mujer y mis hijos, y
a recoger alguna ropa para pasar la noche. Fue un momento muy angustioso,
porque ese “hasta luego, hasta mañana” se podía convertir en un “hasta
siempre”.
Volví
a la sede, donde estaban los compañeros esperando, marchamos en primer lugar a
casa de mi hermano Bernardo, en Matrera, en las casitas de los albergues. Allí
nos encontrábamos inseguros, con poca capacidad de maniobra, viendo pasar
algunos Land Rover de la Guardia Civil, además de la cercanía del cuartel, por
lo que decidimos abandonar disimuladamente la casa y marchar a otra que se
encontraba en la calle Ebro 11, propiedad de otro compañero del sindicato, José
Jiménez, el Candela, que por entonces no estaba habitada. Allí pasamos la tarde-noche
once compañeros y compañeras, con las luces apagadas, con mantas, con un brasero
de cisco, y un transistor que susurraba las alarmantes noticias. Éramos: Andrés
Sánchez, Torero; José Sánchez, Vinagre; Manuel Copete, Martos; Miguel Núñez, Veneno;
Juan Marín; Manolo Zapata; José Jiménez, Candela; Manuela Núñez; Isabel Perea
Naranjo, Beli; Paco Casero, fundador del SOC, y yo.
Cuando
cayó la noche, Paco Casero, secretario general del sindicato, que se encontraba
en Villamartín para la organización de una asamblea, necesitaba hacer unas
llamadas telefónicas, y me pidió que lo acompañara a una cabina reservada,
fuimos a una cercana al matadero. Allí estuvo hablando unos minutos, creo que,
con Madrid, Barcelona y posiblemente con Sevilla, lo suficiente para informarse
sobre la situación general, y los riesgos reales que existían. Al terminar,
colgó, se dio la vuelta, me miró a los ojos con cara de preocupación, y me
comentó que “la cosa pinta muy mal, y me confirman que estamos en una lista
negra”, pero me pidió que para no preocupar más a los demás y tensar más la
situación en la casa, no comentara lo que me había dicho minutos antes. Regresamos
a la casa, e intentamos tranquilizar a los compañeros.
Pasamos
la noche entre el salón y el patio; con el cielo estrellado, todo era un mal
sueño, pero con la esperanza de despertar en un país mejor. La noche era muy
fría, posiblemente heló de madrugada. Con el discurso del rey, apoyando la
democracia nos quedamos más tranquilos, pero manteniendo muchas dudas por si
todo se volvía atrás. Salimos a la mañana siguiente de la casa, nos dirigimos
al Ayuntamiento para hablar con el alcalde y, desde allí, se improvisó una
manifestación apoyada por el sindicato que fue secundada por gran parte del
movimiento jornalero, comenzando en La Plaza, y al grito de “ustedes fascistas,
sois los terroristas” pasó por la calle del Santo y varias calles más del
pueblo, para volver a La Plaza y terminar en una asamblea. Quiero desmentir con
rotundidad los comentarios, posiblemente malintencionados, que se produjeron
días después, asegurando que esa noche nos escondimos y la pasamos en el
tarajal».
Añade
José Luis Rodríguez Lara «Siempre he militado en política, he tenido conciencia
de clase, desde que tengo uso de razón. En el servicio militar (la mili), ya
junto a algunos compañeros, nos organizábamos y hablábamos de política. Por eso
me afilié al PTA (Partido del Trabajo de Andalucía), siendo concejal en la
primera corporación municipal democrática 1979-1983, donde participé, junto a
Cristóbal Ramos en organizar el empleo comunitario».
Por
su parte Juan Marín quiere manifestar que «siempre he defendido los derechos
y la dignidad de la clase trabajadora, y en este caso de los jornaleros, ya sea
a título personal o afiliándome a un sindicato, en este caso al SOC, consciente
desde un principio del peaje que hay que pagar por ello, tanto en lo personal
como en lo familiar».
Mitin de Cristóbal Ramos Armario, el Mocho; le acompaña José Luis Rodríguez Lara, el Pantisco. 1976. Col. Isabel Ramos.
Sin
duda Cristóbal Ramos, el carismático líder sindical villamartinense, hubiera
sido una de las personas que más información nos hubiera podido aportar sobre
ese día, su temprano fallecimiento nos ha privado de ello. No obstante, hemos
hablado con Beli, su hija mayor, y nos ha sorprendido como, cuarenta años
después, guarda en su memoria perfectamente la tradición oral familiar. Nos
comenta: «Mi padre por entonces tenía 38 años y tres hijas, por seguridad
abandonó su casa para ocultarse en el domicilio de su compadre José Conejo, en
la calle Miño; mi madre, Concha Gil, decidió acompañarlo, no se iba a separar
de él en esos momentos, permaneciendo a su lado asumiendo lo peor. A mí y a mis
dos hermanas, para protegernos, nos llevaron a la casa de mis abuelos maternos
—a mi abuelo lo llamaban El Toniza— en la calle Subida a la Iglesia; allí
pasamos la noche, inconscientes como niñas que éramos de la situación tan
dramática que estaban vivienda mis padres, era el peaje que tenían que pagar
por gritar puño en alto: “pan, tierra y libertad”».
Miguel
Rete, concejal-independiente por el PTA y delegado de Cultura nos dice: «Me
encontraba tomando café en el bar del Cuchichino, cuando de repente apareció
Juan Luis Moreno Bernal, y dirigiéndose a todos los que estábamos allí, nos
comunicó que un grupo de guardias civiles acababan de entrar, pistola en mano,
en el Congreso de los Diputados; de inmediato Cuchichino puso la radio y se
confirmaron las noticias que de forma apresurada nos había comunicado Juan Luis.
Dejando el café a medio tomar, marché a la caseta municipal, que por entonces
la llevaba Pepe Terrón, donde había quedado con unos amigos. Allí las noticias
se ampliaban e iban cogiendo forma: un teniente coronel con tricornio y bigote,
llamado Tejero, habían ocupado el Congreso y amenazaba con ráfagas de
metralletas disparadas al techo, al grito de “quieto todo el mundo”. Estábamos,
sin duda, ante un golpe militar, y todo lo que ello significaba. Yo, un joven
profesor de Química y concejal de un partido de izquierdas, incluso más a la
izquierda, tomé conciencia de inmediato; me angustié en principio, pero logré
que no se apoderara de mí la aprensión; tenía el firme convencimiento de que la
sociedad española no iba a permitir volver al pasado o, mejor dicho, volver a
la caverna. Con la moral alta, decidí ir a casa, donde vivía junto a mis padres
y hermanos; transistor en mano pasé la tarde-noche, hasta que el rey pronunció
su apoyo a la democracia».
Antonio
Cotrino Pérez, concejal-independiente desde 1979 por el Partido del Trabajo de
Andalucía (PTA), tuvo claro desde el principio que el golpe de Estado no
tendría demasiada trascendencia: «La noticia me llegó esa tarde del 23F
cuando estaba montando, junto a Luis Moreno, el puesto de la Cruz Roja en la
Casa de la Cultura para el médico que iba a hacer allí las guardias, José Luis
Blanco. Eso nos mantuvo ocupados, sin dar mucha trascendencia al hecho, aunque cuando
pasábamos por el pueblo sí pudimos observar la preocupación en algunas
personas, que nos contaban lo de los tiros en el Congreso. Yo por mi parte,
cuando acabamos la tarea me fui a mi casa y ya cuando salió el rey me
tranquilicé del todo, aunque siempre intuí que aquello no iba a prosperar. En
los traslados de material que hicimos no vimos en ningún momento grupos que
pudieran estar organizándose ni de derechas ni de izquierdas. Villamartín vivió
la noche con gran tranquilidad. Días después asistí a unas charlas que daba el
presidente de la Junta de Andalucía Rafael Escuredo que nos contó de primera
mano la experiencia vivida por él en el Congreso, al encontrarse allí por su
condición de diputado[4]».
También
hemos podido entrevistarnos con concejales de esa época del PSOE. José María
Martín Ferrer, secretario general del PSOE en febrero de 1981 y concejal del
Ayuntamiento de Villamartín: «Me llegó la noticia, como a muchos españoles,
en directo mientras se producía la votación en el Congreso. Tomé la decisión de
marchar a casa y desde allí seguir, con gran preocupación, la evolución del
golpe de Estado, consciente de que si triunfaba podría traer consecuencias
difíciles de valorar en ese momento, pero sin duda de gran gravedad para la
democracia naciente. Hice algunas llamadas a amigos civiles y militares, aunque
con la mayoría no pude contactar. Recapacitar sobre el tema y cómo actuar me
llevó a la decisión de no salir a la calle, ni de reunirme con gente de mi
partido. Estimé que el hecho de vernos en algún sitio (por ejemplo, en la Casa
del Pueblo) podía hacer pensar a la extrema derecha que nos estábamos
organizando de alguna manera y lo consideraran una provocación. Entonces, como
reacción podrían hacer ellos lo mismo. Creo que fue lo más acertado. No puedo
asegurarlo, pero siempre se dijo que gente de extrema derecha de la comarca sí
se movió esa noche, llegando a contactar con los comandantes de puesto de
algunos cuarteles serranos para ponerse a su disposición. Por lo que pude
observar, la noche estuvo tranquila en Villamartín, sin ningún incidente. Días
después, en los corrillos de amigos y gente del partido, se comentó que algunas
personas, que podían estar muy señaladas por su militancia en sindicatos y
partidos de izquierda abandonaron el pueblo. Las noticias que llegaban por la
radio fueron muy preocupantes a medida que avanzaba la noche y de gran
incertidumbre, sobre todo los movimientos de tropas y la salida de carros de
combate en Valencia. El discurso del rey nos tranquilizó y ya por la mañana fui
consciente de que el golpe, por suerte, había fracasado. Pienso que la
izquierda actuó con gran responsabilidad esa noche, evitando patrullas y
movimientos innecesarios que hubieran podido tener un efecto de provocación
hacia grupos contrarios. Los partidos conservadores y centristas también
actuaron de forma prudente. Destacaría el comportamiento ejemplar, la serenidad
y el sentido común con el que reaccionó el pueblo de Villamartín en su
totalidad, dejando, una vez más, ejemplo con su comportamiento ante un suceso
extremadamente grave, provocado por aquellos que nunca respetaron a la
ciudadanía. Una vez más fueron los ciudadanos los que opusieron las ganas de
convivir en paz y libertad a los que no tuvieron ningún reparo en utilizar la
fuerza para hacerse con lo que el pueblo les negaba: el poder».
Por
su parte, Andrés Gil Reguera, militante socialista, nos aporta una visión
parecida de esa tarde-noche: «Me encontraba trabajando en nuestro
establecimiento de la calle Botica (Evokol), y fui avisado por Curro López
padre (el de la platería); entonces conectamos la radio para seguir las
noticias. Decidimos cerrar el establecimiento y marchar a casa, donde pasamos
la noche en familia, pegados a la radio. Por parte del PSOE no recibí ninguna
noticia, y nadie se puso en contacto conmigo; mi partido tuvo una actitud muy
prudente ante el golpe».
El
Partico Comunista de España (PCE) obtiene dos concejalías, la de Cristóbal
Ávila Molina, Liberto, ya fallecido y José A. Girón Zambonino
(independiente). Éste, teniente de alcalde y responsable de las delegaciones de
Hacienda y Obras Públicas, nos resume el acontecimiento vivido de esta manera:
«Me llegó la información a mi lugar de trabajo, la gestoría. Me fui al
Casino buscando más datos y encontré a los socios muy alborotados con la
noticia, con comentarios de todo tipo. De allí, como la mayoría, decidimos
irnos cada uno a nuestra casa y quitarnos de la calle, poner la TV o la radio y
tratar de seguir la información que fueran dando. A medida que pasaba la
tarde-noche mi preocupación fue en aumento ante los acontecimientos que se
fueron sucediendo. Preferí no contactar con otros concejales y mantenerme a la
espera. Realmente me acosté antes de que hablara el rey, por lo que hasta la
mañana siguiente no me enteré del fracaso del golpe de Estado. Ya en frío me di
cuenta de las graves implicaciones que pudo tener, sobre todo, para concejales
de izquierda y sindicalistas. Nadie me propuso que me escondiera en algún lugar
secreto esa noche. Como curiosidad añadir que unos días después, junto con el
alcalde Antonio Pérez Vidal, estuvimos en El Bosque y Grazalema, donde
conocimos a Rafael Escuredo Rodríguez, segundo presidente de la Junta de
Andalucía. Naturalmente el golpe de Estado fue muy comentado porque él era
diputado y estaba en el Congreso sufriendo la humillación del asalto, el
tiroteo y el secuestro nocturno».
Grupo de jornaleros de Villamartín en una manifestación en Sevilla hacia 1979. En la pancarta podemos leer: «Por la reforma agraria integral. CCOO Villamartín». Entre otros, empezando por la derecha, José Moreno Cabello (Pepe Perea), Manuel Pérez Ramírez (Zamarrero), Rodrigo Benítez Reina, José Villalón Morillo y Juan Jarén Morillo (Juan Pata Palo). Col.: José Moreno.
José
Moreno Cabello, de 41 años por entonces, soltero, secretario local del PCE y
afiliado al sindicato CCOO, recuerda con gran precisión ese día: «Me
encontraba en casa de mis padres, donde vivía, en La Tenería, allí siempre
estaba la radio encendida, con las noticias flotando en el aire. Ante las
primeras informaciones de la entrada de guardias civiles en el Congreso,
instintivamente salté del sillón, mis padres se miraron, aunque no dijeron
nada, no hacía falta. Salí a correr todo lo que daba mis piernas hasta la sede
del PC en los bajos de la Casa de los Ríos, en la calle Los Malteses, con la
intención de buscar toda la documentación que comprometía a los compañeros,
principalmente las actas de reuniones y los carnés de afiliados al partido. Los
nervios me atraicionaban, no paraba de mirar hacía la puerta, mientras metía
con torpeza todos los documentos en una caja. Allí coincidí con Juan Espanta,
secretario general de CCOO con los que compartíamos sede. Con la misma rapidez,
volví a casa de mis padres, allí estaban, habían envejecidos cien años, volvían
a recordar el pasado más negro que ellos habían sufrido en su juventud, y les
parecía oír golpes en la puerta y un camión fuera esperando. Pegados a la radio
pasamos toda la tarde, la noche, la madrugada y el amanecer, con todo preparado
para romper, quemar, triturar, en definitiva, eliminar todos los carnés que, 45
años atrás, fueron la sentencia de muerte de muchos compañeros y compañeras. De
madrugada oí al rey condenar el golpe militar y apoyar la democracia, no me dio
confianza, era el heredero directo del dictador, y esperé hasta el último
instante para destruirlos, hasta que, por fin, a la mañana siguiente, salió el
último guardia civil del Congreso. Se salvaron los documentos, se salvó la
democracia».
En
nuestro recorrido por el arco político local hemos llegado al único concejal
que obtuvo Coalición Democrática (CD), Ramón Holgado Retes: «Efectivamente,
salí como concejal en la primera legislatura de las elecciones municipales de
1979 por Coalición Democrática (CD), formada por Alianza Popular (AP), el
Partido Demócrata Popular (PDP) y Unión Liberal (UL), por lo tanto, el 23F de
1981 seguía como concejal. Me enteré del golpe de Estado de Tejero enseguida
que fue tomado el Congreso de los Diputados, estaba en casa y acudimos, muy
consternados por lo ocurrido, a la radio y la TV en busca de más información,
siguiendo con gran preocupación las noticias que llegaban. Preferí no mantener
contacto con nadie de mi partido ni de otros a la espera de que se fuera
aclarando la situación. Entendimos todos que era mejor permanecer en casa. Ya
de noche salí a dar una vuelta y vi al pueblo solitario y muy tranquilo, por
supuesto sin patrullas de ningún tipo. Mi impresión y la de los que me
acompañaban fue de grandes dudas por lo que pudiera ocurrir y sobre todo
preocupación por las consecuencias futuras que podría acarrear el triunfo del
golpe. Por supuesto, los recuerdos de los más mayores de la Guerra Civil
española planeaban sobre nuestras cabezas. Pensé, sobre todo, en mis compañeros
concejales de los partidos de izquierdas, algunos recién legalizados como el
Partido Comunista o los sindicalistas del SOC. Una posible ilegalización de
esos y otros partidos podría traer malas consecuencias. Fue un gran alivio la
oportuna intervención del rey Juan Carlos I, poniendo orden en el ejército que
empezó a levantarse contra el mandato constitucional. Siempre deberemos
agradecerle su oportuno discurso y la autoridad que mostró ante los militares
rebeldes».
Hemos
reservado para el final la entrevista que nos ha concedido Antonio Pérez Vidal,
primer alcalde democrático y cabeza de la coalición que se formó para gobernar
Villamartín. Destacamos de ella algunos párrafos que nos ayudan a entender la
visión de la máxima autoridad local en ese día:
«La
tarde del 23F me encontraba en Grazalema, reunido con los alcaldes de la
Sierra, tratando temas sobre los planes provinciales de Diputación y
bosquejando la formación de nuestra Mancomunidad. La noticia nos la trajo
personal del Ayuntamiento y la primera sensación de todos fue de no saber muy
bien lo que nos contaban; recuerdo que pedimos una radio para enterarnos mejor
del alcance de la misma. Estuvimos hablando, un poco desconcertados por el
hecho y decidimos suspender la reunión y salir para nuestros respectivos
pueblos y evaluar la situación. Al llegar a Villamartín pasé deliberadamente
por el cuartel, el cual estaba cerrado como un día normal[5].
Al estar en pleno invierno la noche estaba oscura y las calles solitarias. En
el ayuntamiento le pregunté a la Policía Municipal, la cual me comentó que no
había nada en especial[6].
Ante esa impresión de tranquilidad marché a mi casa, desde donde llamé a
algunos de los alcaldes con los que había estado reunido; ninguno me manifestó
que hubiera movimientos extraños en sus pueblos, sino plena calma.
A
las doce de la noche se presentaron algunos sindicalistas para aconsejarme que
pasara, por precaución, la noche fuera de casa, con ellos. No lo creí oportuno
y me quedé en mi domicilio; les dije que había avisado a la policía local que
me informasen en el caso de que viesen algo raro. El resto de la noche me
mantuve pendiente de las noticias y de la evolución de la toma del Congreso. Ya
por la mañana me fui a mi despacho para seguir recabando información local, de
la Sierra y provincial, siempre con cierta tranquilidad expectante. Las
llamadas telefónicas se sucedían y todas insistían en permanecer en nuestros
puestos esperando el devenir de los acontecimientos. Para entonces el golpe
claramente estaba abocado al fracaso, estando todos más pendiente de la salida
del Congreso de los diputados y los guardias civiles.
Recuerdo
que miembros del Sindicato de Obreros del Campo (SOC) se presentaron en el
ayuntamiento proponiendo hacer esa misma mañana una manifestación, como así se
hizo. Yo no asistí, consideré más oportuno no moverme de mi despacho. Días
después, a partir del fracaso de la intentona de golpe de Estado, se realizaron
diversas acciones de forma conjunta, siguiendo las directrices de todos los
partidos políticos. La más multitudinaria se llevó a cabo en Cádiz. Era natural
que un hecho de esa magnitud tuviese una respuesta coordinada.
En
resumen, pienso que, aunque la intentona fue un hecho grave que pudo traer
consecuencias, éstas no se produjeron en ningún momento en los pueblos de la
Sierra. En la mañana siguiente todo quedó desbaratado a nivel nacional y la
reacción popular fue contundente».
Hemos revisado la documentación histórica conservada en los archivos municipales, sobre entradas y salidas de correspondencia y otros documentos entorno a esos días y hemos encontrado poca información. Parece que el golpe de Estado se trató de relegar pronto al olvido tras su fracaso. Sí hemos localizado una «Invitación» de la alcaldía para asistir a una manifestación el día 27 y que reproducimos:
«Todos
los españoles conocemos del fallido golpe de Estado que el pasado lunes día 23
se intentó llevar a cabo, contraviniendo lo que anteriormente votamos para la
implantación de una verdadera democracia. Ante estos actos, esta Alcaldía, al
pronunciar su repulsa sobre ello, invita a todos y cada uno de los ciudadanos
de VILLAMARTÍN, para que mañana día 27, manifiesten, si lo estiman oportuno,
esta actitud de repulsa contra todo ello, expresándolo en manifestación que
tendrá lugar en Cádiz, nuestra capital, a las 7 de la tarde de dicho día. Esta
manifestación en contra de los actos violentos que se han producido hacia el
propio Gobierno de la Nación y su Congreso de Diputados, comenzará a dicha hora
desde las inmediaciones del Estadio Ramón y Carranza […] Se dispondrá de un
autobús de 60 plazas para aquellos que quieran asistir a los actos que tendrán
lugar; dicho autobús estará dispuesto para ello delante del Ayuntamiento hasta
las 5 de la tarde en que tendrá su salida. Agradeciendo vuestra colaboración,
atte. os saluda, el Alcalde».
Por otra parte, en acta de sesión pública extraordinaria, celebrada por el Ayuntamiento Pleno, el día 15 de mayo de 1981 y en su punto primero se lleva a cabo una declaración institucional en favor de la Constitución «que garantiza la convivencia democrática de todos los españoles […], estructurando el Estado de las Autonomías como forma organizativa para el acercamiento de las instituciones a nuestro pueblo». Hay una referencia de desacuerdo a «quienes no aceptan la democracia […] atacando las Instituciones civiles y militares de forma sangrienta». Aunque, como vemos, se trata de una declaración de condena principalmente contra el terrorismo, que en esos momentos atacaba cruelmente a todos los sectores: fuerzas armadas, ejército, partidos políticos, gobiernos municipales… no olvida los recientes acontecimientos del 23F, estableciendo un posible «recrudecimiento del terrorismo, después del intento de golpe de Estado del 23 de febrero». Finalmente, por unanimidad de los asistentes, se produce un acuerdo, en el que en cuatro puntos se respalda a la monarquía constitucional, a las instituciones democráticas, a las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado y al régimen de libertades conseguido. Condena enérgicamente el terrorismo en todas sus formas y «solicita de nuestro pueblo la plena colaboración activa ciudadana, con todos los estamentos, para conseguir la mayor eficacia en la lucha contra la criminalidad del terrorismo».
Coincidiendo
el golpe con el mes del carnaval, no podía faltar la sátira de La Murga del
Veneno, desdramatizando los hechos y llevándolos a su terreno. Hemos podido
rescatar parte de la letra de uno de sus pasodobles de la memoria de su autor
Miguel Núñez: «El 23 de febrero / yo no sé lo que ha pasao, / que un
teniente coronel / quiso dar un golpe de estao, / el teniente coronel se llama
señor Tejero, / y sa colao en el Congreso / diciendo todos al suelo. // Aquellos guardias civiles / que
interrumpieron la votación, / secuestraron a la prensa, / al gobierno y a la
oposición»[7].
A
modo de conclusiones podemos decir que, el fallido golpe de estado del 23F, fue
el epílogo de la Guerra Civil que comenzó en julio de 1936; este hecho, de
algún modo fortaleció a la democracia y a sus instituciones e hizo silenciar a
los militares franquistas que quedaban. Pasados cuarenta años, desde el lejano
1981, como se ha podido comprobar en otras muchas ocasiones, las vivencias y el
recuerdo de esa tarde-noche del 23F aún permanecen frescas en la memoria de
muchos villamartinenses, especialmente de la clase política y sindical, aunque
hemos hablado también con ciudadanos sin responsabilidad política en ese
momento, que no han dudado en recordar con claridad donde estaban esa tarde, cómo
vivieron la preocupación de la noche y el gran alivio que supuso para ellos el
fracaso del golpe.
Villamartín
se mantuvo sereno, evitando la calle, la formación de grupos que pudieran
entenderse como patrullas intimidatorias y todo se centró en reuniones más o
menos secretas de sindicalistas, de convecinos y sobre todo familiares. Con
inmediatez, al día siguiente, se produjo la primera manifestación espontánea
por las calles del pueblo en contra del intento de golpe de Estado, el
Ayuntamiento apoyó la manifestación multitudinaria del 27 de febrero en Cádiz y
en pleno extraordinario se condenaron los hechos.
Queremos
agradecer a todas las personas que se han prestado a colaborar con nosotros
recordando los hechos narrados, y por haber arriesgado «todo» en la defensa de
la Democracia, que sabemos que no es perfecta, cada día hay que luchar para
mejorarla y fortalecerla, pero también sabemos que es la mejor forma de
gobierno que existe.
Y
para finalizar queremos expresar que, si este trabajo ha aportado un poco de
luz a la memoria democrática de esos hechos tan dramáticos que nos mantuvieron
durante unas horas en el precipicio de la historia, nos damos por satisfechos.
Bibliografía:
-Cercas,
J.: Anatomía de un instante. Random House Mondadori. Barcelona. 2012.
-El
País. «El proceso por la rebelión militar del 23 de febrero».
-Diario
16. «El juicio del 23-F».
Fuentes
locales:
Archivos
municipales de Villamartín.
Manifestaciones
verbales de los protagonistas.
©
del texto Juan Troya Pérez y Pedro Sánchez Gil, salvo entrecomillados.
©
de las imágenes, lo citado en los pies de fotos.
©
de la publicación, «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez» y «Libro de
Feria 2021. Ayuntamiento de Villamartín».
[1] «A
un poeta muerto, Federico García Lorca». Luis Cernuda.
[2] Escrito
por Miguel Hernández y cantado por Jarcha.
[3] «Las
murgas de los currelantes». Carlos Cano
[4] El
carnaval de Cádiz recordó este hecho con el «Tanguillo del Golpe»
de Juan Palacios y no olvidaron al presidente andaluz y su cabellera
especialmente rizada: «Suárez se queda quieto, Carrillo no mueve un dedo / y el pobre de
Sagaseta rodilla en tierra rezando el Credo / y hasta se empinan los rizos de
la cabeza del Escuredo».
[5] Por esas
fechas el comandante de puesto del cuartel de la Guardia Civil era José
Fernández Ortega, natural de El Puerto de Santa María. Se jubiló en 2010 como general
de brigada y en 2012 recibió una de las Medallas de Andalucía en reconocimiento
a su trayectoria y compromiso social.
[6] Hemos
podido verificar que los tres policías que estaban de turno esa tarde fueron
Antonio Barragán Mesa, José Tinoco Franco y José Romero Méndez. En esas fechas
el jefe era Diego Urbano Viruez que recuerda haber patrullado durante la noche
con otros compañeros, sin incidente alguno que reseñar, salvo el hurto en un
coche en Matrera.
[7] Los
primeros versos del pasodoble, en principio, solo han sido recordados, cuarenta
años después, por Andrés Alpresa Moreno, incluso entonados, que por entonces
era un niño de 10 años. Para completar la primera estrofa y algún verso más, tuvimos
que recurrir a Antonio Núñez Cortés y este a su vez a su hermano Miguel.
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