lunes, 1 de noviembre de 2021

Biografía de Milagros Cabrera Román, por Cati Tenorio

Nombre
: Milagros Cabrera Román.
Fecha de nacimiento: 19 de marzo de 1937.
Padres: Catalina y Antonio.
Casada con Felipe Tenorio Saborido.
Hijos: Pepe, Cati, Lola, Toñi, Antonio y Mili.
Lugar de nacimiento: Alrededores de Villamartín. Oficialmente Villamartín.
Profesiones: Las tareas de la casa y el cuidado de la familia, escritora y transmisora de cultura popular.
Domicilios que tuvo en Villamartín: Carretera Jerez-Ronda y barriada Matrera.

Persona alegre, amable y entrañable que se convirtió, a peso de discreción, en la oyente de las penas y debilidades de muchas de sus vecinas. Mujer adelantada a su época, nacida con esa semilla que solo poseen unos pocos privilegiados, que padecen un modo de vida que no comparten en absoluto y cuya intención es cambiar el mundo para reconducirlo a otro tipo de realidad mucho mejor.

Luchadora y solidaria, cuyo espíritu de superación marcará su existencia. Su pasión por aprender, por transmitir sus vivencias, por difundir la cultura popular que había heredado de las noches alrededor del fuego, se convirtió en la luz de su vida. Cantaba y relataba cada canción, cada cuento, cada leyenda como si la estuviera viviendo en ese momento. Se trasladaba y llevaba a los oyentes a un mundo ficticio en el que la actualidad ya no existía.

Nació, como si de un presagio se tratara, una noche de intensa lluvia en los alrededores del pueblo, tras una larga caminata a lomos de su burra, desde una choza en la que vivían en medio del campo cerca del cortijo de Puertollanillo. «Al respaldo de un árbol nací yo —dejó escrito en su libro Recuerdos de mi infancia—, cuando abrí los ojitos y me aferré con mis manitas a la vida; las estrellas lloraban porque mi vida siempre sería más penas que alegrías». De ahí vino su nombre pues cuando acudió la matrona bajo una intensa cortina de agua y vio que ya había nacido la niña tras un parto difícil, solas su madre y ella, exclamó: «Esto es un milagro». Fue la hija número once de quince hermanos, a los que hasta el día de su muerte adoró. Fueron sus compañeros de orfandad y miseria. Eso los unió para siempre.

Pero lo que definió sin ninguna duda su niñez y, como consecuencia, el resto de su vida, fue la muerte de su queridísima madre a la edad de doce años, que hizo que ella se considerara para siempre una huérfana perdida en el laberinto de la vida. «Cuando mi hermana Cati me comunicó su muerte yo permanecí quieta, pensativa, no me lo podía creer; me quedé triste, vacía, ya no me quedaba nada. Mi madre se había llevado mi vida, se había llevado mis raíces. Ya el cariño de mi madre lo había perdido para siempre. Yo la quería tanto…».

La miseria en la que vivió, las interminables noches de hambre que sufrió, siempre soñando con la comida, definieron definitivamente su personalidad. «El hambre es lo más malo que hay; el que dijo “eres más malo que el hambre” supo lo que decía. Actualmente nadie se puede hacer una idea de lo que es, te lo comes todo, los garbanzos crudos, las tagarninas crudas, las patatas crudas… […] Cuando yo era pequeñita recuerdo sobre todo el hambre y el frío, había noches que no podía dormir. […] En las noches, sentados alrededor de la mesa, solo con un candil con su torcida y aceite de pescado frito, mis hermanas mayores se ponían a contar cuentos y la historia siempre acababa pasando por una casa en la que había mucha comida, mucha carne, muchos dulces… y mi hermano Pepe, que era muy chico, se ponía a llorar diciendo que no contáramos más cuentos de comida que tenía mucha hambre».

A la edad de cinco años comenzó a trabajar en el campo recogiendo algodón, cuidando pavos o cerdos, como muchos niños de su época, para así contribuir, aunque fuera poco, a la economía familiar. Este trabajo agotador y desagradecido se convirtió en su medio de vida hasta dos días antes de su boda.

Por todo esto, nada tiene de extraño que no pudiera ir al colegio, ni siquiera a aquel que le ofrecía el gobierno, con un maestro que asistía a su cita con los alumnos cada semana en cualquier rancho «Yo tenía catorce años / y no sabía escribir. / Me hubiera gustado ir al colegio, / pero nunca fui / aunque con solo ver amanecer / se puede ser feliz». Solo acudió unas cuantas veces, pero de aquel primer contacto con la cultura hizo el descubrimiento de su vida: el abecedario. A partir de ahí se le abrió un nuevo mundo. Sabría desde entonces escribir a su manera, aunque nunca supo cuándo terminaba una palabra y empezaba otra. «Milagros nos ha quedado plasmado en papel el amor hacia la vida, y delicadamente narrado por alguien que nunca pisó un colegio, que su única escuela fue el campo abierto, la libertad, los pájaros, el calor de la familia y las aventuras y desventuras del día a día —escribió Antonio Tenorio Cabrera, su hijo, en el prólogo de su libro Poesías. La pasión de mi tierra».

Y a partir de entonces se fue modelando en su mente uno de los objetivos fundamentales que la marcarían: formarse ella y obligar a sus hijas a instruirse, a ser independientes, y así nunca tuvieran que necesitar a un hombre para sobrevivir.

Se comprometió a convertirse en el vehículo trasmisor de lo acontecido en la época oscura, tenebrosa de la guerra y la posguerra que no habían terminado nunca en su mente. Había que tenerlo siempre presente para que jamás, jamás volviera a ocurrir, como si se tratara de una pesadilla recurrente de la que nunca se libraría. «En aquellos años todo era pena, amargura, desolación… España se había vuelto loca. Todas las mujeres vestían de negro por algún ser querido muerto. Fue una guerra cruel, se mataban hermanos contra hermanos».

Febrero de 1958. Boda de Felipe y Milagros, acompañados por los padrinos, Gloria Cabrera Román y Antonio Tenorio Saborido. La novia vestía de negro, guardando luto por su madre, muerta hacía ya diez años. Como símbolo de pureza, un ramo de flores blancas.

Se casó con un buen hombre, formal y trabajador, Felipe Tenorio Saborido. Tuvo seis hijos a los que intentó educar según sus valores, procuró mostrarles a todos el camino de la cultura. Cada noche de Reyes los primeros regalos para sus hijos eran una sorpresa anunciada: un libro. Al principio siempre traían «dibujitos», después poco a poco se convirtieron en auténticos libros abiertos a la imaginación. Cada año era su regalo sorpresa: uno para cada hijo.

A la edad de sesenta y cinco años comenzó a escribir con la intención de difundir su obra, de mostrarse al mundo. Publicó Recuerdos de mi infancia, Poesías. La pasión de mi tierra, Nuevas poesías y Narraciones fantásticas.

Milagros Cabrera con 70 años en la habitación-estudio de su casa mientras copiaba en el ordenador sus poesías. Nótense sus escritos realizados a mano, colocados en el atril, y la posición característica del que escribe con un solo dedo.

Siempre la recuerdo escribiendo sus vivencias en el ordenador. Tan mayor y aprendiendo sola, con su teléfono al lado para, cuando no supiera avanzar en su conversación con la máquina, llamar a alguien y la ayudaran.


Mujer llena de humanidad, abierta al nuevo mundo que sabía que se estaba abriendo paso y muy, muy querida. Su mayor logro: haber dejado una inmensa y profunda huella de cariño en todo el que la conoció. Sin duda alguna consiguió todos sus objetivos. Es de justicia reconocer su valentía para intentar transformar el cambiante mundo que se presentaba ante sus ojos. Actuó de puente no solo entre dos generaciones sino entre dos formas de vida totalmente distintas, dos concepciones de una misma realidad. Nos dejó un cuatro de julio de 2009 pero siempre la llevaremos en el corazón.


Estrofas extraídas de su libro Poesías. La pasión de mi tierra, concretamente de los poemas «Ser libre», y «Mi Virgen. Mi pueblo».


Bibliografía
Cabrera Román, M. Poesías. La pasión de mi vida. Ayuntamiento de Villamartín. 2002.
Cabrera Román. M. Recuerdos de mi infancia. Ayuntamiento de Villamartín. 2006.


© del texto, Cati Tenorio Cabrera, salvo entrecomillados de Milagros Cabrera y Antonio Tenorio.
© de las imágenes, familia Tenorio Cabrera.


Anexo fotográfico


Milagros y su hermana Gloria posan en la Plaza de Villamartín, arregladitas posiblemente con motivo de la Feria. Habrían venido andando descalzas desde Puertollanillo para no desgastar los zapatos y a la entrada del pueblo se pusieron los calcetincitos blancos y los zapatos heredados de hermanas mayores.

Fotografía familiar de Milagros con su padre y hermanos. De izquierda a derecha: Milagros, su padre Antonio Cabrera Fernández, Manuel; delante Teresa, José y Alfonso.

Milagros junto a su hermano Manuel pasean por el recinto ferial, acompañadas de Conchita, hermana de su marido Felipe, que posiblemente se apartó para que posaran juntos los hermanos. Conchita, que actuaba habitualmente de «carabina» —como marcaban las normas de entonces—, permaneció en la foto.

Foto conmemorativa de la unión de la pareja con motivo de su boda. Milagros y Felipe Tenorio Saborido estuvieron casados 51 años, hasta el fallecimiento de Milagros. Foto Natividad.

Foto de la familia Cabrera Román. Solo habían nacido entonces nueve de los quince hijos. De izquierda a derecha, de pie: Cristóbal, Pedro, Ana y María (solo se ve la mitad en la foto). Sentados, la madre, Catalina Román Monasterio con Quiteria en brazos; el padre, Antonio Cabrera Fernández con Catalina en brazos. Entre los padres, Isabel. Delante Antonio y a la derecha de la imagen, con un vestido de cuadros, Antonia.

Antonio Tenorio Saborido, cuñado de Milagros, en la pescadería que regentaba situada en El Tacón. Observamos a las clientas femeninas, algunas en animada charla mientras esperan, usando el mismo tipo de peinado, un rodete bajo. Y es que cuando una mujer adquiría cierta madurez, o se casaba se plantaba ese moño hasta su muerte. Aunque la foto está en tono sepia se percibe el luto en las señoras que debían llevar durante larguísimos periodos de tiempo por los familiares fallecidos.

6 comentarios:

  1. Mari Ángeles Barrera Naranjo1 de noviembre de 2021, 17:57

    Grande, Milagros! Siempre la recordaremos como una buena mujer, humilde, servicial y con un gran afán de superación. Grabada su imagen de felicidad dedicándome su libro, una experiencia única y un gran mérito haberlo conseguido. Muchas gracias por este regalo, Cati

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  2. Yo también tengo su libro dedicado y con motivo de esta publicación lo he vuelto a releer; aún me ha impresionado más. Quizá la parte que le dedica a su madre a la que tanto quiso y tan pronto perdió. Por otra parte, para mi ha sido un agradable reencuentro con mi compañera y buena amiga Cati, que ha trazado una biografía de su madre llena de cariño. Marí Ángeles, nos quedan más mujeres para completar ese "femenino singular" que estamos creando.

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  3. Milagros ha sido un ejemplo de vida, de amor y de entrega, como bien dice su maravillosa hija Cati, pero, sobre todo una mujer adelantada que nunca fue a destiempo, ya que ella se había encargado de que todo lo que el progreso avanzaba en contra de generaciones a las que se le hacía complicada la adaptación, ella lo llevaba de serie de manera intrínseca. Gracias por todo Milagros.

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  4. Buenos dias, donde puedo comprar los libros de Milagros y la biografía? Un saludo!

    Contacto: Gemondes@gmail.com

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    1. Los libros de Milagros Cabrera fueron una edición del Ayuntamiento de Villamartín y están agotados. Ante otras peticiones hemos solicitado una reedición y no sabemos si se hará. En cuanto a su biografía la que se recoge en el blog de su hija Cati Tenorio es la única que existe. Como ha quedado su correo se la mando por email. Saludos y gracias por su comentario. Pedro Sánchez.

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