sábado, 6 de noviembre de 2021

La feria de Garnier de 1913 en Villamartín

 Basada en el capítulo «La Feria de Villamartín. Garnier volando», del libro La vida que pasa de Manuel L. Ortega.


El libro La Vida que pasa, fue escrita por Manuel Luis Ortega Pichardo (El Dómine Gafas) y editado en 1916 por la Empresa Editorial Andalucía con sede en Madrid y Jerez. Es un libro costumbrista, donde se recopilan veintitrés crónicas de distintos escenarios, casi todos de la provincia de Cádiz, describiendo las características de la sociedad y las costumbres de principios del siglo XX. Dos de esos capítulos se los dedica a Villamartín.


Manuel Luis Ortega Pichardo (Jerez de la Frontera, 21 de noviembre de 1888 - Madrid, 23 de enero de 1943) fue un escritor, periodista, editor y africanista español. Fundador y director de varios periódicos, en su haber también tiene varios libros. Desde muy joven se inicia en el periodismo, siendo redactor-jefe del periódico local, Diario de Jerez, llegando a la dirección del mismo. Con posterioridad fundó una serie de cabeceras de nuevos diarios en la zona: El Noticiero de Jerez, Don Fastidio, Diario de El Puerto y Diario de Sanlúcar. Durante su amplia estancia en el norte de Marruecos desarrolló una activa labor como periodista y editor de varios periódicos y revistas, singularmente El Heraldo de Marruecos de Larache. Fue miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia y vocal de la Liga Africanista. El mismo se denominaba «El Dómine» y «El Dómine Gafas». 


Nos vamos a fijar especialmente en el capítulo arriba mencionado, renombrado en Villamartín como «La Feria de Garnier», y que fue todo un acontecimiento para gran parte de la comarca, que acudió para ver de cerca un avión en pleno vuelo sobre sus cabezas. Nos ayudaremos también de otras publicaciones que hacen referencia a ese evento, recogido también en nuestros archivos municipales. Haremos un resumen para el lector, aunque finalmente ofreceremos una transcripción del capítulo de La vida que pasa. Los aviadores Leoncio Garnier —a la izquierda— y Heraclio Alfaro posan delante de un aeroplano mientras otro hombre llena el depósito de combustible. Hacia 1913. Galería fotográfica del AVG.


Similar a esta imagen es la que pudo encontrar Garnier a su llegada a Villamartín, realizando una pasada a baja altura que desperdigó el ganado. Mercado ganadero de Villamartín a principios del S. XX. Imágenes de un Siglo II.

Todo empezó con un problema en la feria ganadera de San Mateo de ese año (1913), que había sido suspendida por orden gubernativa debido a un brote de epizootia (enfermedad que ataca simultáneamente a una o varias especies de animales) que afectó, en este caso, al ganado porcino —así lo recoge Manuel Vidal Jiménez en el Libro de Feria de 2004, en el artículo «Curiosidades sobre la Feria»—. Hasta Cádiz acudió una comisión municipal para demostrar al gobernador que los cerdos afectados eran escasos y la enfermedad había sido controlada. Tras conseguir revocar la orden, es muy posible que asistieran o tuvieran noticias de la exhibición que había dado el piloto francés Garnier en esos días, concretamente el 30 de agosto. Parece ser que los comisionados volvieron a Villamartín felices con la autorización para la feria y con el contrato para que Garnier realizara su exhibición en Villamartín. «Se informa de las gestiones practicadas en Cádiz por los Sres. Alcalde y Secretario […] con motivo de la suspensión de la Feria… (AC. 6-9-1913-3º).

«Costó el espectáculo tres mil pesetas y hubo que abonarlas por anticipado […], siendo costeado por suscripción popular, [acordando el pleno] destinar setecientas cincuenta pesetas consignadas en presupuesto para festejos» Así lo contó Manuel Íñigo Mateos en el Libro de Feria de 1959 y lo ratifica un acta de sesión ordinaria del 13 de septiembre.


Garnier antes de volar en Tenerife en su avion Blériot. Asociacion del centenario de la aviación en Tenerife. El Corso.es.

Sigamos la narración de Íñigo: «La animación fue realmente inusitada y numérosísima, la concurrencia de público, ansioso de presenciar la exhibición del aviador francés que había venido a España a realizar sus ejercicios, mitad como deportista del aire, mitad como volatinero, […] en los primeros balbuceos de la aviación. 

»El anuncio de tan espectacular ejercicio aéreo trajo a Villamartín una muchedumbre que llenó sus calles y plazas de expectante animación. [Difícil comprender hoy] la gran emoción, unida a sustos, carreras y general griterío, que se produjo en Villamartín en la mañana de aquel 21 de septiembre, cuando empezó a percibirse el ruido de aquel artefacto volador y comenzó a divisarse en el cielo. [La narración de Ortega en La vida que pasa, sitúa la llegada de Garnier el lunes 22 y la exhibición el martes 23. Las actas municipales solo hacen referencia a que el evento tuvo lugar durante la Feria].

»La confusión en el mercado ganadero fue indescriptible. […] Hubo ganaderos que se pasaron varias horas para poder reunir sus cerdos dispersos. […] Cabras, ovejas y muletos huyeron despavoridos cuando el temerario Garnier, para anunciar su llegada a Villamartín, hizo una pasada por el rodeo a 50 o 60 metros de altura con un ruido infernal.


»El lugar de las exhibiciones, como improvisado aeródromo, fue lo que se llamaba el Llano de la Noria, que era un espacio que se extendía en llanura entre las carreteras de Ubrique y Algodonales y ocupaba […] lo que fue campo de deportes [donde jugaba la Sociedad Guadalete Foot-ball— comentó Ortega].

»Llegó Garnier acompañado de su esposa; un matrimonio joven y arrojado que a los niños de entonces nos parecieron seres fantásticos que llegaron a Villamartín en aquella tiritaña de aparato que inexplicablemente se sostenía en el aire. […] Por mucho tiempo no se habló de otra cosa en Villamartín y su comarca».


Un avión Blériot como este modelo o similar es el que utilizó Garnier en su vuelo sobre Villamartín. Se sabe que el que trajo a nuestro pueblo era biplaza, estando previsto que se montara con él alguna persona que finalmente no se atrevió por el fuerte viento. Estaba construido con madera de fresno, cañas de bambú y tubos de acero, contando con unos cuantos lienzos de tela engomada como revestimiento principal.


El primer vuelo tuvo lugar a las seis de la tarde. Garnier despegó y unos minutos después volvió a aterrizar. Nuevo despegue para elevarse hasta los 800 m con «un ruido del motor que hacía temblar las ondas del aire —cuenta Manuel L. Ortega— y rozando repasa sobre nuestras cabezas el monstruo». A las 18:24 horas dio por concluído el espectáculo. Tenía previsto un tercer vuelo pero «no era posible —respondió Garnier al periodista Ortega—, hasta 200 m de altura el viento podía soportarse, pero de allí en adelante soplaba huracanado, azotándome la cara con furia». Aeroplano y piloto habían llegado en transporte ferroviario hasta las Cabezas de San Juan (Sevilla) procedentes de Vitoria. Tras varias exhibiciones en Andalucía siguió su periplo por la Península. En las Islas Canarias había estado antes y concretamente en Tenerife había destrozado su aparato contra una elevación en mayo de 1913.


Por su interés reproducimos íntegro el capítulo de La vida que pasa, «La Feria de Villamartín. Garnier volando»; un viaje que cuenta con amplios detalles el Dómine Gafas, desde su salida con unos amigos «en un auto [los llamados omnibus]  cómodo y confortable», de los de 1913, hasta Arcos, «que ofrece un triste aspecto de abandono: muchos de sus habitantes se han trasladado a Villamartín», donde tiene dificultades para encontrar transporte; su paso por Bornos, donde cena en una venta, y por fin la llegada a Villamartín a las 11 de la noche, alojándose en la fonda Victoria. Al día siguiente saluda a numerosos amigos, visita la impresionante feria ganadera desde la panorámica que le ofrece el Paseo de la Concordía (más o menos tramo final de la actual avenida de la Feria), desde donde «se divisa el mercado ganadero, [en el que] pacen los bueyes en manada, los rebaños corderiles, gruñen sordamente los pocos cerdos que quedan pensando en la cuchilla asesina…». Por la tarde acude al Campo de la Noria, ve el festival aéreo, entrevista a Garniér y se reune con «Gutiérrez Sirés, hombre emprendedor de grandes proyectos en lo que se refiere a los autos [omnibus] de Jerez a Villamartín […] y tras un almuerzo bien servido en la fonda de la Victoria, regresamos a Jerez en un Hupmobile».


Bibliografía

·Ortega, Manuel L. La vida que pasa. Empresa Editorial Andaluza. 1916.

·Vidal Jiménez, M. «Curiosidades sobre la Feria». Libro de Feria. Ayuntamiento de Villamartín. 2004.

·Íñigos Mateos, M. «La Feria de Garnier». Libro de Feria. Ayuntamiento de Villamartín. 1959.

·Vidal Jiménez M. Crónicas en torno a Villamartín. Ayuntamiento de Villamartín. 2001.

·Archivos Históricos Municipales de Villamartín. Actas capitulares. 1913.

· Portillo Ramos, J.J. «Pioneros del transporte público en Villamartín». Libro de Feria. Ayuntamiento de Villamartín. 2017.


© del texto, Pedro Sánchez Gil, salvo entrecomillados.

© de las imágenes, lo señalado en los pies de foto.

© del PDF, capítulo «La Feria de Villamartín. Garnier volando», Manuel L. Ortega y Empresa Editorial Andalucía.

© de esta publicación, «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez».


HACIA VILLAMARTÍN

En uno de los autos cómodos y confortables de la Sociedad F. S., salió el Dómine con unos amigos, —Paco Álvarez Antón y Manuel M.ᵃ de Castro Palomino,—en la mañana del lunes para Villamartín .

La linda villa, a sus atractivos naturales por la situación geográfica y por la hidalga hospitalidad de sus habitantes, unía la celebración de su típica feria, con el aditamento de algo nuevo, extraordinario, como nacido en el país de las quimeras: un hombre, un francés, invadiría el imperio de los pájaros sobre un aparato más pesado que el aire.

A las once llegamos a Arcos, que ofrece un triste aspecto de abandono: muchos de sus habitantes se han trasladado a Villamartín, sugestionados por la visión del hombre que vuela.

Y precisamente esto nos fastidió, porque no encontramos ni por un ojo de la cara, que ya es costar, un vehículo —carruaje, automóvil, aeroplano— que nos llevase a Villamartín.

Con estoicismo catoniano decidimos almorzar, y luego paseamos por los alrededores de la ciudad de la peña, evocando, ante aquellas empinadas y estrechas calles, el recuerdo de pueblos árabes, de medinas blancas y calladas, arrulladas en la calma por el sol africano: casi creímos escuchar el dulce sonido de una guzla , tañida por manos suaves de harén.

A las siete de la tarde, en un coche que acababa de regresar de Villamartín, emprendemos la caminata: por la carretera, en la noche plácida y serena, nos cruzarnos con vehículos que van y vienen: el cascabelear de los collerones de los caballos y el eco bronco de las bocinas de los autos; ponen una nota jocunda de alegría.

De las ventas del camino,—manchas de luz en las sombras de la carretera,—sale rumor de canciones entonadas por voces excitadas por el vino.

En la venta de Bornos hacemos un alto: es una venta como aquella que tomó por castillo Don Quijote en una de sus caballeriles andanzas: no es gordo el ventero, ni seguramente ha estado en el Potro de Córdoba , ni en el Perchel de Málaga , pero nos pareció ver a la espalda de la casa el corral donde fue armado caballero el ingenioso hidalgo. Con unas sardinas, que sazonó el hambre, hicimos colación. A la puerta, contemplando el paisaje de Bornos, que abajo en el llano se tendía coronado de lucecitas, unas gentiles jerezanas esperan el coche que a Jerez ha de trasladarlas.

En el silencio se oye la bocina ronca de un automóvil: al Dómine parecióle el bronco sonar del cuerno del porquero, que Don Quijote tomó por encantador enano. Y allá salieron para Jerez las paisanitas, entre nuestra admiración por su hermosura.

A las once pasarnos el puente de Villamartín sobre el Guadalete: por detrás del pueblo encaramado en el monte, salía una luna roja de sangre. Asemejábase a la redonda rebanada de sandía, de que hablaba el poeta escéptico .


EN VILLAMARTÍN

Villamartín está en fiestas. La calle Alvarez Troya, la plaza de Alfonso XII y vías afluentes, ofrecen un típico aspecto de animación.

Los casinos, los cafés, se hallan atestados de gente: la aviación ha llevado a Villamartín habitantes de todos los pueblos del contorno.

Saludamos a varios de estos queridos amigos: a D. José Romero , a D. Bernardo de los Ríos , a Ramón, Rafael y Luis de Troya, a Cristóbal y Fernando Romero Martel , a Basilio Torres Linero y Topete, que nos hace pasar rápidamente las horas, con su charla amenísima e inagotable; a Sánchez Robles, a Antonio Maruri, a Ramón Gutiérrez Sirés  y a su hijo Paco, el águila encadenada, a quien la paternal tiranía impide volar como fuera su deseo; a Julián Armario, a Joaquín de Luque, sin salakof ; a cien más .

Nos hablan de la feria; no ha habido mucho ganado, pero el de cerda,—los ruiseñores de montanera—, han alcanzado precios excelentísimos.


EN LA FERIA

Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las hebras de sus dorados cabellos... cuando abandonamos las mullidas plumas —un menage a deux,—y en la compañía grata de Antonio Torres Linero, Pepe Romero Martel, Riquelme , nuestro activo corresponsal, y algún otro, marchamos al paseo de la Concordia.

A nuestros pies, en la llanura, regada de grandes tiendas de lienzo, se divisa el mercado ganadero: pacen los bueyes en manadas; gravemente, con parsimonia y lentitud: los rebanos corderiles triscan alegres y retozones, con los vellones blanqueando al sol; los cerdos, —los pocos que aún quedan— gruñen sordamente, pensando en la euchilla asesina, sin dejar de hozar en la tierra: como los Panzas de la humanidad, comen y comen siempre, hasta cuando presienten que todo tiene fin en este mundo.

Allá está la tienda de Espera, y la de Montellano, y la de Algodonales, y la de Bornos: cada pueblo posee la suya, y en ella se reunen los ganaderos para hacer sus transacciones.

El párroco de Villamartín D. Francisco Núñez Galván,  nos habla de una curiosa costumbre: en estos días se cansa de bautizar criaturas: en la parroquia se agota el agua bautismal, porque los ganaderos que a la feria vienen, observan la tradición de cristianar a sus chicos aprovechando la anual estancia en Villamartín. Y hay muñeco que ya anda solo cuando recibe las aguas del Jordán villamartinense.

Pepe Romero Martel nos muestra el sitio por donde asomó el lunes Garnier con su aparato: tras unas mentañas azules, como tejidas por la ilusión, se halla la ciudad de Las Cabezas [de San Juan]: de allí salió el aviador Garnier, y atravesando la llanura como un pájaro inmenso, se posó en Villamartín, volando antes sobre Arcos y sobre Bornos.


EN EL CAMPO DE AVIACIÓN

Villamartín destina a campo de aviación, el que posee la sociedad Guadalete foot-ball Club, de la que es presidente Manuel Romero Martel.

Es un cuadrilátero espacioso y llano. El panorama es espléndido.

A un lado se ven las casas del pueblo, que escalan el monte: en las azoteas hay un lleno; los balcones de la torre de Santa María , las alturas vecinas, todo lo ocupa el gentío.

En el horizonte la sierra del Pinar se alza magestuosa: el torreón del castillo de Matrera, atalaya el llano con sus murallas derruidas, como un viejo enfermo y caduco, al que solo restase el recuerdo de lo que fue.

Bellas muchachas ocupan las localidades del campo de aviación: las gracias de Rubens andan por aquí vestidas elegantemente y multiplicadas.


GARNER VOLANDO

Un fuerte viento hizo que se pensara en suspender la fiesta.

Al fin amainó un poco el aire y monsieur Garnier se decidió a adosarle al aeroplano las alas: no contribuyó poco a ello el alcalde Sr. Carredano  y el secretario del Municipio D. Bernardo Sánchez Arias, organizadores de la fiesta.

El aparato, posado sobre la hierba, parecía un enorme y exótico pajarraco.

Poco antes de tender el vuelo monsieur Garnier, llegaron en autos D. Alejandro Ívison, D. Joaquín Pérez Lila, D. Manuel García Pérez, D. Julio González Hontoria, don Antonio Aparicio, D. Joaquín María Rivero, D. Patricio Ívison y D. Rafael López .

A las seis se elevó el aparato. Rodó sobre la hierba unos momentos y con un gesto soberbio de triunfo escaló las alturas, rápido, magnífico: el hombre ha conquistado un nuevo elemento.

Allá por los aires va como un pájaro el aeroplano, evolucionando en todas direcciones, obedeciendo a la mano de monsieur Garnier.

Y dentro de eso, que contemplarán las aves asustadas ante el intruso, va un hombre, un hombre de corazón, que sabe luchar y vencer.

A las seis y tres minutos aterrizó Garnier en un vuelo planeado en espiral, verdaderamente notable.

Una salva atronadora de aplausos acoge al aviador al pisar tierra. Por causas ajenas a su voluntad no pueden volar la señorita Antonia Carredano, la Srta. Inés Paúl y D. Francisco Piña; sopla mucho el viento… de la familiar oposición.

A las seis y diez vuelve Garnier a elevarse, aterrizando a las seis y veinticuatro minutos; se elevó a 800 metros.

El ruido del motor hacia temblar las ondas del aire.

Rozando repasa sobre nuestras cabezas el monstruo: el porvenir es suyo; dentro de pocos, muy pocos años, todos viajaremos en aeroplano y las distancia se habrán suprimido.


HABLANDO CON GARNIER

Antonio Maruri, este simpático amigo nuestro, nos presenta a Garnier y a su señora, una francesita rubia y delicada como flor de ensueño, toda distinción y espiritualidad.

Garnier nos habla de sus propósitos de visitar Jerez, pueblo al que no conoce.

—Pienso trasladarme allí en mi aparato —dice— y cuando en Jerez vuele, volando también marcharé Sevilla.

El transporte del aeroplano por ferrocarril desde Vitoria a las Cabezas ha costado unas 700 pesetas.

—¿Por qué no hizo Vd. hoy un tercer vuelo? —le interrogamos.

—No era posible, —contesta— hasta 200 metros de altura el viento podía soportarse, pero de allí en adelante soplaba huracanado, azotándome la cara con furia.

Después de saludarle, dejamos a Garnier desarmando el aparato sobre la tierra en traje de mecánico.

¿Qué se pensará de la vida y de los hombres, allá en lo alto, entre las nubes...?


EN EL CASINO

En el Casino Universal, en «Los Verdes», una sociedad de ironía y buen humor, pasamos agradables horas con nuestros amigos.

Nos habló Gutiérrez Sirés, este hombre emprendedor, de grandes proyectos para el mañana, en lo que se refiere a los autos de Jerez a Villamartín ; por ahora se reformará toda la carrosserie; poniéndola a la altura de las mejores y más cómodas que se construyan en el mundo. Tratamos con D. José Romero, a quien todos en Villamartín respetan como a un padre bondadoso, y con el digno párroco Sr. Núñez Galván; del Sindicato Agrícola en embrión, para el que hay ya reunidas más de treinta mil pesetas, y al que el covachuelismo imperante en este desdichado país, tiene empantanado en un Ministerio .

Y Cristóbal Romero nos habla de los entusiasmos que todos los labradores han puesto en la formación de la nueva Cámara Agrícola; y D. Bernardo de los Ríos, nos dice, con qué trabajos ha podido organizarse la fiesta de aviación, para la que ha contribuido todo el vecindario; y con Basilio Torres Linero,—el Principe Basilio Basiliovich — príncipe del ingenio y de la gracia finamente andaluza, que nos tuvo en constante hilaridad, descorchamos sendas botellas de Patria , haciendo un derroche de buen humor.


DE REGRESO

Después de las tres de la tarde del martes, tras un almuerzo bien servido en la fonda de la Victoria, regresamos a Jerez en un Hupmobile.

Dejamos antes un recuerdo para Juanito Troya, que se halla purgando sus crímenes en Granada, y dimos un abrazo fuerte a Joaquín Luque, que no tiene tiempo en las veinticuatro horas del día para sacar muelas.

Y cuando volaba el auto por la carretera como un potro sin freno, recordábamos con la tristeza de lo perdido, las horas alegres que habíamos pasado en Villamartín.

Sí; el tiempo de la felicidad va a paso de gigante, y el de la pesadumbre a paso de hormiga. Y con la carga del trabajo volvemos a nuestro agujero, a la redacción, a rellanar cuartillas…

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