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Por Lucía Cruz Tinoco
Antonio Cruz Lara nació el 23
de junio de 1936 en el seno de una familia humilde. Fue el cuarto de los nueve
hijos del matrimonio formado por José Cruz Estrada y María Lara Vega, ambos muy
queridos y conocidos en Villamartín por su dedicación a la elaboración de
«calentitos» (churros). El puesto de venta, ubicado en la plaza del
Ayuntamiento, fue testigo ocular de muchos de los acontecimientos importantes
sucedidos a lo largo de nuestra historia, como así ha quedado patente en
numerosas fotografías recogidas en los libros de Imágenes de un Siglo.
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Desde muy joven, su inquietud
por aprender, por conocer, por descubrir, por innovar, por crear, por
transmitir…, lo condujo a la realización de múltiples actividades. Su personalidad
autodidacta se enriqueció a través de sus grandes pasiones: la lectura, la
escritura y el contacto con la naturaleza. Ante ésta última, siempre mantuvo
una actitud contemplativa; admiraba los ríos, las montañas, los bosques, los
senderos, la lluvia, las plantas, los animales… Fruto de esa conexión,
establecida principalmente por su afición a la caza, son algunos de sus poemas.
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Siendo un adolescente comenzó a
trabajar en el Sindicato, donde, entre otras tareas administrativas, aprendió a
escribir a máquina. El conocimiento del método de mecanografía le proporcionó,
años más tarde, la oportunidad de enseñarlo a varias generaciones de jóvenes de
Villamartín.
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Poco antes de cumplir los
dieciocho años se preparó y aprobó las oposiciones de Correos, siendo el
cartero más joven de la promoción de 1954. Desde entonces y tras varios
destinos, entre los que recordaría con especial añoranza el de Madrid por sus
visitas al Museo del Prado, que despertarían en él su admiración por la
pintura, desempeñó la profesión de cartero urbano en su localidad natal durante
más de 30 años. El ejercicio de ambas ocupaciones, cartero y profesor de
mecanografía, le permitieron conocer y tratar a personas de toda índole, de las
que escuchaba sus «lecciones de vida», enriqueciendo así la suya propia; muchas
de estas enseñanzas quedaron recogidas en sus escritos y poesías.
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Él, al igual que muchas
personas de su generación, no tuvo la oportunidad de realizar estudios
académicos. Sin embargo, siempre trasmitió el valor de los mismos a sus seis
hijos varones y a su única hija, frutos de su matrimonio celebrado en 1958 con
Jerónima Tinoco García, su querida y fiel compañera de vida. El compromiso de
Antonio y Jerónima por proporcionar a sus hijos e hija una mejor y mayor
formación de la que ellos recibieron les llevó, a principios de los años 60 y
realizando un gran esfuerzo, a contribuir económicamente junto con otros muchos
vecinos y vecinas de Villamartín a la puesta en marcha del Instituto Libre de
Enseñanzas Menéndez Pelayo, que posibilitaba el acceso a estudios superiores de
jóvenes no sólo de Villamartín sino de otros pueblos de la comarca.
Su apuesta y defensa por una
educación pública al alcance de todas las personas fue su respuesta
reivindicativa ante su propia carencia, a la que él suplió con la lectura de
libros. En ellos siempre logró saciar su sed de conocimientos. Y, aunque
cualquier tema le generaba interés, fue en la literatura donde encontró su
fuente de inspiración.
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En el año 1980, animado por su
entrañable amigo José Bernal Cisuela, colaboró por primera vez en el Libro de Feria. Desde entonces y hasta
el año 2016 participó en treinta y dos ocasiones con la publicación de treinta
y cinco artículos. Sus poesías de estilo sencillo pronto calaron en el sentir
popular, siendo esperadas y muy ensalzadas por sus convecinos.
En agradecimiento a esa fiel
colaboración, el 2 de septiembre de 1999, a propuesta del Excmo. Ayuntamiento
de Villamartín, junto a su hermano Manuel, presentó el Libro de Feria de ese
año, presentación que afrontó con sumo cariño y con todo el respeto que ese
formato de expresión popular le merecía. Tanto era así, que en uno de los
párrafos finales de su exposición decía de nuestra revista:
«Para nosotros el Libro de
Feria no es una obligación del Ayuntamiento, o una publicación cualquier; es
algo vivo, algo que tiene alma propia, es el propio pueblo, la propia calle, la
propia plaza; es una ventana abierta donde se escuchan las voces de sus
vecinos, donde todo el mundo puede entrar y contar lo que siente, ha visto u
oído. Es como un ser querido. Es un amigo».
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Además de sus publicaciones en
los Libros de Feria, sus escritos en
prosa y poesía han sido editados puntualmente, a lo largo de su trayectoria, en
revistas como El Brillante Literario,
Almazara o el periódico Villamartín Información.
Su compromiso por la
divulgación de la palabra escrita lo llevó a ser miembro de los grupos
literarios Martes y Letras, creado en 1993 por escritores de Villamartín, y
Zabayo, encargado de la organización de eventos como los Encuentros de
Escritores de la Sierra de Cádiz. Y a participar en el Grupo de Teatro de
Personas Mayores, representando sainetes de los hermanos Álvarez Quintero.
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Murió el 17 de enero de 2017,
dejando un inestimable legado rico en poesías. Muchas de ellas inéditas. La
causa de que no hayan sido editadas quizás se deba a varios motivos; el
principal pudiera ser el hecho de que nunca se llegó a publicar ningún libro
suyo en el que se recogieran todas su poesías; o porque algunas de esas
poesías, al estar dirigidas a sus seres queridos, sólo por ellos debían ser
conocidas; o porque quedaron escritas de su puño y letras, ancladas a folios
amarillentos, aguardando como los buenos vinos a ser saboreadas y valoradas con
el tiempo.
Imagen 1. Antonio Cruz. Veinte
de enero de 1965.
Imagen 2. En la imagen de 1954,
el puesto de calentitos de José Cruz Estrada, Joselito, personaje simpático sin
igual, al que ayudan sus hijos María, Conchi, Manuel y Antonio.
Imagen 3. Día de cacería junto
a la torre del castillo de Matrera.
Imagen 4. Antonio en sus
primeros momentos como cartero con 18 años. 1954.
Imagen 5. Antonio durante su
estancia en Madrid. Julio de 1966.
Imagen 6. Manuel Cruz y su
hermano Antonio durante la presentación del Libro de Feria de 1999.
Imagen 7. Antonio junto a sus
compañeros del Grupo Literario Martes y Letras. Sentado, hacia el centro, su
gran amigo y cronista de la villa Pepe Bernal. Diciembre de 1993.
Imagen 8. De izquierda a
derecha: Andrés Cruz, Araceli Cabezuelo, Antonio Cruz y Jerónima Tinoco. Noche
del cotillón o despedida de la feria de 1956.
Imagen 9. Diploma de un antiguo
alumno. José Palma, como decenas de villamartinenses, acudió a la academia que
dirigía Antonio Cruz en Villamartín y cuando este los consideraba preparados,
Doceo certificaba su preparación tras el correspondiente examen.
EN MI TREINTA Y UN ANIVERSARIO
DE BODA
Esta mañana al levantarme
me recordó mi mujer...
¿No te acuerdas que día es hoy?
No, no, no lo sé.
Hace treinta y un años...
Ya, ya si lo sé.
¡Cómo pasa el tiempo!
Para mí ha sido como
arrullos de oropéndolas,
como cantar y coser,
todavía cuando inesperadamente
la veo en la calle,
siento en el pecho
ese deleite inefable
que me hace estremecer.
Bendito seas Señor
porque supiste poner
en estas dos almas nuestras,
la simiente del querer.
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© del texto, Lucía Cruz Tinoco
© de las imágenes:
· Familia Cruz Tinoco
· Libros, Villamartín. Imágenes
de un Siglo
· José Palma Gutiérrez
© de la presente publicación:
«Villamartín.Cádiz Blog de
Pedro Sánchez»
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