domingo, 26 de noviembre de 2023

Excmo. Sr. General de División Don Luis Ximénez-Pajarero y Velasco (1857-1922)

 

Por Antonio Mesa Jarén

 


General de división don Luis Ximénez-
Pajarero y Velasco, Medalla Militar Individual, dos veces Benemérito de la Patria, Hijo Predilecto de Villamartín. Durante su mandato, los soldados villamartinenses gozaban de permiso indefinido, sine die. (Archivo fotográfico de D. Eduardo González de la Peña.)

 

Las Cortes de Cádiz habían suprimido −1811− la regla de que los oficiales del Ejército debían ser de sangre noble. Sin embargo, a esta condición o categoría seguirían perteneciendo por algún tiempo una buena parte de los militares españoles. Tal es el caso de don Luis Ximénez-Pajarero: un señor que ostentaba uno de los apellido más rancios y distinguidos de Villamartín, hoy extinguido (1).

Había nacido el 26 de noviembre de 1857, dos días antes que Alfonso XII. Era hijo de Antonio Ximénez-Pajarero Ferreras y Ana Velasco García.

Durante su adolescencia y juventud, se sucedían los gobiernos en nuestro país unos tras otros, circunstancias que no favorecía ni la convivencia ni la paz, desembocando en un movimiento revolucionario que destronó a Isabel II (septiembre de 1868), el que siguió −en medio de una las mayores efervescencias de las actividades obreras que dio origen al nacimiento en España de una auténtica conciencia proletaria− las Cortes Constituyentes del 11 de febrero de 1869, la nueva Constitución −con buena carga de romanticismo agonizante−; la monarquía de Amadeo I; la I República; el movimiento cantonalista y el golpe de Pavía, entre otros. Unos años de permanentes sobresaltos.

Todos estos acontecimientos, cuajados de continuas inquietudes, fueron sembrando en el alma de aquel chiquillo un deseo de contribuir a la pacificación y orden del país, inclinando su vocación hacía la vida militar como el medio que estimaba más adecuado a tal fin.

Cuando aún le faltaban seis días para cumplir los diecisiete años, ingresó en la Academia de Infantería el 20 de noviembre de 1874, un mes antes del pronunciamiento militar que restauraría la monarquía de los Borbones, iniciando así sus estudios como alumno cadete.

En septiembre de 1875, el año que Alfonso XII había llegado a España para ser coronado, Ximénez-Pajarero, con tan sólo diecinueve años de edad, sale de la Academia con la graduación de alférez para incorporarse al Regimiento de Infantería del Príncipe, en Lérida.

El 5 de enero de 1876, en plena guerra carlista (la tercera), comienza a prestar servicios a las órdenes del general restauracionista Martínez Campos, a quien acompañaría durante una parte de su vida militar. De inmediato entra en campaña contra las bandas del ejército de Don Carlos de Borbón por las líneas avanzadas de Sangüesa, Pamplona y cercanías, logrando la liberación de Mugas-Vera y dispersando a las fuerzas carlistas, a las que personalmente arrebató varios cañones y pertrechos de guerra, mientras huían a Francia. Cuando más tarde se reorganiza el Ejército de ocupación de las provincias Vascongadas y Navarra, es destinado a la brigada con sede en Durango. Tenía veintiún años y ya lucía en su pecho la Medalla de Alfonso XII con los pasadores de Peña-Plata y Vera.

A los pocos meses de finalizar la tercera guerra carlista −28 de febrero de 1876− Ximénez-Pajarero es ascendido a teniente (8 de mayo de 1876) por los méritos adquiridos en el combate de Elcano. Y el 3 de julio es declarado nada menos que Benemérito de la Patria.

Al poco tiempo pasa al Batallón de Ronda con el que prestará servicios en Melilla, Málaga, Granada, Algeciras, Cádiz y otros acuartelamientos. Más tarde, según disposiciones ministeriales y ordenanzas militares, probaría varios destinos en las distintas regiones del país hasta 1818 que es nombrado instructor del Ejército en la guarnición de Madrid.

Y por fin le llegó el ascenso a Capitán −junio de 1891−. Es el momento de contraer matrimonio: el 9 de julio del referido año casa con la señorita María de las Nieves Miranda Domínguez, natural de Alcalá de los Gazules.

 


Y continúa su recorrido por los diversos regimientos que la disciplina le ordena, hasta el 9 de octubre de 1893 en que los sucesos ocurridos en Melilla le obligan a embarcarse en el vapor mercante El Rabat rumbo a dicha ciudad. Los rifeños habían atacado el fuerte de Sidi-Aguariach y, poco después, el gobernador de la plaza de Melilla era muerto por los moros cuando salía del fuerte de Cabrerizas. Martínez Campos fue enviado para que restableciera el orden. Ximénez-Pajarero, que años atrás había estado a las órdenes de este general en la guerra carlista, fue encargado en un principio de enseñar a los soldados el uso de los nuevos armamentos. Después tuvo que colocarse en las vanguardias de las acciones que las tropas llevaban a cabo para salvaguardar el tránsito de los convoyes: acciones todas ellas arriesgadas. Los fuertes de Cabrerizas Bajas, Camellos, Cabrerizas Altas, Rostrogordo y otros eran vigilados y desde los que lanzaban fuego contra el enemigo.

 


Restablecido el orden de momento, regresó a Madrid el 10 de marzo de 1894. Allí es felicitado en nombre de la Reina Regente por su valor, abnegación y disciplina durante las operaciones realizadas en África y, además, se le concede la Cruz de María Cristina de 1.ª Clase.

En 1888 había solicitado incorporarse al Ejército de Cuba, pero, aunque concedida la petición en un principio, posteriormente no se llevó a efecto. Sin embargo, ahora, en 1895, estando en Cádiz, recibe la orden de marchar a Cuba y ponerse a disposición del Capitán General Arsenio Martínez Campos, su antiguo jefe (en la tercera guerra contra los carlistas), que había sido enviado a la Isla por el Gobierno de Cánovas, toda vez que había gozado de una inmensa popularidad no sólo entre los peninsulares, sino entre los mismos separatistas; pero ahora su prestigio se encontraba en decadencia al no haber cumplido el Gobierno los pactos de Zajón.

Ximénez-Pajarero llegó a La Habana el 16 de junio de 1895, cuando había estallado de nuevo la guerra, que sería más feroz y cruenta que la anterior. Martínez Campos lo nombró ayudante del general de brigada Ramón Echagüe; con él asistió a durísimos encuentros con Antonio Maceo y Quintín Banderas, logrando apoderarse del campamento de los insurrectos en Chaparra y luchando denodadamente en los frentes de Breñosa y Sabana Becerra, lo que le valió la Cruz de la Clase del Mérito Militar.

En 10 de enero de 1896 es ascendido al empleo de comandante, siguiendo de asistente del antes citado Brigadier. Más adelante se las vería con el terrible Máximo Gómez −un sargento dominicano formado en el ejército español, de cultura rudimentaria, pero de valor indomable y de redomada astucia, que puso al servicio de la causa cubana la táctica hispana de la guerrilla−. En Pozo Redondo le alcanzó y dispersó, lo mismo que a Maceó en Santa Lucía y otros, cerrándole el paso e impidiéndole entrar en la provincia de La Habana.

Pero la política conservadora de Cánovas favoreció al partido ultraconservador cubano Unión Constitucional, contrario a Martínez Campos que alentaba al liberal. Ello supuso la sustitución de éste por el enérgico Valeriano Weyler, que tomó posesión de la Capitanía General el 10 de febrero de 1896. Y tras Martínez Campos salió también Luis Ximénez-Pajarero rumbo a la península, llegando a Cádiz el 20 de marzo de 1896.

 


Pero el brigadier Ramón Echagüe parece que no se hallaba sin él. Volvió a llamarle y allá se vio obligado a regresar de nuevo. El 2 de agosto desembarcó en La Habana, y a los cuatro días otra vez a la lucha.

En octubre de 1896 se enfrentó nada menos que a un ejército de seis mil hombres que mandaba Antonio Maceo, a quien derrotó en Guayabitos. Prosigue en distintos frentes apoderándose de fuertes, de campamentos y replegando a los insurrectos. En medio de tanto fuego es herido Echagüe y conducido a La Habana, acompañado de Ximénez-Pajarero, su inseparable ayudante.

Echagüe no pudo continuar en la Isla y don Luis regresó definitivamente a España, a donde llegó el 20 de diciembre de 1896. En Cádiz fijó su residencia, siendo nombrado Ayudante de Campo de Echagüe que había ascendido a General de División. Ramón Echagüe y Méndez Vigo, conde de Serrallo (1852-1917). Christian_Franzen.

Había que recompensar su valor, sus victorias castrenses contra los insurrectos en Molina (La Habana) y su fidelidad al referido general. Efectivamente, por real Orden del 16 de febrero de 1897 se le concede la Cruz de Primera Clase del Mérito Militar con distintivo rojo (2); por otro despacho Real de 2 de marzo del mismo año, la Cruz de Segunda Clase del Mérito Militar, también con distintivo rojo, y por otra más Real Orden de 1 de septiembre, una nueva Cruz del Mérito Militar. El año 1897 terminaría en Badajoz acompañando a Echagüe.

En 1898 sería destinado a Madrid, donde se le recompensó de nuevo con la Cruz de la Real y Militar Orden San Hermenegildo (3). En los primeros días de 1899, otra distinción, esta vez se le concede el derecho a usar Medalla Conmemorativa de la campaña de Cuba. Y siguen premiándolo: en mayo de 1903 por Real Orden se hace constar que tiene derecho al uso de la Medalla de la jura de Don Alfonso XIII, y a otra de la Regencia de Dña. María Cristina.

En 1905 visitaba España el presidente de la República francesa. Con tal motivo se le cuelga en su pecho, atiborrado ya de medallas y condecoraciones, nada más y nada menos que la Cruz de Oficial de la Legión de Honor de dicha república. Una muestra más de la valía de este militar y de la estimación que gozaba en los altos estamentos de la nación.

En el año 1906 −el 31 de mayo− Alfonso XIII contrae matrimonio con Victoria Eugenia de Battenberg. Los regios contrayentes sufren un atentado cometido en la calle Mayor cuando regresaban de la Iglesia de los Jerónimos, donde se habían desposado. El autor −un discípulo de la Escuela Moderna que creó en Barcelona Francisco Ferrer− se llamaba Mateo Morral. Por tal motivo, Ximénez-Pajarero, que había intervenido para restablecer el orden y la tranquilidad, y habiendo sido considerado el hecho como de guerra, le fue concedida una Mención Honorífica por una Real Orden.

El 3 de noviembre del mismo año asciende a teniente coronel. Pero ya no puede continuar al lado de su querido General Echagüe: ha de hacerse cargo del Batallón de Cazadores de Barbastro, haciéndolo el 3 de enero de 1907. Y otra Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. ¿Disponía de lugar en su guerrera para ostentar tantas distinciones?

Su labor en dicho batallón fue admirable: se preocupó al máximo de cada oficial y de cada soldado, instruyéndolos, procurando se hallaran siempre contentos y bien alimentados. Su cuartel fue modelo en todos los aspectos, siendo el que acompañaba a los reyes en sus desplazamientos cercanos. Por tal motivo se tuvo que hacer cargo de la Comandancia Militar en los Reales Sitios de San Ildefonso, cerca de Segovia. El Consejo de Ministros de 30 de diciembre de 1908 le obsequia, como regalo de Navidad, con la Medalla de Plata del Primer Centenario de los Sitios de Zaragoza.

Pronto se ve obligado a abandonar Madrid: las Kábilas fronteriza a Melilla se habían revelado causando bajas entre los obreros españoles que trabajaban en la instalación del ferrocarril minero de la Cía. Norteafricana, y ha de salir para reforzar la guarnición de aquella plaza, a donde llegó el 23 de julio de 1909, el mismo día que los moros habían derrotado al general Marina. Ximénez-Pajarero se dedicó de momento a proteger por la mañana los convoyes, y de noche reforzar las posiciones de otras compañías. Pero el 27 ocurría el gran descalabro de "Barranco del Lobo", donde el número de bajas alcanzó la cifra impresionante de 1.248. No obstante, durante el tiempo de permanencia en Melilla contribuyó a las tornas de Taurit, Atlaten y otras. Los combates, sobre todo el sostenido en las lomas de Gurugú, le merecieron otro premio, en esta ocasión la Cruz de 2.ª Clase de María Cristina.

Aquellos méritos se le volvieron a reconocer y tenerlos en cuenta tan pronto regresó a Madrid el 3 de enero de 1910. Efectivamente, se extiende la Orden de nuevas recompensas, y el 19 se le imponen la Cruz de 2.ª Clase del Mérito Militar y una Mención Honorífica por las operaciones en Melilla.

Villamartín no podía quedar indiferente ante los constantes triunfos de aquel hijo suyo que era premiado una y otra vez por sus evidentes méritos castrenses. Y, aprovechando una vista que Luis hizo a Villamartín en el mes de marzo de 1910, el pueblo en masa salió a recibirle, testimoniándole su afecto y aplaudiéndole por su brillante carrera. Era lógico que así fuera, pues, aparte de sus plausibles méritos, siempre había manifestado evidente predilección por los soldados de Villamartín, dispensándoles un trato de favor que no podía disimular. No hubo un soldado en aquellos años, sobre todo los que prestaban el servicio militar en su jurisdicción, que no disfrutara de continuos permisos, máxime en las épocas de recolección que podían obtener algunos beneficios. Y aprovecharon aquella visita para demostrarle su gratitud (4).

El Ayuntamiento se sumó al homenaje espontáneo del pueblo y en la sesión pública del 28 de marzo de aquel año lo nombró Hijo Predilecto de Villamartín. El Pleno, presidido por el alcalde, a la sazón Bernardo de los Ríos Montero, en su punto segundo del día, decía así:

 


El Cuerpo Capitular, queriendo dar público testimonio de la alta estimación en que tiene al hijo ilustre de este pueblo el Teniente Coronel Don Luis Jiménez-Pajarero  y Velasco, a la vez que asociarse oficialmente al clamor de sincero entusiasmo y a la cariñosa acogida que el vecindario en masa lo ha dispensado en la visita que le dedica a su pueblo que le vio nacer, después de su denodada campaña en África al mando de tantas veces heroico Batallón Cazadores de Barbastro, acordó unánimemente nombrar a tan ilustre militar hijo predilecto de esta villa, disponiendo que del presente acuerdo se expida certificado que le entregará en prueba de la más señalada distinción una comisión del seno del Ayuntamiento.
(Acta capitular de 28 marzo 1910 segundo punto. Ayuntamiento de Villamartín).

El 28 de abril ascendía al grado de Coronel de Infantería y el 19 de Mayo se le concedía la Medalla de Plata de Melilla con los pasadores de Sidi Hamet, Gurugú, Taxdirt, Hidum Zoco el Had y Altaten; y el 10 de junio la Medalla de Oro con distintivo morado conmemorativa del primer centenario de los Sitios de Gerona.

Los siguientes años transcurrieron ocupando los más diversos cargos de responsabilidad dentro del Ejército. En 1911 se le nombra director del Colegio María Cristina para huérfanos de Infantería, estando a su frente hasta que en 1913 es destinado al mando del Regimiento Infantería del Rey n.° 1. Al finalizar el año recibe la Cruz de 3.ª clase del Mérito Militar con distintivo blanco por los distinguidos y meritorios servicios prestados durante el tiempo que estuvo al frente del Colegio de Huérfanos.

Su preparación en todos los órdenes era evidente, por lo que es nombrado en 1914 −año de la primera guerra mundial− vocal de la junta que ha de examinar y calificar los trabajos efectuados por los oficiales del ejército que aspiren a ingresar en la Escuela Superior de Guerra, al tiempo que por una Orden Real del 27 de agosto es promovido al empleo de General de Brigada.

Pero el año no podía finalizar sin otra condecoración, ya era de ritual: el 11 de noviembre colgaría sobre su pecho la Gran Cruz de San Hermenegildo.

La Navidad de aquel año −1914− la disfrutó en Madrid, en espera de nuevo destino que no llegaría hasta el 13 de julio de 1915, que, al mando de la 2.ª Brigada de Infantería, partió para Melilla. Por aquellas tierras anduvo todo el tiempo revisando las tropas e inspeccionando los servicios y depen­dencias de Kaddur, Izhafen y otras, así como las plazas de Peñón de Vélez, de la Gomera y de Alhucemas, y las guarniciones de Cabo de Agua y Chafarinas. Más tarde −el 28 de septiembre− al mando de la columna de Kaddur ocupó las posiciones de Tamsalet y Ben-Musa y revisó otras, así como a las fuerzas de Regulares indígenas, tropas de Intendencia, compañía de telégrafos y de la Compañía del Mar, pertenecientes todas ellas a la jurisdicción de Melilla. Y así continuaría durante todo el año 1916, consiguiendo las tomas de Zoco de Haraig, de Assel Y ras-Ben Dadda, Yframbuasa, Dar-Busada y Chevita, y otras.

Era norma común agradecer los servicios prestados con eficacia y disciplina, y éste, en tierras africanas, no podía quedar atrás: el 25 de enero de 1917 se le concedía la Gran Cruz roja del Mérito Militar por los servicios y acciones llevadas a cabo en el Protectorado de Marruecos desde 1915 hasta la fecha.

El año 1917 lo pasaría a las órdenes del General en Jefe del Ejército de España en África, debiendo hacerse cargo del mando de la zona de Tetuán, recompensándole otra vez: en esta ocasión sería la Medalla de Marruecos.


No estuvo demasiado tiempo en África, pues el 31 de julio de 1918 toma posesión del mando de la 2.ª Brigada de la 4.ª División en Málaga y de su Gobierno Militar. Y al final de año el correspondiente regalo de Navidad, como en otras ocasiones: la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar con distintivo rojo por los servicios que había prestado en Marruecos en las zonas de Melilla, Ceuta y Tetuán. Por fortuna, a semejanza de su paisano Pedro Garrido, la suerte le deparó no estar presente en los desastres de Melilla y Anual, que tendrían lugar años más tarde (julio de 1921), donde el Ejército de España perdería catorce mil hombres. (De LukGasz - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0).

 

El 11 de febrero de 1920 fue promovido al empleo de General de División con el mando de la XII División y Gobernador Militar de Bilbao. Y el 5 de enero de 1921 se le encarga la 4.ª División con sede en Granada y el Gobierno Militar de dicha plaza.

Cuando aún no había cumplido los cincuenta y cinco años de edad, falleció en Granada el día de su santo −21 de junio− del año 1922. Unos años más y hubiera llegado a la cumbre del generalato: a teniente general (5).

Un distinguidísimo militar, natural e Hijo Predilecto de Villamartín y Benemérito de la Patria que participó en la tercera guerra carlista, en la de Cuba, y en los distintos avatares ocurridos en África, obteniendo por tantos servicios prestados y méritos alcanzados veinticuatro condecoraciones, men­ciones honoríficas, medallas y cruces.

 

Notas

(1).- Lo conserva una familia en sexto u octavo lugar.

(2).- Esta condecoración, la más importante tras la Laureada de San Fernando, también la ostentó en su pecho mi tío Manuel Jarén Pavón.

(3). También la poseía Manolo Jarén.

(4).- Comentarios que escuché, siendo niño, a personas mayores que conocieron a don. Luis.

(5).- Nos referirnos a D Luis Huerta, Gentilhombre de Cámara y Jefe de la Casa Militar de Alfonso XIII, casado con Paz Topete, de Villamartín. Solía visitar el pueblo con muchísima frecuencia. En la casa de Jesús Mozo se conserva una fotografía de este militar.

 

Versión de esta entrada en PDF

 

Bibliografía:

· Mesa Jarén, Antonio. «Excmo. Sr. General de División Don Luis Ximénez-Pajarero y Velasco (1857-1922)». Hijos Ilustres y personas relevantes en la historia de la villa de Villamartín. Ayuntamiento de Villamartín. 1999.

· Actas capitulares. Ayuntamiento de Villamartín.

 

© del texto, Antonio Mesa Jarén.

© de las imágenes, lo señalado en los pies de foto.

© de la publicación impresa, Ayuntamiento de Villamartín.

© de la publicación on line, «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez».

No hay comentarios:

Publicar un comentario