Artículo
publicado en el Libro de Feria de 2020. Ayuntamiento de Villamartín.
Nombre: José Luis Pineda Soto.
Lugar
de nacimiento: Villamartín (Cádiz).
Fecha
de nacimiento: 2-11-1899.
Profesión:
Oficial 1.⁰ de la Secretaría del Ayuntamiento de Villamartín, periodista,
corresponsal telegráfico y editor.
Padres:
Juan Pineda Enríquez / Antonia Soto Galindo.
Abuelos
paternos: Sebastián Pineda Mateos / Ana Enríquez.
Abuelos
maternos: José Soto Márquez / Francisca Galindo Giménez.
Madrina:
Josefa Soto Galindo.
Esposa:
Josefa Bernal Barea.
Todos
sus antepasados cercanos nacieron en Villamartín.
Acababa
el siglo XIX cuando viene al mundo José Luis Pineda Soto, un personaje de
primera línea de las décadas de 1920 y 1930. Su temprano fallecimiento truncó
la vida del que pudo ser todo un referente para Villamartín, aunque tampoco
sabemos cómo se hubiera enfrentado a la dictadura franquista dado su carácter progresista.
Desde hace varios años suelo charlar con José Luis Romero sobre su abuelo y lo
primero que me cuenta, y me sorprende, es que, pese a sus fuertes raíces
ancladas en Villamartín, pudo haber nacido en Extremadura.
Efectivamente,
tanto sus padres como sus abuelos fueron todos villamartinenses. Familiarmente
siempre hemos situado su nacimiento en Monesterio, provincia de Badajoz, el
primer pueblo que nos encontramos cuando abandonamos Andalucía por la Vía de la
Plata. Lo que sí es seguro es que fue bautizado en esa localidad en enero de
1900, como hemos comprobado en la partida de bautismo que nos ha facilitado la
Parroquia de San Pedro Apóstol de ese pueblo extremeño. En cambio, la partida
de nacimiento que poseemos registra su venida al mundo en Villamartín, en la
calle Real, nombre con el que se conoció en algún momento a la calle del Santo.
Bien pudiera ser que el hecho concreto del parto ocurriera en Monesterio, donde
su padre (mi bisabuelo) estuvo buscándose la vida de jornalero, y después
viniera a inscribirlo en la localidad natal de toda la familia. Él, con
seguridad, siempre se sintió profundamente culiblanco.
Pasados
más de ochenta años de su fallecimiento no nos ha resultado fácil reconstruir
su biografía, pero de esas personas que fueron activos, inquietos,
emprendedores y trataron de aportar su trabajo e ilusión para el bien de su
pueblo, siempre queda algo. Hemos repasado lo escrito por los investigadores
locales sobre esos años y como no podía ser menos, muchos se fijaron en José
Luis Pineda.
José
Bernal Cisuela lo nombra y lo señala en el Libro de Feria de 1992 en un
artículo sobre el periódico La Voz de Villamartín. «Don José L. Pineda
fue funcionario del Ayuntamiento, y ejerció la corresponsalía de varios
periódicos en Villamartín [al menos que sepamos de El Guadalete de Jerez
y La Unión de Sevilla] y dirigió un folleto dedicado a la Feria de San
Mateo en el año 1931, murió muy joven, malográndose la vida de un
villamartinense que le hubiera sido muy útil al pueblo». De su actividad
periodística hablaremos más detenidamente. Manuel Vidal Jiménez, en sus
numerosas publicaciones nos queda señalado a nuestro biografiado en
interesantes momentos que trataremos de completar: administrador de La Voz
de Villamartín (1919), editor de las revistillas de 1930 y 1931 y su acercamiento
al Frente Popular (1936). Fernando Romero Romero, también se fija en sus
investigaciones en este personaje, lo hace tanto en su libro República,
Guerra Civil y Represión en Villamartín, 1931-1946 como en el Imágenes
de un Siglo II, donde recoge fotografías e información procedente del
periódico sevillano La Unión.
No
sabemos con precisión cuándo vuelven nuestros bisabuelos a Villamartín y si
siguen en Monesterio por un tiempo; sea de una forma u otra podemos situarlos
ya en el pueblo a principios del siglo XX, al menos a su madre, trabajando en
la casa del médico de Villamartín Pedro Riquelme Lemón. Este, pronto se fija en
el hijo de Antonia, el niño José Luis, en su carácter despierto, en su gran
inteligencia y ganas de aprender, por lo que se preocupó por él y decide
pagarle los estudios de Magisterio. Nuestro abuelo siempre se lo agradeció,
sabiendo aprovechar con su esfuerzo la gran oportunidad que el doctor le
proporcionaba. Aún conservamos la familia un anillo, regalo del Dr. Riquelme,
con el sello de su apellido.
Nos
sorprende y nos llena de orgullo, como descendientes suyos, la gran cultura que
llegó a adquirir durante su vida, codeándose con alcaldes, concejales,
maestros, médicos, notarios, etc. desde antes de cumplir los veinte años; fundando
un periódico, editando revistas, ganando unas oposiciones como oficial del
Ayuntamiento, actuando como corresponsal telegráfico y de varios periódicos, dando
clases particulares en las casas de las familias adineradas del pueblo que se
lo sorteaban para que sus hijos e hijas tuvieran conocimientos en letras y
números. Precisamente en una de ellas conoció a la que sería su mujer, nuestra
abuela Josefa Bernal Barea. Creo que no exageraría al afirmar que, mediada la
década de 1930, nuestro abuelo José, estaba entre la media docena de personas
más cultas de Villamartín. Debido a su muerte muy temprana poco más sabemos de
él, ninguno de sus nietos tenemos la referencia de ese abuelo que te cuenta sus
batallitas.
Cabecera de la portada del primer número de La Voz de Villamartín. Col. Jesús Mozo Gutiérrez.
Demos
ahora un repaso a lo ya anunciado que he podido localizar y empezaremos
cronológicamente por 1919, cuando José Luis no había cumplido aún los 20 años.
El domingo 4 de mayo de ese año aparece el número 1 de La Voz de Villamartín,
posiblemente el primer intento periodístico que se realiza en nuestro pueblo.
Desconocemos cuánto tiempo estuvo en la calle, pero al menos salieron de las
Tipográficas Arcobricense 63 números de este semanario independiente. Asume la
dirección Vicente Salillas y Casanova, maestro; la dirección artística
Adalberto Garzón Girón, hijo del recaudador de contribuciones y muy joven, unos
18 años; y José Luis Pineda como administrador, que cuando firma como
periodista suele hacerlo con el seudónimo de Adenip (Pineda al revés). Fijan la
redacción en la fonda Victoria de la plaza de Alfonso XII. Pineda o Adenip
publica numerosos artículos de los que destacan por su interés «El puente»,
sobre el Guadalete, por esos años en obras que nunca acababan; se hace eco del
proyecto de un nuevo teatro para Villamartín, el futuro ALVATRO; del
ferrocarril Villamartín-Utrera y del otro, el de Jerez a la Sierra; del posible
cierre del balneario de los Conejos y de los problemas por los que pasa el
gremio de aguadores, entre otros.
A la izquierda el concejal Manuel Jiménez Maza revisando información municipal, junto al funcionario municipal José Pineda. 1928. Fot. Ramón de la Rosa Romero. Villamartín. Imágenes de un Siglo II.
Facilitados
por Fernando Romero, he podido tener acceso a unos 20 artículos publicados por La
Unión y firmados por Pineda, son aportaciones que recogen las vicisitudes
de Villamartín desde 1923 hasta 1929. Destaco el dedicado al nombramiento de su
paisano, el gran aficionado a la fotografía Ramón de la Rosa Romero como
corresponsal gráfico de La Unión a partir de 1928. Precisamente la
fotografía que adjunto es de Ramón.
No
he podido corroborar la participación de Pineda en la importante revista de
feria de 1926, pero con bastante seguridad, como periodista que era, debió
gestionar ante ediciones ODENA su publicación, elaborar algunos artículos, bien
documentados para la época, como «Villamartín. Apuntes de su historia» o «Tipos
populares de Villamartín: Antonio Márquez el Berraco».
Revistas de feria de 1930 y 1931 editadas por José Pineda. Col. Miguel Bernal Gómez.
Ese
precedente de ediciones ODENA le lleva a ser el propio editor de dos revistas
de feria de gran calidad, como son las de 1930 y 1931. Ambas, con el mismo
título y estructura similar, nos permiten hacernos una idea del Villamartín de
esa década. En la primera, compuesta de 16 páginas, nos introduce en el folleto
con una editorial bien elaborada: «Quisiéramos tener inspiración para cantar
las excelencias de este pueblo y la grandeza de su Feria». Ensalza la actuación
del Ayuntamiento, presidido por Jerónimo de Troya Romero, el médico del
paludismo de ideología conservadora, en la sección «Labor Municipal»; nos
presenta una amplia muestra del comercio, industria y agricultura local en la
sección publicitaria; y, finalmente, los cargos religiosos, civiles y
principales profesionales en una breve guía.
Muy
completa es la revistilla de 1931, aunque reduce las páginas a 12. No olvidemos
que, para la fecha de edición, sobre septiembre, llevaba implantada la Segunda
República apenas cinco meses. José introduce los notorios cambios políticos que
se están produciendo también a nivel local; y a nivel personal hay un enfoque
claramente afín a la República que refleja la editorial: «Del corazón mismo de
este privilegiado pueblo, se han destacado, por expresa voluntad de este, un
puñado de hombres, obreros en su mayoría y trabajadores todos, que sienten
intensamente el ideal republicano y ostentando la plena representación popular,
han venido a formar el primer Ayuntamiento de la República Española. Estos
concejales actúan siguiendo las orientaciones de sus partidos […] ausentes de
todo caciquismo, [y] resuelven siempre de la manera más conveniente a los
intereses de la colectividad». No falta el «Elogio de la Feria» ni la «Guía
breve de Villamartín», encabezada por el flamante Ayuntamiento presidido por el
republicano-socialista Andrés Piña Pacheco; las «Variaciones introducidas en el
nomenclátor de calles y paseos» y el consiguiente apartado publicitario.
Sabemos
que casó con nuestra abuela Pepa Bernal en noviembre de 1926, él con 27 años y
ella con unos 20; por entonces era corresponsal de La Unión de Sevilla y hasta
salió su boda en ese periódico, un gran acontecimiento social (Enlacea esa crónica). Tuvieron dos hijas, mi tía Antonia (hacia 1927-28) y mi
madre Bárbara (1931), conocida la primera como Antoñita Pineda y la segunda
como Barbarita Bernal, gran costurera, por cierto. La familia vivía en la calle
de La Encrucijada, que por entonces se llamaba Manuel Poley. Mi abuelo, por
esos años, debía estar ya aquejado de la terrible enfermedad que acabó con su
vida muy pronto. Parece ser que en más de una ocasión tuvo que dejar su
principal trabajo como oficial de la Secretaría del Ayuntamiento. En un
documento que conservamos, fechado el 7 de febrero de 1930, se dirige a la
Comisión Municipal Permanente para exponerle «que encontrándose en estado
delicado de salud que le imposibilita dedicarse a su habitual trabajo, y con el
fin de atender al restablecimiento de la misma, suplica le sea concedido un mes
de licencia». Seguramente no fue esta la única baja que pidió.
Llama
la atención que tras las buenas revistas de feria de 1930 y 1931 no hubiera
más. Pudo ser un fracaso económico como editor, la falta de apoyo del
Ayuntamiento, ante la llegada del llamado Bienio Conservador, a un funcionario
que se había mostrado más cercano a los políticos del Bienio Progresista o
incluso la precaria economía municipal de esos años, más centrada en el socorro
a los obreros. Un cuarto factor que pudo estar presente fue el agravamiento de la
tuberculosis que padecía Pineda, que le llevó a una muy temprana jubilación. No
hemos podido concretar la fecha de la misma, pero sabemos que en 1934 aún era
funcionario dentro del grupo de administrativos, concretamente oficial segundo
de Secretaría[1].
Y por Fernando Romero, en el libro comentado, que en julio-agosto de 1936 ya
estaba jubilado, puesto que no aparecía en la circular que ordenó la
destitución de casi medio centenar de empleados municipales vinculados al
Frente Popular. Pero el nuevo Ayuntamiento no se olvidó de Pineda y hace una
consulta al Gobierno Civil sobre cómo actuar «con el empleado municipal jubilado
don José Pineda, por su actuación en el llamado Frente Popular». El gobernador
es tajante al respecto: «Le manifiesto que, desde luego, puede esa Corporación
acordar, con carácter definitivo, la pérdida de todos los derechos
administrativos adquiridos por el citado individuo». Ante esta respuesta, la
Corporación Municipal acordó «destituir al mencionado empleado jubilado con la
pérdida de los derechos pasivo que en la actualidad disfrutaba[2]». Es decir, que lo dejaron
sin la pensión vitalicia que le correspondía por incapacidad permanente para el
servicio. Estos hechos pusieron fin a la brillante trayectoria profesional y
cultural de un hombre emprendedor y tenaz, que como bien dijo José Bernal le
hubiera sido muy útil al pueblo, de hecho, ya lo fue en esos veinte años que le
dedicó a su querido Villamartín.
Su
mala salud fue empeorando progresivamente a lo largo de los años 30,
incapacitándolo progresivamente para el trabajo de administrativo en el
Ayuntamiento y debiendo bajar el ritmo de trabajo extra que llevaba con las
corresponsalías y las revistillas que editaba. Parece ser que políticamente se
inclinó por los partidos de izquierdas y esto tuvo sus consecuencias después.
Antes de la Guerra Civil ya estaba jubilado, por lo que no tuvo que ir al
frente. Le concedió el Ayuntamiento de la República una paguita de jubilación
que duró poco, su acercamiento en esos últimos años de su vida a los partidos
políticos contrarios al nuevo régimen hizo que el Ayuntamiento que sustituyó al
anterior le quitara esa pequeña pensión vitalicia en el otoño de 1936. Hasta su
muerte aguantaron como pudieron con la ayuda de la familia. El fallecimiento,
inevitablemente, llegó un 13 de junio de 1938, cuando todavía no había cumplido
los 39 años. Su viuda, nuestra abuela Pepa Bernal, tuvo que abandonar la casa
familiar e irse con sus padres que cuidaron de ella y de sus nietas Antoñita y
Barbarita, nuestra tía y nuestra madre. Para borrar el rastro de la terrible y
penosa enfermedad sufrida directamente por mi abuelo, pero indirectamente
soportada por toda la familia, se sacaron los enseres de la casa y se quemaron;
con el humo y las cenizas se fueron sus artículos, sus apuntes, sus libros,
todos sus archivos, que de haberse conservado serían a día de hoy un gran
legado histórico para los investigadores locales. Villamartín perdió a un
hombre inteligente, íntegro y muy trabajador, que adoraba a su pequeña
localidad serrana como bien quedó demostrado. La pensión vitalicia, que en
derecho le correspondía a la viuda, nunca se reclamó.
Fuentes:
·Archivo
Municipales de Villamartín (AMV). Libros de Actas Capitulares (AC) y Libros de
Actas de la Comisión Gestora (ACG).
Bibliografía:
·Libro
de Feria de 1992. Ayuntamiento de Villamartín.
·Medicina
y Sanidad en Villamartín (1503-2003). Manuel Vidal Jiménez.
Fundación Dr. Pascual. 2006.
·Periódico
sevillano La Unión. Varios números entre 1923 y 1929.
·Periódico
La Voz de Villamartín, números 1 al 12. Colección de Jesús Mozo
Gutiérrez.
·República,
Guerra Civil y Represión en Villamartín, 1931-1946.
Fernando Romero Romero. Ayuntamiento de Villamartín. 2006.
·Revistas
de Feria de 1926, 1930 y 1931. Ayuntamiento de Villamartín.
·Villamartín.
Imágenes de un Siglo II. Coord. Pedro Sánchez Gil y Fernando
Romero Romero. Ayuntamiento de Villamartín. 2002.
·
Versión de esta entrada en PDF. Enlace.
©
del texto, José Luis Romero Pineda y Pedro Sánchez Gil
©
de las imágenes, lo mencionado en los pies de foto.
©
de la publicación «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez / Ayuntamiento de
Villamartín»
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