martes, 2 de febrero de 2021

José Luis Pineda Soto, funcionario municipal y periodista

 

Artículo publicado en el Libro de Feria de 2020. Ayuntamiento de Villamartín.

 

Nombre: José Luis Pineda Soto.

Lugar de nacimiento: Villamartín (Cádiz).

Fecha de nacimiento: 2-11-1899.

Profesión: Oficial 1.⁰ de la Secretaría del Ayuntamiento de Villamartín, periodista, corresponsal telegráfico y editor.

Padres: Juan Pineda Enríquez / Antonia Soto Galindo.

Abuelos paternos: Sebastián Pineda Mateos / Ana Enríquez.

Abuelos maternos: José Soto Márquez / Francisca Galindo Giménez.

Madrina: Josefa Soto Galindo.

Esposa: Josefa Bernal Barea.

Todos sus antepasados cercanos nacieron en Villamartín.

 

Acababa el siglo XIX cuando viene al mundo José Luis Pineda Soto, un personaje de primera línea de las décadas de 1920 y 1930. Su temprano fallecimiento truncó la vida del que pudo ser todo un referente para Villamartín, aunque tampoco sabemos cómo se hubiera enfrentado a la dictadura franquista dado su carácter progresista. Desde hace varios años suelo charlar con José Luis Romero sobre su abuelo y lo primero que me cuenta, y me sorprende, es que, pese a sus fuertes raíces ancladas en Villamartín, pudo haber nacido en Extremadura.

 

Efectivamente, tanto sus padres como sus abuelos fueron todos villamartinenses. Familiarmente siempre hemos situado su nacimiento en Monesterio, provincia de Badajoz, el primer pueblo que nos encontramos cuando abandonamos Andalucía por la Vía de la Plata. Lo que sí es seguro es que fue bautizado en esa localidad en enero de 1900, como hemos comprobado en la partida de bautismo que nos ha facilitado la Parroquia de San Pedro Apóstol de ese pueblo extremeño. En cambio, la partida de nacimiento que poseemos registra su venida al mundo en Villamartín, en la calle Real, nombre con el que se conoció en algún momento a la calle del Santo. Bien pudiera ser que el hecho concreto del parto ocurriera en Monesterio, donde su padre (mi bisabuelo) estuvo buscándose la vida de jornalero, y después viniera a inscribirlo en la localidad natal de toda la familia. Él, con seguridad, siempre se sintió profundamente culiblanco.

 

Pasados más de ochenta años de su fallecimiento no nos ha resultado fácil reconstruir su biografía, pero de esas personas que fueron activos, inquietos, emprendedores y trataron de aportar su trabajo e ilusión para el bien de su pueblo, siempre queda algo. Hemos repasado lo escrito por los investigadores locales sobre esos años y como no podía ser menos, muchos se fijaron en José Luis Pineda.

José Bernal Cisuela lo nombra y lo señala en el Libro de Feria de 1992 en un artículo sobre el periódico La Voz de Villamartín. «Don José L. Pineda fue funcionario del Ayuntamiento, y ejerció la corresponsalía de varios periódicos en Villamartín [al menos que sepamos de El Guadalete de Jerez y La Unión de Sevilla] y dirigió un folleto dedicado a la Feria de San Mateo en el año 1931, murió muy joven, malográndose la vida de un villamartinense que le hubiera sido muy útil al pueblo». De su actividad periodística hablaremos más detenidamente. Manuel Vidal Jiménez, en sus numerosas publicaciones nos queda señalado a nuestro biografiado en interesantes momentos que trataremos de completar: administrador de La Voz de Villamartín (1919), editor de las revistillas de 1930 y 1931 y su acercamiento al Frente Popular (1936). Fernando Romero Romero, también se fija en sus investigaciones en este personaje, lo hace tanto en su libro República, Guerra Civil y Represión en Villamartín, 1931-1946 como en el Imágenes de un Siglo II, donde recoge fotografías e información procedente del periódico sevillano La Unión.

 

No sabemos con precisión cuándo vuelven nuestros bisabuelos a Villamartín y si siguen en Monesterio por un tiempo; sea de una forma u otra podemos situarlos ya en el pueblo a principios del siglo XX, al menos a su madre, trabajando en la casa del médico de Villamartín Pedro Riquelme Lemón. Este, pronto se fija en el hijo de Antonia, el niño José Luis, en su carácter despierto, en su gran inteligencia y ganas de aprender, por lo que se preocupó por él y decide pagarle los estudios de Magisterio. Nuestro abuelo siempre se lo agradeció, sabiendo aprovechar con su esfuerzo la gran oportunidad que el doctor le proporcionaba. Aún conservamos la familia un anillo, regalo del Dr. Riquelme, con el sello de su apellido.

Nos sorprende y nos llena de orgullo, como descendientes suyos, la gran cultura que llegó a adquirir durante su vida, codeándose con alcaldes, concejales, maestros, médicos, notarios, etc. desde antes de cumplir los veinte años; fundando un periódico, editando revistas, ganando unas oposiciones como oficial del Ayuntamiento, actuando como corresponsal telegráfico y de varios periódicos, dando clases particulares en las casas de las familias adineradas del pueblo que se lo sorteaban para que sus hijos e hijas tuvieran conocimientos en letras y números. Precisamente en una de ellas conoció a la que sería su mujer, nuestra abuela Josefa Bernal Barea. Creo que no exageraría al afirmar que, mediada la década de 1930, nuestro abuelo José, estaba entre la media docena de personas más cultas de Villamartín. Debido a su muerte muy temprana poco más sabemos de él, ninguno de sus nietos tenemos la referencia de ese abuelo que te cuenta sus batallitas.

 

Cabecera de la portada del primer número de La Voz de Villamartín. Col. Jesús Mozo Gutiérrez.

 

Demos ahora un repaso a lo ya anunciado que he podido localizar y empezaremos cronológicamente por 1919, cuando José Luis no había cumplido aún los 20 años. El domingo 4 de mayo de ese año aparece el número 1 de La Voz de Villamartín, posiblemente el primer intento periodístico que se realiza en nuestro pueblo. Desconocemos cuánto tiempo estuvo en la calle, pero al menos salieron de las Tipográficas Arcobricense 63 números de este semanario independiente. Asume la dirección Vicente Salillas y Casanova, maestro; la dirección artística Adalberto Garzón Girón, hijo del recaudador de contribuciones y muy joven, unos 18 años; y José Luis Pineda como administrador, que cuando firma como periodista suele hacerlo con el seudónimo de Adenip (Pineda al revés). Fijan la redacción en la fonda Victoria de la plaza de Alfonso XII. Pineda o Adenip publica numerosos artículos de los que destacan por su interés «El puente», sobre el Guadalete, por esos años en obras que nunca acababan; se hace eco del proyecto de un nuevo teatro para Villamartín, el futuro ALVATRO; del ferrocarril Villamartín-Utrera y del otro, el de Jerez a la Sierra; del posible cierre del balneario de los Conejos y de los problemas por los que pasa el gremio de aguadores, entre otros.

 

A la izquierda el concejal Manuel Jiménez Maza revisando información municipal, junto al funcionario municipal José Pineda. 1928. Fot. Ramón de la Rosa Romero. Villamartín. Imágenes de un Siglo II.

 

Facilitados por Fernando Romero, he podido tener acceso a unos 20 artículos publicados por La Unión y firmados por Pineda, son aportaciones que recogen las vicisitudes de Villamartín desde 1923 hasta 1929. Destaco el dedicado al nombramiento de su paisano, el gran aficionado a la fotografía Ramón de la Rosa Romero como corresponsal gráfico de La Unión a partir de 1928. Precisamente la fotografía que adjunto es de Ramón.

No he podido corroborar la participación de Pineda en la importante revista de feria de 1926, pero con bastante seguridad, como periodista que era, debió gestionar ante ediciones ODENA su publicación, elaborar algunos artículos, bien documentados para la época, como «Villamartín. Apuntes de su historia» o «Tipos populares de Villamartín: Antonio Márquez el Berraco».

 

Revistas de feria de 1930 y 1931 editadas por José Pineda. Col. Miguel Bernal Gómez.

 

Ese precedente de ediciones ODENA le lleva a ser el propio editor de dos revistas de feria de gran calidad, como son las de 1930 y 1931. Ambas, con el mismo título y estructura similar, nos permiten hacernos una idea del Villamartín de esa década. En la primera, compuesta de 16 páginas, nos introduce en el folleto con una editorial bien elaborada: «Quisiéramos tener inspiración para cantar las excelencias de este pueblo y la grandeza de su Feria». Ensalza la actuación del Ayuntamiento, presidido por Jerónimo de Troya Romero, el médico del paludismo de ideología conservadora, en la sección «Labor Municipal»; nos presenta una amplia muestra del comercio, industria y agricultura local en la sección publicitaria; y, finalmente, los cargos religiosos, civiles y principales profesionales en una breve guía.

Muy completa es la revistilla de 1931, aunque reduce las páginas a 12. No olvidemos que, para la fecha de edición, sobre septiembre, llevaba implantada la Segunda República apenas cinco meses. José introduce los notorios cambios políticos que se están produciendo también a nivel local; y a nivel personal hay un enfoque claramente afín a la República que refleja la editorial: «Del corazón mismo de este privilegiado pueblo, se han destacado, por expresa voluntad de este, un puñado de hombres, obreros en su mayoría y trabajadores todos, que sienten intensamente el ideal republicano y ostentando la plena representación popular, han venido a formar el primer Ayuntamiento de la República Española. Estos concejales actúan siguiendo las orientaciones de sus partidos […] ausentes de todo caciquismo, [y] resuelven siempre de la manera más conveniente a los intereses de la colectividad». No falta el «Elogio de la Feria» ni la «Guía breve de Villamartín», encabezada por el flamante Ayuntamiento presidido por el republicano-socialista Andrés Piña Pacheco; las «Variaciones introducidas en el nomenclátor de calles y paseos» y el consiguiente apartado publicitario.

 

Sabemos que casó con nuestra abuela Pepa Bernal en noviembre de 1926, él con 27 años y ella con unos 20; por entonces era corresponsal de La Unión de Sevilla y hasta salió su boda en ese periódico, un gran acontecimiento social (Enlacea esa crónica). Tuvieron dos hijas, mi tía Antonia (hacia 1927-28) y mi madre Bárbara (1931), conocida la primera como Antoñita Pineda y la segunda como Barbarita Bernal, gran costurera, por cierto. La familia vivía en la calle de La Encrucijada, que por entonces se llamaba Manuel Poley. Mi abuelo, por esos años, debía estar ya aquejado de la terrible enfermedad que acabó con su vida muy pronto. Parece ser que en más de una ocasión tuvo que dejar su principal trabajo como oficial de la Secretaría del Ayuntamiento. En un documento que conservamos, fechado el 7 de febrero de 1930, se dirige a la Comisión Municipal Permanente para exponerle «que encontrándose en estado delicado de salud que le imposibilita dedicarse a su habitual trabajo, y con el fin de atender al restablecimiento de la misma, suplica le sea concedido un mes de licencia». Seguramente no fue esta la única baja que pidió.

 

Llama la atención que tras las buenas revistas de feria de 1930 y 1931 no hubiera más. Pudo ser un fracaso económico como editor, la falta de apoyo del Ayuntamiento, ante la llegada del llamado Bienio Conservador, a un funcionario que se había mostrado más cercano a los políticos del Bienio Progresista o incluso la precaria economía municipal de esos años, más centrada en el socorro a los obreros. Un cuarto factor que pudo estar presente fue el agravamiento de la tuberculosis que padecía Pineda, que le llevó a una muy temprana jubilación. No hemos podido concretar la fecha de la misma, pero sabemos que en 1934 aún era funcionario dentro del grupo de administrativos, concretamente oficial segundo de Secretaría[1]. Y por Fernando Romero, en el libro comentado, que en julio-agosto de 1936 ya estaba jubilado, puesto que no aparecía en la circular que ordenó la destitución de casi medio centenar de empleados municipales vinculados al Frente Popular. Pero el nuevo Ayuntamiento no se olvidó de Pineda y hace una consulta al Gobierno Civil sobre cómo actuar «con el empleado municipal jubilado don José Pineda, por su actuación en el llamado Frente Popular». El gobernador es tajante al respecto: «Le manifiesto que, desde luego, puede esa Corporación acordar, con carácter definitivo, la pérdida de todos los derechos administrativos adquiridos por el citado individuo». Ante esta respuesta, la Corporación Municipal acordó «destituir al mencionado empleado jubilado con la pérdida de los derechos pasivo que en la actualidad disfrutaba[2]». Es decir, que lo dejaron sin la pensión vitalicia que le correspondía por incapacidad permanente para el servicio. Estos hechos pusieron fin a la brillante trayectoria profesional y cultural de un hombre emprendedor y tenaz, que como bien dijo José Bernal le hubiera sido muy útil al pueblo, de hecho, ya lo fue en esos veinte años que le dedicó a su querido Villamartín.

 

Su mala salud fue empeorando progresivamente a lo largo de los años 30, incapacitándolo progresivamente para el trabajo de administrativo en el Ayuntamiento y debiendo bajar el ritmo de trabajo extra que llevaba con las corresponsalías y las revistillas que editaba. Parece ser que políticamente se inclinó por los partidos de izquierdas y esto tuvo sus consecuencias después. Antes de la Guerra Civil ya estaba jubilado, por lo que no tuvo que ir al frente. Le concedió el Ayuntamiento de la República una paguita de jubilación que duró poco, su acercamiento en esos últimos años de su vida a los partidos políticos contrarios al nuevo régimen hizo que el Ayuntamiento que sustituyó al anterior le quitara esa pequeña pensión vitalicia en el otoño de 1936. Hasta su muerte aguantaron como pudieron con la ayuda de la familia. El fallecimiento, inevitablemente, llegó un 13 de junio de 1938, cuando todavía no había cumplido los 39 años. Su viuda, nuestra abuela Pepa Bernal, tuvo que abandonar la casa familiar e irse con sus padres que cuidaron de ella y de sus nietas Antoñita y Barbarita, nuestra tía y nuestra madre. Para borrar el rastro de la terrible y penosa enfermedad sufrida directamente por mi abuelo, pero indirectamente soportada por toda la familia, se sacaron los enseres de la casa y se quemaron; con el humo y las cenizas se fueron sus artículos, sus apuntes, sus libros, todos sus archivos, que de haberse conservado serían a día de hoy un gran legado histórico para los investigadores locales. Villamartín perdió a un hombre inteligente, íntegro y muy trabajador, que adoraba a su pequeña localidad serrana como bien quedó demostrado. La pensión vitalicia, que en derecho le correspondía a la viuda, nunca se reclamó.

 

Fuentes:

·Archivo Municipales de Villamartín (AMV). Libros de Actas Capitulares (AC) y Libros de Actas de la Comisión Gestora (ACG).

 

Bibliografía:

·Libro de Feria de 1992. Ayuntamiento de Villamartín.

·Medicina y Sanidad en Villamartín (1503-2003). Manuel Vidal Jiménez. Fundación Dr. Pascual. 2006.

·Periódico sevillano La Unión. Varios números entre 1923 y 1929.

·Periódico La Voz de Villamartín, números 1 al 12. Colección de Jesús Mozo Gutiérrez.

·República, Guerra Civil y Represión en Villamartín, 1931-1946. Fernando Romero Romero. Ayuntamiento de Villamartín. 2006.

·Revistas de Feria de 1926, 1930 y 1931. Ayuntamiento de Villamartín.

·Villamartín. Imágenes de un Siglo II. Coord. Pedro Sánchez Gil y Fernando Romero Romero. Ayuntamiento de Villamartín. 2002.

· Versión de esta entrada en PDF. Enlace.

© del texto, José Luis Romero Pineda y Pedro Sánchez Gil

© de las imágenes, lo mencionado en los pies de foto.

© de la publicación «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez / Ayuntamiento de Villamartín»



[1] AMV. AC 13-7-1934, 6°.

[2] AMV-0159. ACG 23-9-1936. Punto 5°.

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