martes, 16 de enero de 2018

Manuel Jiménez Sutil, párroco de Villamartín entre 1941-1966

D. MANUEL...UN HOMBRE BUENO
Artículo de Manuel Vidal Jiménez

(Al final de la entrada puedes encontrar enlaces a un álbum fotográfico sobre don Manuel y versión de esta entrada en PDF)

Febrero de 1941. Villamartín vivía momentos difíciles, aún estaban presentes las consecuencias de la guerra civil, había hambre y miseria y, por las circunstancias vividas en la década anterior, muchos de sus moradores se habían distanciado de la Iglesia. Y en esta tesitura, llegó a nuestra villa Manuel Jiménez Sutil, un hombre de mediana estatura, de frente despejada, delgado, con gafas redondas y un puro constantemente en la boca, que había nacido en Mairena del Alcor (Sevilla) el 2 de octubre de 1905 y realizado sus estudios eclesiásticos en el seminario de San Telmo de Sevilla y ordenado sacerdote el 2 de junio de 1928. Un sacerdote que pronto, por su bondad y sencillez, cautivó los corazones de los villamartinenses.

Pocos meses después de su llegada, recibí de sus manos la Primera Comunión y a partir de entonces me integré en el grupo de «aspirantes» de la Acción Católica, donde empezamos a forjar nuestra formación el grupo en el que figuraban Juan Luis Garrido, Nicolás Sánchez, Manolo Estrada, Aurelio Mozo, Antonio Mesa y otros muchos cuya relación sería interminable.

Como sacerdote, jamás negó a nadie nada y siempre se interesó por los problemas de sus feligreses sin consideraciones de clases sociales, sin miras ni distinciones de estamentos ni de ideas políticas, para los que siempre tuvo palabras de esperanza y consuelo; abrió las puertas del templo a todos y con su ejemplo, atrajo a muchos que hacía tiempo no iban a la iglesia. Sus homilías eran sencillas, pero siempre llenas de buenos consejos, porque daba por adelantado el que algún día nos reuniríamos de nuevo «allá en las mansiones eternas de la gloria».

En las escaleras de la ermita con los jóvenes villamartinenses
Y fue también un hombre de Dios que perdía pie con la Virgen de las Montañas. Muchos de los que lean estas líneas, evocarán con nostalgia el cariño con que rodeaba sus excursiones a la ermita rodeado de muchachos, la mayoría de las veces andando y alguna que otra vez en la camioneta de algún feligrés; y recordarán aquella voz chillona, pero llena de amor y sabios consejos y la sencillez con que nos hablaba en aquella recogida ermita, charlas que terminaban con el correspondiente baño en la alberca que lindaba con ella. A mi memoria viene también el día en que fui a pedirle que nos casara en la Ermita, lo que le llenó de gozo, porque en aquella época un acontecimiento de este tipo era en aquel lugar algo excepcional.

Como párroco, le correspondió un momento difícil para la Iglesia. Estaban aún presentes las consecuencias de la guerra, pero supo dejar su impronta bien marcada e impregnó a la Parroquia de savia nueva. Muchos recordarán los «círculos de estudio» en las Angustias, el esplendor con que celebraba la Misa Mayor los domingos con la actuación del coro parroquial; la reorganización de la Acción Católica en sus distintas ramas; el nacimiento de la Adoración Nocturna de hombres; la reorganizaron de las Conferencias de San Vicente; las Conferencias Cuaresmales con los Paúles, germen de la misión diocesana de 1965; el resurgir de las hermandades de la Borriquita y las Angustias y su interés en las vocaciones, en las que tuvo dignos sucesores en Antonio Mesa, Luis Delgado y el recordado Juan Candil.

Con José del Pino
La influencia que ejerció a través de su «emisora», las funciones de teatro dirigidas por doña Belén Bohórquez, los partidos de fútbol que organizaba con aquel equipo de la Juventud de Acción Católica (selección local integrada por jugadores del Guadalete CF, el CD Cazadores y el Estrella CF: Verdugo, Tarzán, Sarrión, Adolfo, Eulogio, Justo, Sánchez, Paco Bernal, Fermín, Martel, Mechero), que compitió el 18 de julio de 1954 con la Agrupación Sevillana, y por supuesto, los paseos al río que terminaban con un baño mientras él se carcajeaba con los remojones.

Y como hombre, era humilde, sencillo, bondadoso, entrañable, lleno de amor a los demás y como diría Antonio Mesa «un ángel que Dios envió para que con su presencia, la luz disipara muchas tinieblas y todos encontraran en él lo que no era posible encontrar en ninguna otra persona ni institución. Él cubrió esa necesidad que sienten los pueblos en situaciones difíciles, de agarrarse a alguien que al menos le mire, le escuche, le sonría, le salude, le quiera».

Me parece verlo atravesando las calles de nuestro pueblo, con su puro en la boca y su manteo ondeando al viento, rodeado de una chiquillería que gozosa besa sus manos; de jóvenes que le plantean nuevos proyectos que siempre le parecen bien; de mujeres que se acercan para saludarlo y consultarle algún problema y por qué no, también de hombres para regalarle el puro que le dieron en la última boda. De la Encrucijada a su casa, tardaba dos horas. Y a todos escuchaba. Nunca le vi enfadado, ni aun cuando su madre, doña Pepa, protestaba cuando los niños y jóvenes le invadíamos la casa, lo que me recordaba aquellas palabras de Jesús «dejad que los niños se acerquen a mí».

Recuerdos imborrables de una niñez en la que las cualidades excepcionales de aquel hombre, fueron influyendo e hicieron consolidar una formación integral en muchos jóvenes que después han intervenido de alguna forma en la vida pública de nuestro pueblo. Un hombre en definitiva, con un alma noble, sencilla, humilde y rebosante de amor y esperanza, cualidades que calaron muy hondo en el corazón de nuestro pueblo que le recuerda con nostalgia, porque fue amigo de todos y nos regaló día a día lo mejor que poseía, un amor que repartía a brazos llenos.

Con los jóvenes de Acción Católica
El Ayuntamiento, presidido por Tomas Barea Romero, en sesión plenaria celebrada el 15 de septiembre de 1964, cuando llevaba ya 24 años rigiendo los destinos de la Parroquia de Santa María de las Virtudes, le nombró Hijo Adoptivo de la Villa, «como modesto testimonio de gratitud del pueblo de Villamartín, por la gran labor sacerdotal y apostólica realizada». Siempre mantuvo buenas relaciones con los alcaldes con los que coincidió, a los que acompañó, junto a otras autoridades locales y provinciales, en infinidad de inauguraciones y otras actividades políticas.

Tras una larga enfermedad falleció el 29 de mayo de 1966. El entierro fue una demostración masiva del amor que le profesó el pueblo de Villamartín. El Ayuntamiento declaró dos días de luto, durante los cuales los funcionarios públicos que usaran uniforme llevaron brazalete negro y los demás funcionarios corbata negra, y para que el vecindario asistiera al entierro se declaró inhábil la jornada de la tarde de dicho día, se prohibieron los espectáculos públicos, altavoces, televisores, y toda clase de ruidos o música que no fuera sacra y el pleno de la Corporación Municipal, asistió al sepelio.

Bendiciendo nuevas instalaciones en el ayuntamiento
A las exequias asistió el obispo auxiliar de Sevilla y vicario de Jerez, monseñor Cirarda y al finalizar la misa, una multitud acompañó sus restos mortales al cementerio. El 17 de junio de 1983, sus restos mortales fueron trasladados a su Mairena natal, donde reposan en la ermita del Cristo de la Cárcel. Una calle en la villamartinense barriada de la Loma, lo recuerda. Y es que don Manuel fue, en definitiva, un sacerdote ejemplar, un párroco que impregnó a la Iglesia de Villamartín de una savia nueva y sobre todo un hombre bueno, sencillo, humilde y lleno de bondad. En palabras de Antonio Mesa, «un hombre de Dios, enviado por Dios, para llevar hombres a Dios».
 
Autoridades civiles y eclesiástica con la Guardia Civil. El comandante Juan Casillas, el alcalde Adolfo Blanco, el párroco Manuel Jiménez Sutil y el juez Donato Gago.
Don Manuel, junto a don Pedro García, con su alumnado de la Academia de las Montañas, con corbata José A. Casy.

Artículo basado en la siguiente bibliografía:
-Vidal Jiménez, M. Semblanza de un hombre bueno…don Manuel. Villamartín Información, Año V, nº 105, 2000:8.
-Vidal Jiménez, M. Semblanza de don Manuel. Libro de Feria 2005.
-Vidal Jiménez, M. Don Manuel…un hombre bueno. Villamartín. Imágenes de un siglo III.

Otra bibliografía relacionada con este sacerdote:
-Jiménez Sutil, M. Lo que hace la fe. Libro de Feria 1957.
-Mesa Jarén, A. Don Manuel. Hijos Ilustres. 1999.
-Bernal Cisuela, J. Necrológica. Libro de Feria 1966.
-Chacón Cózar, J. Don Manuel al hilo del recuerdo. Libro de Feria 1985.
-Bernal Cisuela, J. La emisora de don Manuel. Libro de Feria 1993.
-Letheo. Semblanza. Libro de Feria 1996.

© del texto, Manuel Vidal Jiménez
© de las imágenes: Imágenes de un siglo, Hijos ilustres, Manuel Vidal, Aurelio Mozo, Elisa Blanco...
© de la presente publicación, «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez»

Álbum fotográfico sobre don Manuel Jiménez Sutil
Como complemente al presente artículo puedes visualizar un completo álbum fotográfico (35 imágenes) sobre este sacerdote y párroco con sus correspondientes pies de foto en este «enlace».
· Comentarios a las fotos basados en la información obtenida en los libros de Imágenes de un Siglo, Hijos Ilustres de Villamartín y Libros de Feria.
· Mi agradecimiento a Manuel Vidal por sus aportaciones y a Manuel Alpresa por la identificación de personas, así como a los que cedieron sus originales: Juan Vidal, Aurelio Mozo, Pepe Pino, Diego Holgado, Cristóbal Vázquez, Elisa Blanco, Manuel Vidal.

También puedes descargar esta entrada con el álbum incorporado en PDF. Enlace

© de la publicación «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez»

1 comentario:

  1. Comentario sobre la estancia de don Manuel Jiménez Sutil en Guadalcanal (Sevilla)
    Antes de su llegada a Villamartín en 1941, posiblemente, lo que más marcó a don Manuel en el ejercicio del sacerdocio fue su paso por Guadalcanal (Sevilla). Allí llegó en junio de 1932 como coadjutor del párroco Pedro Carballo Corrales y allí seguía de coadjutor cuando se produjo el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Por lo tanto, vivió los convulsos años de la II República y las protestas obreras ante las penurias que sufrían los jornaleros en un pueblo dominado por los terratenientes. Tras el golpe de Estado, son asesinados el alcalde republicano y otros ciudadanos de izquierdas por fuerzas cercanas a los golpistas. Al hacerse las izquierdas con el poder en esos primeros días, asesinan a unas 32 personas de derechas, siendo una de las primeras el párroco don Pedro, natural de Ubrique, por lo que Jiménez Sutil pasa a ocupar el cargo de párroco. Como tal, y una vez tomado Guadalcanal por las fuerzas franquistas (19 de agosto), le escribe en varias ocasiones al cardenal de Sevilla contando lo sucedido. Sobre cómo fue tratado personalmente, en una de sus cartas asegura: «Estuve detenido unas cuantas horas y he permanecido recluido en casa hasta que llegaron las fuerzas [franquistas]». Otro de los detenidos que coincidió con don Manuel durante esas horas de reclusión quedó por escrito: «Se encontraba con nosotros el sacerdote coadjutor del pueblo, D. Manuel Jiménez Sutil y le dijeron que si se quitaba la sotana lo dejarían salir. Él no quería, pero yo le insistí en que se la quitara que ya volvería a ponérsela y le dejé mi chaqueta para que pudiera salir, […] y así salvó su vida y más tarde pudo seguir ejerciendo su ministerio». Una vez ocupado Guadalcanal por los golpistas y ya más tarde, acabada la guerra, tuvo que vivir la tremenda represión sobre los izquierdistas (unos 70 fusilados) como párroco titular hasta el 31 de diciembre de 1939 que se produce su traslado a otra localidad. (Fuente Asociación Cultural BENALIXA de Guadalcanal).

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