Una delicia de artículo
extraído de El Noticiero de la Sierra
el que traemos hoy. La visión de un cronista-viajero, que en la primavera de
1916 sale en una diligencia de Prado del Rey (Cádiz) con destino a Sevilla:
«Temprano, muy tempranito subimos en el auto. Trepidaba con vertiginosa
rapidez. Las curvas de la carretera, parecían líneas onduladas, que pudiera
decir algún geómetra». A su llegada a Villamartín, realizó la siguiente
descripción de nuestra localidad, un canto al pueblo y a sus hermosas mujeres.
También una llamada al penoso estado de sus comunicaciones y al del carruaje.
Es una nítida imagen de situación del Villamartín de hace un siglo. Transcribo
la parte del artículo dedicada a Villamartín al que Pedro Sánchez le ha añadido
algunas imágenes de sus archivos de esa época. La crónica está firmada por R.R.,
posiblemente el director del periódico Ángel Romero Ruescas.
Juan
Jesús Portillo Ramos
«Llegamos a Villamartín, a la
hermosa villa; a la productiva y rica capital de la Sierra. ¡Oh, Villamartín!
Es una población llamada a resplandecer, a surgir de su postración, a florecer
como la fragante violeta, a ocupar el sitio que le corresponde por su
categoría, por sus industrias, por su comercio, por su agricultura; en fin,
Villamartín, saldrá del ostracismo en que hoy se encuentra sin saber por qué.
»Visitamos algunas calles y
aunque vimos circular ganado cabrío por sus aceras, en contra de las leyes de
policía urbana y de higiene, tiene su compensación por el bonito mercado de abastos,
limpio e higiénico; magnífico ayuntamiento; amplia y elegante plaza
constitucional y valiosos edificios.
»Y la joya de inapreciable
valor, es, las buenas mujeres que allí se crían: bonitas, simpáticas, de senos
grandes y ambarinos y de un aire marcial, coquetón y subyugante…
»La empresa de carruajes para
Las Cabezas de San Juan nos proporciona un vehículo que ha dado más zumo que el
limón metido en prensa. El carruaje era capaz para cuatro personas, fuimos
seis… ¡qué le importan las incomodidades nuestras a ella!...
»Los asientos sucios y rotos;
las lonas servirían para cribas ¡cinco pesetas el asiento!
»Las aguas del Guadalete
sonreían dulcemente por las piedras, ocultándose por las ruinas del puente. Un
extranjero que viera más de dos años ha, un puente como el de Villamartín
hundido, sin poder tener comunicación ni comercio, ni desarrollar sus
industrias con perjuicio notable de los intereses generales de esta sierra,
pondría el grito en el cielo y calificaría a nuestros gobernantes de malos
administradores y a los pueblos que tan pacífica y resignadamente padecen en el
mutismo, las consecuencias que consigo lleva dicho mal, les dirían que eran
pueblos sufridores e inconscientes…
»Haciendo un paréntesis en esta
crónica, rogamos a Sr. Jefe de Obras Públicas de la provincia nos diga que hace
o ha hecho con las cantidades libradas para su reparación. El tiempo cruza
veloz, las obras no comienzan y de día en día, el resto del puente se desmorona
e irroga grandes perjuicios a esta comarca.
»Un joven, de trato afectuoso y
cortés, don J.R.T., que en unión de tres Sras. y una Srta. acompañaban al
cronista, iba cabizbajo, pensativo, lanzando de vez en cuando suspiros
profundos, suspiros nacidos en lo recóndito del alma… lo miramos con
insistencia, como queriendo penetrar en el secreto de su abatimiento, hicimos
algunas preguntas y dedujimos su causa. ¡El amor! Dejaba a una Dulcinea blanca
como una paloma y hermosa como una flor… Ese volcán opaco y recóndito que
enciende las almas de la primavera del querer, había momentos antes producido
un desequilibrio fisiológico en su organismo sensible…
»Dirigía su mirada al pueblo,
al campanario, al cielo, a la ubérrima vegetación, como poniendo por testigo el
cumplimiento y juramento de su amor… ¡Qué feliz serán esas dos almas el día que
el manto del matrimonio cubra sus cabezas!
»Tales reflexiones hacía el
cronista cuando fueron interrumpidas por una sonora risotada de las femeniles
viajeras. ¡La latita de miel! Una latita de miel que conducía una Sra. de
fisonomía fresca y sonrosada, se había derramado en el pavimento del coche; por
sus hendiduras cayó al suelo, no sin antes haber bañado las suelas de los
zapatos que a la vez que se endurecía hacía presión en el piso del coche,
pudiendo decir “quedamos presas de pies en él...”»
Acaba su crónica R.R.
quejándose del coche que le trae de regreso («peor que el primero») y con
palabras de alago, entiendo que dirigidas a Prado del Rey: «Tras largas horas
salimos con dirección a esta villa diminuta, pero blanca como el jazmín;
arrogante como una azucena y pacífica como la soledad».
©del texto, Juan Jesús Portillo
Ramos y el Noticiero de la Sierra.
©de las imágenes, lo señalado
en cada una de ellas.
©de la publicación,
«Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez».
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