jueves, 2 de agosto de 2018

Rosario Morilla Peña, matancera


Nombre: Rosario Morilla Peña.
Fecha de nacimiento: 8 de octubre de 1907.
Fecha de fallecimiento: 1995.
Padres: Manuel y María de los Dolores.
Estado civil: Casada con José Sánchez Barrera. Enviudó en 1976.
Hijos: Cristóbal, Dolores, Catalina y Rosario
Lugar de nacimiento: Villamartín.
Profesión: Matancera y todo el trabajo del hogar.
Domicilio que tuvo en Villamartín: Calle Matadero.

(Fot. José Carretero).



En nuestro recorrido por el «femenino singular» villamartinense, buscando a esas mujeres casi únicas que dejaron su huella en el siglo XX, todas marcadas por la impronta clásica profesional del «sus labores» pero que a la hora de la verdad desenvolvían, además de la casa, los hijos, las compras… verdaderas profesiones sin horario, sin sueldo reglamentado, sin cotizaciones…, encontramos a una matancera: Rosario Morilla Peña. Para rehacer su microbiografía he recurrido a su hija Rosario Sánchez Morilla y a pasajes de un artículo costumbrista de José Bernal Cisuela publicado en el Libro de Feria de 1993. Rosario se deshace en elogios hacia su madre a la que cuidó hasta su fallecimiento. Destaca su fortaleza física, «siempre sana, siempre trabajando desde el amanecer hasta el anochecer, sacando a su cuatro hijos adelante, haciendo de matancera donde la llamaban o yendo a por agua al grifo que se instaló en la calle Fuentezuela para lavar la ropa de su hijo Cristóbal, futbolista. Vida muy dura la que tuvieron mi padre  José Sánchez, primero aguaó y después arriero, y mi madre. (Pedro Sánchez).

Huellas del trabajo y los años
(José Bernal Cisuela)

«Costumbre inveterada era engordar un cochino o dos, casi con las sobras y un poco más, en muchas casas, bien para consumo propio los dos o para vender uno de ellos, ya que su carne, tocino y todos sus derivados constituían el «pan nuestro de cada día» durante la mayor parte del año.
»Dice el refrán «por san Andrés, mata tu res», siendo diciembre y enero los meses apropiados para llevar a cabo la matanza, hecho que constituía un acontecimiento familiar y a veces vecinal, ya que reunía a muchas personas para transformar y embutir el cerdo sacrificado. Pero un cerdo no lo mataba cualquiera, eran personas especializadas en el degüello, pela y descuartizamiento, entrando a continuación las matanceras a cuyas manos quedaba el picado de la carne y las tareas de preparar los chicharrones, morcillas, chorizos, salchichones y un largo etcétera. Estas mujeres ejecutaban un auténtico oficio artesanal, destacando muchas de ellas por la calidad final de los embutidos que pasaban por sus manos, a la vez que enseñaban a generaciones más jóvenes, oficio que se va perdiendo al desaparecer las matanzas familiares.

»No eran muchos ni los matarifes ni las matanceras y el oficio artesanal se pierde por momentos, quedando una mínima representación [recordemos que este artículo fue publicado en 1993] en la que se encuentran Juan A. Gallardo Lozano y Juan Pérez Serrano entre los matarifes y una mujer con muchos años [Rosario Morilla Peña, 86 años en 1993], distinguida en todas las labores de la matanza. Ella salaba el tocino como nadie, picaba, sazonaba dando el punto justo a los embutidos; tanta era la calidad que conseguía, que cuando se comían por personas ajenas a la casa, decían «este chorizo o este salchichón lo ha hecho Rosario Morilla», y en efecto, todo lo que salía del cerdo sacrificado le daba un sello especial, sobresaliendo su producción entre la de los demás.

»Todavía a Rosario no le estorban los años, realiza las faenas de su casa, ayuda a sus hijos y si hay una matanza esporádica echa una mano, se encuentra ágil y «nerviosa» como siempre; surcada por infinidad de arrugas la piel de su cara; dedos largos y manos sarmentosas curtidas por el trabajo y el paso de los años; venas a flor de piel surcándole los brazos, fielmente captadas por la cámara de Pepe Carretero que nos ha aunado en el retrato de Rosario, los símbolos del trabajo duro y la vejez; la mirada triste y lejana, llevándole el pensamiento a una larga tira de años atrás, a cuando «era una mocita»  —como dice ella— y se iniciaba en el trabajo en la tienda de Juan Holgado en la calle Carreteros.

»En estos recuerdos la memoria de Rosario permanece fiel, orgullosa de las prácticas artesana aprendidas y perfeccionadas que le dieron fama y trabajo; y no olvida las veces que le llevaron a sus hijos al tajo para darles de mamar.
Manos sarmentosas, pliegues en el rostro, mirada triste, presentan a la mujer ligera que fuera dirigente, activa, nerviosa, hacendosa, de piel tersa y suave, con manos cuajadas de largos dedos sutiles y hábiles, y los recuerdos de tantos años como se fueron, evocando tranquilamente nostalgia, acontecimientos y hechos imborrables de una laboriosa vida dedicada al trabajo, a su marido —fallecido bastantes años atrás—, a sus hijos y ahora a sus nietos».
(Rosario con su hijo Cristóbal Sánchez Morilla)


José Sánchez Barrera, aguaó y arriero

José Sánchez Barrera, marido de Rosario, nacido en el lejano 1906 en Puerto Serrano, fue uno de los aguaores de Villamartín que iban a llenar los cántaros a las fuentes públicas del pueblo hasta que se trajo  «el agua corriente» allá por 1950. A partir de entonces, José, como muchos otros, tuvo que adecuar los serones de sus burros, dejar en un rincón los cántaros, más boquinos que nunca, y reconvertirse en arriero para seguir viviendo unos años más de sus bestias.


Fueron años duros acudiendo a las graveras para cargar arena  hasta las obras y después de vuelta con los ripios hasta las improvisadas escombreras, siempre animando a los burros, que para eso arriero proviene del verbo «arrear», es decir estimular a las bestias para que echen a andar, para que sigan caminando o para que aviven el paso. Pero José y sus animales se hacían mayores, llegaba la mecanización, imposible competir con ella. Murió relativamente joven, en 1976 con solo 70 años, respetado por sus compañeros de profesión y albañiles a los que suministraba los áridos para la mezcla. Curiosamente, a lo largo de su vida fue perdiendo el apellido «Sánchez» y era más conocido por José Morilla, quizá porque trabajó con otros Morilla, también aguaores, quizá por la gran influencia del apellido de su mujer.




En la magnífica fotografía de José Jiménez, Blancanieves, vemos a José junto a su sobrino Emilio Sánchez Silva y un niño al fondo de la imagen. A su cargo seis nobles asnos aguantando estoicos la pose para el fotógrafo, cargados los serones de arena hasta arriba. Parece que vienen del río y van para el pueblo. La moto actúa como elemento discordante en una imagen tan rural de la década de 1960 ya avanzada. (Pedro Sánchez Gil).

Bibliografía. Libro de Feria de Villamartín. Huellas del trabajo y los años, 1993.

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© del texto, José Bernal Cisuela y Pedro Sánchez Gil.
© de las imágenes José Carretero, José Jiménez y colección de Rosario Sánchez Morilla, según lo mencionado en el texto.
© de la publicación «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez».

1 comentario:

  1. Incorporo algunos comentarios recibidos sobre Rosario Morilla:

    - María Del Carmen Gallardo Silva. Conocí mucho a esta mujer, con un valor excepcional; iba todos los años a mi casa, mejor dicho a la finca que mis padres tenían e Tierras Nuevas a hacer la matanza. Allí se quedaba con nosotros varios días, lo que duraba la matanza de varios cerdos. Y la recuerdo que en más de una ocasión que fallaba el matarife, ella mujer de estatura pequeña, la vi coger el cuchillo y proceder al sacrificado los cerdos. De carácter afable, cariñosa, trabajadora, una gran mujer "La Morilla", me alegra que sea reconocida, porque fue una mujer muy adelantada para su tiempo. Su chacina llevaba el sello de calidad, en una época donde los medios eran escasos, la producción de su matanzas nunca se estropeaban. Mujer de apariencia física débil pero de gran fortaleza interior.

    - Silvia Sánchez Holgado. Conocí a esta mujer. Siempre la vi vestida de negro, siempre trabajando y bastante liada. La recuerdo porque de pequeña bajaba todos los días a ver a mi abuela Rosalía al rancho Clemente. Su casa estaba en la calle los Muertos, bueno antes le decían así porque por ahí bajaba la comitiva hacia el cementerio. Ahora es Matadero.

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