sábado, 16 de diciembre de 2023

Excmo. Sr. caballero laureado don Pedro Garrido Romero (1848-1898)

Por Antonio Mesa Jarén, Pbro.

Caballero laureado don Pedro Garrido Romero. En su guerrera no hay espacio para el resto de las condecoraciones que poseía. Fue declarado en dos ocasiones «BENEMÉRITO DE LA PATRIA», recibido como un héroe por la reina María Cristina. La foto está dedicada al Ayuntamiento de Villamartín con motivo del homenaje que el pueblo le rindió en julio de 1896. (La foto se encuentra en la secretaría del Ayuntamiento.)

En los días en que la guerra de Cuba, clave de la política y de la vida española en la segunda mitad del siglo XIX, amenazaba con convertirse en un problema sin solución, nace en Villamartín un niño, hijo de D. Pedro Garrido, de ejercicio labrador, y de Dña. Francisca Romero, a quien pusieron por nombre Pedro José María Francisco de la Santísima Trinidad. Había venido al mundo el día de los Santos del año 1848, y lo bautizaron a los cuatro días de nacer. El matrimonio vivía en la calle San Francisco, entre la Encrucijada y el final. Por allí correteó y jugó rodeado de otros niños de su edad, en cuyo círculo impuso desde pequeño sus gustos y preferencias: él era el que mandaba en la pandilla mientras los demás obedecían; él hablaba, los demás lo escuchaban; él ordenaba, sus amigos acataban y ejecutaban sus disposiciones. Había nacido para imponer el «ordeno y mando» (1).

Durante los años de la infancia y juventud de Pedro Garrido las conversaciones y tertulias más comunes y frecuentes entre los vecinos y paisanos siempre desembocaban obstinadamente en el mismo asunto: la Guerra de Cuba, un asunto que parecía no tener solución. La prensa patriotera de aquellos años exaltaba las cualidades del soldado español que había aplastado fácilmente los intentos separatistas habidos hasta entonces en la isla.

Y estas noticias y comentarios que a Pedro gustaba de escuchar, fueron calando en el espíritu de aquel chiquillo avispado e inquieto. En más de una ocasión, siendo ya mayorcito, dijo a sus padres −según me contaba su sobrina Concha−: «Yo quiero ir a Cuba a luchar». Pero ellos procuraban disuadirlo y quitarle de la cabeza semejante atrevimiento porque, además, era menor de edad.

Pero en 1868, en extraña coincidencia con la revolución que puso fin al reinado de Isabel II, comenzó en Cuba la verdadera lucha −las anteriores no fueron sino algaradas− que había de desangrar a España. Carlos Manuel de Céspedes había dado el grito de «¡Cuba libre!», iniciando la que vendría a llamarse Guerra de los Diez Años que finalizaría con el Pacto de Zajón (1878). Pedro Garrido contaba con veinte años y saltaba por los aires indignado por las noticias que de allí llegaban a través de la exigua prensa de la época y, sobre todo, por los comentarios que formulaban varios soldados de Villamartín que luchaban en Cuba.

Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, padre de la Patria de Cuba, mayor general del Ejército Libertador Cubano, líder de la Guerra Grande y diseñador de la bandera de Yara.(Texto e imagen de Wikipedia).

El 8 de noviembre de 1869, cuando no hacía más de una semana que Pedro había cumplido los veintiún años, ingresó en el batallón de voluntarios de Cádiz donde practicó alguna instrucción. Y el 19 del mismo mes embarcó a bordo del vapor San Francisco de Borja rumbo a La Habana. No aguantaba más.

Al cabo de veinte días, el 10 de diciembre, el buque tocaba puerto. Unos días más de entrenamiento y a la lucha. Los nuevos contingentes de tropas que continuamente salían hacia Las Antillas, apenas llegar, entraban en combate. Y eso fue lo que le sucedió a nuestro joven y valeroso soldado, que de inmediato salió camino de Sancti-Spiritus para participar en las refriegas, que serían permanentes hasta desembocar en auténticas batallas, en las que Pedro Garrido demostraría su aguerrido valor, su astucia y su natural sentido de la estrategia militar.

La hoja de servicio de este invicto guerrero que, de simple soldado voluntario, llegó a ser jefe de la célebres Escuadras de Santa Catalina del Guaso, dos veces Benemérito de la Patria y que ostentó en su pecho la Cruz Laureada de San Fernando, es extremadamente larga y minuciosa (2)

A grandes rasgos y hojeando su trayectoria militar, observarnos que estuvo presente desde que pisó tierra cubana en las más arriesgadas operaciones militares. Por ejemplo, no había aún prestado juramento de fidelidad a la bandera y a la Constitución, y ya se vio envuelto en permanentes refriegas en su recorrido por las Lomas de Sierra Morena y los Montes de Voladera.

Según las normas castrenses, en 1871 presta fidelidad a la bandera, y marcha de inmediato a Cienfuegos, formando parte de una columna volante que tenía reiterados encuentros con el enemigo. Eran permanentes guerras de guerrillas a los órdenes de los distintos mandos que luchaban en los más diversos lugares de la isla.

Todo aquel esfuerzo inútil se hubiese ahorrado si los extremistas partidarios del independentista Carlos Manuel de Céspedes y los terribles intransigentes peninsulares que dominaban en La Habana y coaccionaban a los capitanes generales, hubieran prestado atención al general Domingo Dulce, que venía autorizado para llegar a un arreglo con Céspedes. Pero la sinrazón de unos y otros hizo que la guerra continuase, y nuestro soldado siguiera de batalla en batalla y de refriega en refriega.

En febrero de 1873, en la revista pasada a las tropas, ascendió a cabo segundo. Con una graduación tan insignificante sale con su jefe para tomar parte en la reñida operación de La Bermeja y en otras. Y en julio, invade con sus mandos y compañeros nada menos que el territorio de Yateras, plagado por las tropas de Maceo: méritos de guerra que le valieron el ascenso a cabo primero.

Antonio Maceo y Grajales (San Luis, Santiago de Cuba, 14 de junio de 1845 - San Pedro, La Habana, 7 de diciembre de 1896) fue un militar y político cubano, mayor general y lugarteniente general del Ejército Libertador, apodado «El Titán de Bronce» y uno de los líderes mambises. Luchó por la independencia de Cuba en la guerra de los Diez Años y, tras varios años exiliado fuera de la isla, en la Guerra de Independencia de 1895, cayendo en combate durante su desarrollo (Wikipedia, texto y fotografía).

Así fueron transcurriendo los días hasta la llegada del verano de 1876 cuando pasó a engrosar las filas de las célebres escuadras de Santa Catalina del Guaso: unas columnas de vanguardia y ataque frontal compuestas por los más aguerridos y valerosos soldados. Ese mismo año ascendería a sargento segundo por sus excelentes operaciones de campaña.

Nuevos enfrentamientos con Maceo, tras una marcha de catorce horas ininterrumpidas, y contra otros guerrilleros independentistas, le ocuparían todo el tiempo, hasta alcanzar el grado de alférez, en marzo de 1877. Su intrepidez y arrojo consiguen que sea propuesto para el grado de teniente de milicias; proposición que es aprobada por el Capitán General de la isla el 2 de febrero de 1878. Fue entonces cuando con inusitada bravura se lanzó a la captura del insurrecto teniente coronel Luis María Ortiz.

Las innatas actitudes que Pedro Garrido demostró para realizar operaciones militares sirvieron para que en 1878 la Junta de Jefes lo admitiera como profesional en el ejército. Sus constantes méritos en los campos de batallas lo hacen merecedor de tal decisión, tras obtener la aprobación del tribunal, prestando en lo sucesivo sus servicios en el Arma de Infantería con la graduación de alférez, y siendo destinado, nuevamente −en marzo de 1879− a las escuadras reorganizadas, además de serle encomendado por unanimidad de votos el cargo de habilitado principal del Cuerpo; pero ello no fue obstáculo para continuar en los distintos frentes de batalla.

Por entonces se vivía un cierto cansancio por el sacrificio que estaba costando tan larga guerra, en vista de lo cual el Gobierno de España envió a Cuba al general Martínez Campos, que llegó a conseguir la negociación de una paz, firmándose el acuerdo en Zajón el 12 de febrero de 1878. Pero al año y medio Maceo iniciaba la que se llamó en la metrópoli «la Guerra Chiquita», que duró hasta 1880, seguida de una paz efímera. Garrido participó en la citada guerra, y sus extraordinarios y distinguidos servicios de campaña fueron recompensados el 16 de octubre de 1880 con el ascenso a teniente.
Durante los años de aparente tranquilidad externa, Pedro Garrido obtuvo permiso para dar una vuelta por su pueblo y abrazar a sus padres y familiares. Se le ordenaba quedar en el ejército de la Península, pero él solicitó volver a Cuba. Concedida la petición, se incorpora de nuevo a las renombradas y ya citadas escuadras de Santa Catalina del Guaso. Pasó aquellos años de relativa y aparente tranquilidad prestando diversos servicios, hasta que el 17 de marzo de 1886 recibe la noticia de su ascenso al grado de capitán. A partir de entonces la actividad de Pedro Garrido decrece y su vida es un tanto monótona hasta el punto de solicitar el retiro.

La disimulada bonanza desembocó en 1895 en el estallido de una nueva guerra que superaría las anteriores en violencia y crueldad. José Martí había fundado el Partido Revolucionario Cubano que unió a todas las tendencias separatistas. Los más importantes cabecillas −los hermanos Antonio y José Maceo, Máximo Gómez y el mismo Martí− conocedores del terreno y enriquecidos con la experiencia de los anteriores intentos, estaban concentrados en la isla, y el 24 de febrero de aquel año, José Martí dio la orden de alzamiento.

Nos imaginamos a Pedro Garrido enfurecido e indignado ante los nuevos acontecimientos toda vez que, a pesar de su retiro, saltó al campo de batalla, si cabe, con mayor intrepidez y arrojo que al comienzo de su vida militar. Efectivamente, en marzo de ese mismo año de 1895 −por citar algunos casos relevantes− en Yateras, con un oficial, diez voluntarios y siete paisanos armados batió y dispersó a las fuerzas de Periquito Pérez, y en abril, con un contingente similar de soldados, consiguió otro tanto en el territorio de Dos-Brazos, dispersando del mismo modo a Antonio Maceo y dando muerte a Flor Crombert, al tiempo que ocupaba sus armas, municiones y su bandera.

Más tarde, cuando Maceo logró unirse a las fuerzas de Periquito Pérez, amenazando seriamente con sus batidas las fortificaciones y acuartelamientos de Guantánamo, una columna al mando del teniente coronel Boch salió para cortarles la marcha e impedir la entrada en la ciudad. En Jobito se trabó la contienda, perdiendo la vida dicho militar y viéndose la columna envuelta por los dos militares independentistas y sus tropas respectivas. Mientras Maceo se vanagloriaba del triunfo, Pedro Garrido, al frente de tan sólo ochenta soldados, cargó con tal denuedo contra el poderoso ejército enemigo, formado por una agrupación de cinco mil hombres, que sembró el pánico entre ellos, logrando que se retiraran en el mayor desorden. Garrido volvió increíblemente victorioso y con el cuerpo, que él pudo rescatar, del teniente coronel Boch, muerto en la contienda. Su valerosísima acción de guerra fue recompensada nada menos que con la Laureada de San Fernando.

A partir de entonces, la notoria actividad del Caballero Laureado don Pedro Garrido no conoció límites, venciendo una y otra vez a cuantos encontraba en el camino: en Mont Líbano, Sao Indio, Tontina, Ramón de las Yaguas, La Perla y en tantos otros frentes luchaba con la victoria garantizada debido a su valor y estrategia. Desarmó las tropas de Antonio Maceo apoderándose de sus banderas; rechazó, batió y persiguió a su hermano José Maceo; frenó mil veces las fuerzas de Periquito Pérez; asaltó los campamentos del Brigadier Gil, de Juan de León, de Bejarano y otros cabecillas de la insurrección cubana, etc.

No había jefe ni soldado que lo aventajara. Fue todo un héroe que puso su valor al servicio de su patria, tratando de impedir por todos los medios la independencia de Cuba, hasta el punto de que, hallándose en situación de retiro, solicitó nuevamente la incorporación en el ejército corno soldado activo. La reina regente, Dña. María Cristina de Habsburgo-Lorena, le concedió la petición por Real Orden de 6 de junio de 1895, agregándose de nuevo al batallón de las escuadras de Santa Catalina del Guaso, en Guantánamo.

La Orden de vuelta al servicio, firmada por el entonces ministro de la Guerra, don Manuel Azcárraga, era una confirmación y prueba del irrefutable prestigio que gozaba nuestro paisano. Dice así:
Excmo. Sr: En vista de los distinguidos servicios prestados por el capitán graduado, primer teniente de Infantería, retirado, D. Pedro Garrido Romero, cooperando voluntariamente y desinteresadamente á la persecución de los insurrectos, y contribuyendo con su valor, pericia y conocimiento del terreno al buen éxito de las operaciones que dieron por resultado batir las partidas enemigas y la muerte del cabecilla Flor Crombert; teniendo además en cuenta los buenos servicios de este oficial en la pasada insurrección (..) la Reina Regente del Reino, en nombre de su Augusto Hijo el Rey (q.D.g.) (..) ha tenido á bien disponer que sea dado este oficial nuevamente de alta en el Ejército, con destino al de operaciones en esa Isla, deduciéndole en la antigüedad de su grado y empleo el tiempo que ha permanecido retirado.
De Real Orden, etc. Madrid 6 de Junio de 1895.
Manuel de Azcárraga. Señor Capitán General de la Isla de Cuba. Señor Ordenador de pagos de Guerra.

El 30 de agosto del mismo año ascendía al empleo de comandante de Infantería. Pero aquel ritmo de lucha era irresistible y agotador para el más fuerte soldado, y Pedro Garrido enfermó, viéndose obligado a solicitar un permiso que sus superiores no dudaron en conceder aún a costa de prescindir por unos meses de uno de sus más cualificados jefes. Regresó a la península para descansar donde mejor podía hacerlo: en su casa de Villamartín. Previamente, al llegar a la Península, la reina regente, Dña. María Cristina, lo recibió en audiencia particular, colmándolo de elogios y favores.

Al llegar a su pueblo, una multitud lo recibió como si de un héroe mítico se tratara. Inmediatamente, los vecinos solicitaron al Ayuntamiento rotular la calle San Francisco, donde nació y vivió de niño el ilustre militar, con el nombre de «PEDRO GARRIDO ROMERO». Encargaron al canónigo don Juan María Álvarez Troya −secretario del Arzobispado de Sevilla y Dignidad de Maestrescuela de la Catedral Hispalense− la redacción del escrito que él encabezó con la frase que figura en la introducción de este libro. Centenares de firmas fueron estampadas en los pliegos que avalaban la solicitud. El Ayuntamiento, con tal motivo, celebró una sesión pública extraordinaria el 31 de julio de 1897, a la cual concurrieron el alcalde, don Alejo Gutiérrez García-Perujo, y los concejales, don Manuel Ruiz Naranjo, don Rafael Gil Pérez, don Francisco Jarava Trujillo, don Mateo Manzano Miranda, don Nicomedes Pérez Lobo, don Francisco Mendoza Romero, don Antonio Doblas Roncero, don Ildefonso Gil y don Juan Magariño Valle. El acta de dicho pleno dice:

En Villamartín á treinta y uno de Julio de mil ochocientos noventa y siete, se reunieron previa convocatoria en el Salón de Sesiones de esta Casa Consistorial los señores concejales que al margen se expresan presididos por el Sr. Alcalde don Alejo Gutiérrez García Perujo y ante mí el Secretario de la Corporación municipal, se celebró la sesión pública extraordinaria cuyo tener es como sigue.
Por mí, el Secretario, de orden del Presidente se dió lectura á las solicitudes que copiadas literalmente dicen así:
«Sór. Alcalde Constitucional de esta villa= Los que tienen la honra de suscribir, hijos y vecinos de esta villa, con cédula personal, a V.S. con respeto y consideración debida exponen: Que encontrándose en la Península con licencia por enfermo el heroico Comandante D. Pedro Garrido Romero, hijo de este pueblo, el cual ha luchado valerosa y voluntariamente en los campos de Cuba en defensa del honor y la integridad de la Patria, y entendiendo los que suscriben que los pueblos se dignifican y ennoblecen perpetuando los nombres de sus hijos ilustres, para que sean admirados de propios y extraños, y sirvan al pueblo que los vió nacer de ejecutoria de nobleza y valimiento, y de estímulo nobilísimo á venideras generaciones; acuden a V. S. y esperan confiadamente que por la ilustre Corporación que tan dignamente preside, se acuerde en sesión solemne enviar un mensaje de felicitación al Comandante don Pedro Garrido Romero, declarándolo hijo predilecto de esta villa, y rotular con el nombre del héroe la calle Veracruz (San Francisco) en que nació.= Nada es lo que pedimos para el invicto guerrillero que de simple voluntario es hoy el primer Jefe de las Escuadras de Santa Catalina del Guaso, es tres veces benemérito de la Patria y ostenta en su pecho la cruz laureada de San Fernando, la más alta recompensa á que puede aspirar un héroe.= El Gobierno ha premiado sus hechos y hasta S.M. la Reina, para quién no pasan desapercibidos los sacrificios de nuestro ilustre paisano, se ha complacido con recibirlo en particular audiencia, colmándole de elogios y distinciones.= No hay un solo pueblo en toda España que no se haya apresurado á premiar y perpetuar las hazañas de sus hijos apenas se han distinguido en esta guerra, y como nosotros no hemos de ser menos: Suplicamos a S.S. que por el Ayuntamiento de su digna presidencia se acceda a lo que solicitamos, enalteciéndonos así ante los ojos de la Patria agradecida que de otro modo nos tacharía de injustos, olvidadizos é ingratos. En justicia que piden y esperan de la rectitud de V. S. cuya vida guarde Dios muchos años.= Villamartín diez y ocho de Julio de mil novecientos noventa y siete». (Sigue un sinfín de firmas que avalan la solicitud.)

A continuación, el acta recoge una misiva de hijos de Villamartín residentes en Sevilla, que desean asociarse a la petición anterior. Dice:

Sevilla 22 de Julio de 1897= Sr. Alcalde del Ayuntamiento de Villamartín= Distinguido señor nuestro: En el número de "El Porvenir" del día 21 del mes corriente, hemos visto y leído la sentida exposición que nuestros estimados paisanos elevan á S.S. en solicitud de que ese Ayuntamiento que dignamente preside, acuerde enviar un mensaje de felicitación al invicto comandante D. Pedro Garrido Romero, declarándolo hijo predilecto de nuestro pueblo y rotular con su nombre la calle Veracruz donde nació= Nosotros, aunque alejados por accidentes de la suerte de esa tierra amadísima en que nacimos, estamos en espíritu entre vosotros, sentimos como nuestras las alegrías de nuestros hermanos, estimamos con orgullo como nuestra, la gloria conquistada por los que, como el ilustre salvador de Simancas en Jovito, conquistador de la Piedra, la Pimienta y Monte-verde, el que hizo sucumbir a Flor-Crombert, venció á los Maceo haciendo huir á cuantos cabecillas penetraron en el extremo Oriente de Cuba, ha nacido bajo el cielo en que nacimos, ha elevado las primeras oraciones ante al altar en que arrullados por los besos de nuestras madres benditas elevamos la primera plegaria y en el mismo Jordán hemos recibido el agua sagrada del Bautismo= Nosotros hacemos nuestra la expresión de muchos paisanos y rogamos a S.S. que interpretando nuestros sentimientos ante la ilustrada corporación que preside, se haga desde la vida satisfacción que sentimos al ver unidos en un mismo y noble pensamiento a los que por comunidad de ideas, por comunidad de afectos y aspiraciones, deben vivir en esa fraternal armonía que informa al Cristianismo y es la base del progreso y la prosperidad de los pueblos.− Reciba S.S. el testimonio de afecto y la consideración más distinguida de sus affmos. y S.S.S.S.q. b.b. 1. m. (A continuación, estampan su firma otro número considerable de personas, y que encabezan el vicario general y provisor del Arzobispado de Sevilla, Jerónimo Álvarez Troya, el secretario del mismo y redactor del escrito, Juan María Álvarez Troya, y siguen José Poley y Poley, el presbítero Antonio Miranda, Juan Íñigo Romero, Salvador Pavón y otros muchos.)

Y prosigue el acta de la sesión extraordinaria:

S.Sᵃ expuso seguidamente que ha tenido verdadera satisfacción en convocar al cabildo para ocuparse en él del asunto que inspiran las transcritas instancias, autorizadas con las firmas de numerosos vecinos de esta localidad á cuya solicitud se asocian los que, hijos también de Villamartín, son honra de su pueblo en la ciudad de Sevilla, donde residen, guardando con sus compatriotas sentidísimas relaciones de cordial afecto.
En la ingrata campaña de Cuba cuya anormalidad tan la se comprende con el denodado esfuerzo y el ardor impetuoso de nuestros valientes soldados, allí donde al instinto feroz del hijo espureo de la patria y al mortífero clima se une la táctica de cobardes y rastreras emboscadas en las que el enemigo esconde el pecho a la lucha noble y generosa con nuestro bizarro ejército, agobiado de privaciones, combatido por temibles enfermedades, alerta siempre contra el plomo que acecha sus descuidos tras espesas maniguas , en esa guerra surge un soldado para orgullo de este pueblo español, que junta al valor indomable el conocimiento del país y la pericia militar necesarias para contrarrestar las activas mañas de los insurrectos. Pronto se le ve al frente de las escuadras y guerrillas de voluntarios de Santa Catalina del Guaso, inaugurando los brillantes hechos de armas que causan el terror de los insurrectos y la admiración de sus Jefes y en Jovito, la Piedra, la Pimienta y Monte-verde adquiere laureles inmarcesibles por los que la patria agradecida le concede su vuelta al servicio activo del que estaba retirado en clase de Teniente y le asciende a Comandante, adornándole su pecho con siete cruces, entre ellas las más honrosas que puede ostentar un militar español, la Laureada de San Fernando.

Incansable el heroico comandante Garrido no ha cesado en largo tiempo de ser el perseguidor más terrible de esos cobardes partidas insurrectas; pero rendido a la fatiga del cuerpo, aunque no la del espíritu, hoy vuelve a la patria querida a reponer su gastada salud par regresar pronto con nuevos bríos a ocupar su puesto de honor en la manigua. En esta circunstancia debe ser un motivo de gloria para su pueblo natal, honrar al invito caudillo, de manera que al demostrarse los nobles y patriótico sentimientos de los hijos de Villamartín, se premie también al héroe con una brillante recompensa, la que sin duda alguna le resultará más grata a su corazón de patriota, con la distinción de sus paisanos perpetuando la memoria del bravo guerrillero y dando su nombre a la calle Veracruz en donde nació, para que de él tomen ejemplo todos sus conciudadanos en la defensa de la honra nacional.

Abierta la discusión acerca de la propuesta de S.S. se deliberó y abundando todos los Señores concurrentes en lo expuesto por la presidencia, en su virtud y por unanimidad adoptaron los acuerdos siguientes:
1ᵒ Declarar hijo predilecto de este su pueblo natal al Comandante del Ejercito don Pedro Garrido Romero.
2ᵒ Dar el nombre de Pedro Garrido a la calle Veracruz donde nació aquel, y
3ᵒ Que se remita al interesado certificación literal de esta sesión felicitándole por sus brillantes servicios en el Ejército de Cuba.
Con lo que se dio por terminada esta sesión levantándose la presente a sus efectos.
Aprobada, la firman los señores concejales de que certifico.

La calle San Francisco −Veracruz− estuvo dedicada al laureado militar hasta los años sesenta que, como en tantas ocasiones, olvidando la historia de los hijos más destacados del pueblo, en un alarde de ignorancia cambiaron su nombre por el de los hermanos Mozo que, por cierto, pronto sería de nuevo sustituido. De aquella fecha −1897− data la fotografía que Pedro Garrido dedicó al Ayuntamiento como muestra de agradecimiento; conservándose aún −menos mal− en el despacho de la secretaría general.

Cuando de nuevo regresó a Cuba, en septiembre del mismo año, se encontró la situación en mayor estado de gravedad que cuando la dejó para disfrutar del permiso citado; sin embargo, el pueblo español, encandilado por las victorias de Valeriano Weyler, esperaba el triunfo definitivo.

Valeriano Weyler y Nicolau (Palma de Mallorca, 1838 - Madrid, 1930) fue un militar y político español. Nombrado capitán general de Cuba en febrero de 1896 por Cánovas del Castillo, sustituyó al general Martínez-Campos, con órdenes de zanjar los intentos independentistas. (Texto e imagen tomadas de Wikipedia).

En noviembre de aquel año de 1897 se incorpora otra vez a las escuadras de Sta. Catalina, en Guantánamo, haciéndose cargo del mando del tercio de Las Cruzadas, número 1. Era impensable que aquel muchacho que marchó de Villamartín como soldado voluntario, alcanzase un día la máxima distinción a que puede aspirar un soldado.

Los años, el desgaste de aquella febril actividad guerrera y la enfermedad acabaron con la vida de aquel héroe, falleciendo el 9 de febrero de 1898, cuando esperaba ascender a teniente coronel. Fue enterrado con todos los honores en el panteón de soldados ilustres en Guantánamo. A los pocos meses −julio de 1898− Cuba dejaba de pertenecer a España. La suerte, si podemos llamarla así, impidió que nuestro soldado hubiera conocido su única derrota. Panteón de Pedro Garrido en Cuba. Blog Pía Andalucía.

La hoja de servicio no puede ser más brillante. He aquí las condecoraciones y distinciones logradas:
- 1870 BENEMÉRITO DE LA PATRIA por los triunfos obtenidos contra los rebeldes de Cuba.
- 1871 CRUZ ROJA DEL MÉRITO MILITAR por los servicios prestados en la campaña de Cuba.
- 1872 CRUZ ROJA DEL MÉRITO MILITAR por los servicios prestados en las Cinco Villas.
- 1873 CRUZ ROJA DEL MÉRITO MILITAR por servicios de campaña.
- 1876 BENEMÉRITO DE LA PATRIA, teniendo derecho a usar MEDALLA CONMEMORATIVA por la campaña de Cuba con el Distintivo Rojo y Ocho Pasadores.
- 1895 CRUZ LAUREADA DE SAN FERNANDO por la acción de Jobao.
- 1895 CABALLERO PLACA DE 1ᵃ CLASE DE LA ORDEN MILITAR DE MARIA CRISTINA por la acción de Guayabel contra la partida de Periquito Pérez.
- 1897 CABALLERO DE LA ORDEN MILITAR DE MARÍA CRISTINA DE 2ᵃ CLASE por las acciones de guerra en los combates de Tocabo Adentro y Boca de Sta. Catalina (agosto).
- 1897 CABALLERO CRUZ DE LA ORDEN MILITAR DE 2ᵃ CLASE por las acciones en Sta. Catalina y Lomacanoa (octubre).
- 1897. CABALLERO DE LA ORDEN MILITAR DE 2ᵃ CLASE por la toma del campamento de San Fernando.
- 1897. CABALLERO CRUZ DEL MÉRITO MILITAR DE 2ᵃ CLASE por los combates llevados a cabo en Vuelta Corta y Maca Abajo.
-1898. CABALLERO PLACA DE 2ᵃ CLASE DE LA ORDEN MILITAR DE MARIA CRISTINA −a título póstumo− (3).

Notas
(1). Así me lo refería una sobrina suya a quien tuve la suerte de conocer en 1953, cuando ya era muy anciana. Vivía en Sevilla en la calle Miguel de Mañara y se llamaba Concepción Garrido.
(2). La enumeración de todas las batallas donde Pedro Garrido estuvo presente resultaría a estas alturas aburrida y de poco interés para el lector. Me limito, pues, a extraer de la Hoja de Servicio las más interesantes. Quién desee conocer con minuciosidad la mayoría de las acciones bélicas donde se vio envuelto Garrido, acceda al Libro de Feria de 1998 y consulte el trabajo de don Manuel Pérez Regordán titulado «Villamartín en la Guerra de Cuba: Pedro Garrido». O bien, solicite al Archivo Histórico Militar de Segovia su hoja de servicio.
(3). Hoja de servicio de don Pedro Garrido, de donde hemos extraído cuanto en esta biografía queda dicho. Archivo Histórico Militar de Segovia.


Bibliografía:
· Mesa Jarén, Antonio. «Excmo. Sr. caballero laureado don Pedro Garrido Romero (1848-1898)». Hijos Ilustres y personas relevantes en la historia de la villa de Villamartín. Ayuntamiento de Villamartín. 1999.
· Actas capitulares. Ayuntamiento de Villamartín.
· Pérez Regordán, M. «Villamartín en la Guerra de Cuba. Pedro Garrido Romero 1848-1898». Libro de Feria. Ayuntamiento de Villamartín. 1898.
· Wikipedia.

© del texto, Antonio Mesa Jarén.
© de las imágenes, lo señalado en los pies de foto.
© de la publicación impresa, Ayuntamiento de Villamartín.
© de la publicación on line, «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez».
Foto de Pedro Garrido, tomada el 5 de septiembre de 1897 en Sevilla, en el estudio Castillo. En la dedicatoria se puede leer «A la Ilustre Corporación Municipal de Villamartín, mi pueblo natal, en reciprocidad a las demostraciones de distinción de que fui objeto». Tiene su firma. Estuvo en el despacho de secretaría, ingresando después en el Archivo Municipal de Villamartín.

domingo, 26 de noviembre de 2023

Excmo. Sr. General de División Don Luis Ximénez-Pajarero y Velasco (1857-1922)

 

Por Antonio Mesa Jarén

 


General de división don Luis Ximénez-
Pajarero y Velasco, Medalla Militar Individual, dos veces Benemérito de la Patria, Hijo Predilecto de Villamartín. Durante su mandato, los soldados villamartinenses gozaban de permiso indefinido, sine die. (Archivo fotográfico de D. Eduardo González de la Peña.)

 

Las Cortes de Cádiz habían suprimido −1811− la regla de que los oficiales del Ejército debían ser de sangre noble. Sin embargo, a esta condición o categoría seguirían perteneciendo por algún tiempo una buena parte de los militares españoles. Tal es el caso de don Luis Ximénez-Pajarero: un señor que ostentaba uno de los apellido más rancios y distinguidos de Villamartín, hoy extinguido (1).

Había nacido el 26 de noviembre de 1857, dos días antes que Alfonso XII. Era hijo de Antonio Ximénez-Pajarero Ferreras y Ana Velasco García.

Durante su adolescencia y juventud, se sucedían los gobiernos en nuestro país unos tras otros, circunstancias que no favorecía ni la convivencia ni la paz, desembocando en un movimiento revolucionario que destronó a Isabel II (septiembre de 1868), el que siguió −en medio de una las mayores efervescencias de las actividades obreras que dio origen al nacimiento en España de una auténtica conciencia proletaria− las Cortes Constituyentes del 11 de febrero de 1869, la nueva Constitución −con buena carga de romanticismo agonizante−; la monarquía de Amadeo I; la I República; el movimiento cantonalista y el golpe de Pavía, entre otros. Unos años de permanentes sobresaltos.

Todos estos acontecimientos, cuajados de continuas inquietudes, fueron sembrando en el alma de aquel chiquillo un deseo de contribuir a la pacificación y orden del país, inclinando su vocación hacía la vida militar como el medio que estimaba más adecuado a tal fin.

Cuando aún le faltaban seis días para cumplir los diecisiete años, ingresó en la Academia de Infantería el 20 de noviembre de 1874, un mes antes del pronunciamiento militar que restauraría la monarquía de los Borbones, iniciando así sus estudios como alumno cadete.

En septiembre de 1875, el año que Alfonso XII había llegado a España para ser coronado, Ximénez-Pajarero, con tan sólo diecinueve años de edad, sale de la Academia con la graduación de alférez para incorporarse al Regimiento de Infantería del Príncipe, en Lérida.

El 5 de enero de 1876, en plena guerra carlista (la tercera), comienza a prestar servicios a las órdenes del general restauracionista Martínez Campos, a quien acompañaría durante una parte de su vida militar. De inmediato entra en campaña contra las bandas del ejército de Don Carlos de Borbón por las líneas avanzadas de Sangüesa, Pamplona y cercanías, logrando la liberación de Mugas-Vera y dispersando a las fuerzas carlistas, a las que personalmente arrebató varios cañones y pertrechos de guerra, mientras huían a Francia. Cuando más tarde se reorganiza el Ejército de ocupación de las provincias Vascongadas y Navarra, es destinado a la brigada con sede en Durango. Tenía veintiún años y ya lucía en su pecho la Medalla de Alfonso XII con los pasadores de Peña-Plata y Vera.

A los pocos meses de finalizar la tercera guerra carlista −28 de febrero de 1876− Ximénez-Pajarero es ascendido a teniente (8 de mayo de 1876) por los méritos adquiridos en el combate de Elcano. Y el 3 de julio es declarado nada menos que Benemérito de la Patria.

Al poco tiempo pasa al Batallón de Ronda con el que prestará servicios en Melilla, Málaga, Granada, Algeciras, Cádiz y otros acuartelamientos. Más tarde, según disposiciones ministeriales y ordenanzas militares, probaría varios destinos en las distintas regiones del país hasta 1818 que es nombrado instructor del Ejército en la guarnición de Madrid.

Y por fin le llegó el ascenso a Capitán −junio de 1891−. Es el momento de contraer matrimonio: el 9 de julio del referido año casa con la señorita María de las Nieves Miranda Domínguez, natural de Alcalá de los Gazules.

 


Y continúa su recorrido por los diversos regimientos que la disciplina le ordena, hasta el 9 de octubre de 1893 en que los sucesos ocurridos en Melilla le obligan a embarcarse en el vapor mercante El Rabat rumbo a dicha ciudad. Los rifeños habían atacado el fuerte de Sidi-Aguariach y, poco después, el gobernador de la plaza de Melilla era muerto por los moros cuando salía del fuerte de Cabrerizas. Martínez Campos fue enviado para que restableciera el orden. Ximénez-Pajarero, que años atrás había estado a las órdenes de este general en la guerra carlista, fue encargado en un principio de enseñar a los soldados el uso de los nuevos armamentos. Después tuvo que colocarse en las vanguardias de las acciones que las tropas llevaban a cabo para salvaguardar el tránsito de los convoyes: acciones todas ellas arriesgadas. Los fuertes de Cabrerizas Bajas, Camellos, Cabrerizas Altas, Rostrogordo y otros eran vigilados y desde los que lanzaban fuego contra el enemigo.

 


Restablecido el orden de momento, regresó a Madrid el 10 de marzo de 1894. Allí es felicitado en nombre de la Reina Regente por su valor, abnegación y disciplina durante las operaciones realizadas en África y, además, se le concede la Cruz de María Cristina de 1.ª Clase.

En 1888 había solicitado incorporarse al Ejército de Cuba, pero, aunque concedida la petición en un principio, posteriormente no se llevó a efecto. Sin embargo, ahora, en 1895, estando en Cádiz, recibe la orden de marchar a Cuba y ponerse a disposición del Capitán General Arsenio Martínez Campos, su antiguo jefe (en la tercera guerra contra los carlistas), que había sido enviado a la Isla por el Gobierno de Cánovas, toda vez que había gozado de una inmensa popularidad no sólo entre los peninsulares, sino entre los mismos separatistas; pero ahora su prestigio se encontraba en decadencia al no haber cumplido el Gobierno los pactos de Zajón.

Ximénez-Pajarero llegó a La Habana el 16 de junio de 1895, cuando había estallado de nuevo la guerra, que sería más feroz y cruenta que la anterior. Martínez Campos lo nombró ayudante del general de brigada Ramón Echagüe; con él asistió a durísimos encuentros con Antonio Maceo y Quintín Banderas, logrando apoderarse del campamento de los insurrectos en Chaparra y luchando denodadamente en los frentes de Breñosa y Sabana Becerra, lo que le valió la Cruz de la Clase del Mérito Militar.

En 10 de enero de 1896 es ascendido al empleo de comandante, siguiendo de asistente del antes citado Brigadier. Más adelante se las vería con el terrible Máximo Gómez −un sargento dominicano formado en el ejército español, de cultura rudimentaria, pero de valor indomable y de redomada astucia, que puso al servicio de la causa cubana la táctica hispana de la guerrilla−. En Pozo Redondo le alcanzó y dispersó, lo mismo que a Maceó en Santa Lucía y otros, cerrándole el paso e impidiéndole entrar en la provincia de La Habana.

Pero la política conservadora de Cánovas favoreció al partido ultraconservador cubano Unión Constitucional, contrario a Martínez Campos que alentaba al liberal. Ello supuso la sustitución de éste por el enérgico Valeriano Weyler, que tomó posesión de la Capitanía General el 10 de febrero de 1896. Y tras Martínez Campos salió también Luis Ximénez-Pajarero rumbo a la península, llegando a Cádiz el 20 de marzo de 1896.

 


Pero el brigadier Ramón Echagüe parece que no se hallaba sin él. Volvió a llamarle y allá se vio obligado a regresar de nuevo. El 2 de agosto desembarcó en La Habana, y a los cuatro días otra vez a la lucha.

En octubre de 1896 se enfrentó nada menos que a un ejército de seis mil hombres que mandaba Antonio Maceo, a quien derrotó en Guayabitos. Prosigue en distintos frentes apoderándose de fuertes, de campamentos y replegando a los insurrectos. En medio de tanto fuego es herido Echagüe y conducido a La Habana, acompañado de Ximénez-Pajarero, su inseparable ayudante.

Echagüe no pudo continuar en la Isla y don Luis regresó definitivamente a España, a donde llegó el 20 de diciembre de 1896. En Cádiz fijó su residencia, siendo nombrado Ayudante de Campo de Echagüe que había ascendido a General de División. Ramón Echagüe y Méndez Vigo, conde de Serrallo (1852-1917). Christian_Franzen.

Había que recompensar su valor, sus victorias castrenses contra los insurrectos en Molina (La Habana) y su fidelidad al referido general. Efectivamente, por real Orden del 16 de febrero de 1897 se le concede la Cruz de Primera Clase del Mérito Militar con distintivo rojo (2); por otro despacho Real de 2 de marzo del mismo año, la Cruz de Segunda Clase del Mérito Militar, también con distintivo rojo, y por otra más Real Orden de 1 de septiembre, una nueva Cruz del Mérito Militar. El año 1897 terminaría en Badajoz acompañando a Echagüe.

En 1898 sería destinado a Madrid, donde se le recompensó de nuevo con la Cruz de la Real y Militar Orden San Hermenegildo (3). En los primeros días de 1899, otra distinción, esta vez se le concede el derecho a usar Medalla Conmemorativa de la campaña de Cuba. Y siguen premiándolo: en mayo de 1903 por Real Orden se hace constar que tiene derecho al uso de la Medalla de la jura de Don Alfonso XIII, y a otra de la Regencia de Dña. María Cristina.

En 1905 visitaba España el presidente de la República francesa. Con tal motivo se le cuelga en su pecho, atiborrado ya de medallas y condecoraciones, nada más y nada menos que la Cruz de Oficial de la Legión de Honor de dicha república. Una muestra más de la valía de este militar y de la estimación que gozaba en los altos estamentos de la nación.

En el año 1906 −el 31 de mayo− Alfonso XIII contrae matrimonio con Victoria Eugenia de Battenberg. Los regios contrayentes sufren un atentado cometido en la calle Mayor cuando regresaban de la Iglesia de los Jerónimos, donde se habían desposado. El autor −un discípulo de la Escuela Moderna que creó en Barcelona Francisco Ferrer− se llamaba Mateo Morral. Por tal motivo, Ximénez-Pajarero, que había intervenido para restablecer el orden y la tranquilidad, y habiendo sido considerado el hecho como de guerra, le fue concedida una Mención Honorífica por una Real Orden.

El 3 de noviembre del mismo año asciende a teniente coronel. Pero ya no puede continuar al lado de su querido General Echagüe: ha de hacerse cargo del Batallón de Cazadores de Barbastro, haciéndolo el 3 de enero de 1907. Y otra Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. ¿Disponía de lugar en su guerrera para ostentar tantas distinciones?

Su labor en dicho batallón fue admirable: se preocupó al máximo de cada oficial y de cada soldado, instruyéndolos, procurando se hallaran siempre contentos y bien alimentados. Su cuartel fue modelo en todos los aspectos, siendo el que acompañaba a los reyes en sus desplazamientos cercanos. Por tal motivo se tuvo que hacer cargo de la Comandancia Militar en los Reales Sitios de San Ildefonso, cerca de Segovia. El Consejo de Ministros de 30 de diciembre de 1908 le obsequia, como regalo de Navidad, con la Medalla de Plata del Primer Centenario de los Sitios de Zaragoza.

Pronto se ve obligado a abandonar Madrid: las Kábilas fronteriza a Melilla se habían revelado causando bajas entre los obreros españoles que trabajaban en la instalación del ferrocarril minero de la Cía. Norteafricana, y ha de salir para reforzar la guarnición de aquella plaza, a donde llegó el 23 de julio de 1909, el mismo día que los moros habían derrotado al general Marina. Ximénez-Pajarero se dedicó de momento a proteger por la mañana los convoyes, y de noche reforzar las posiciones de otras compañías. Pero el 27 ocurría el gran descalabro de "Barranco del Lobo", donde el número de bajas alcanzó la cifra impresionante de 1.248. No obstante, durante el tiempo de permanencia en Melilla contribuyó a las tornas de Taurit, Atlaten y otras. Los combates, sobre todo el sostenido en las lomas de Gurugú, le merecieron otro premio, en esta ocasión la Cruz de 2.ª Clase de María Cristina.

Aquellos méritos se le volvieron a reconocer y tenerlos en cuenta tan pronto regresó a Madrid el 3 de enero de 1910. Efectivamente, se extiende la Orden de nuevas recompensas, y el 19 se le imponen la Cruz de 2.ª Clase del Mérito Militar y una Mención Honorífica por las operaciones en Melilla.

Villamartín no podía quedar indiferente ante los constantes triunfos de aquel hijo suyo que era premiado una y otra vez por sus evidentes méritos castrenses. Y, aprovechando una vista que Luis hizo a Villamartín en el mes de marzo de 1910, el pueblo en masa salió a recibirle, testimoniándole su afecto y aplaudiéndole por su brillante carrera. Era lógico que así fuera, pues, aparte de sus plausibles méritos, siempre había manifestado evidente predilección por los soldados de Villamartín, dispensándoles un trato de favor que no podía disimular. No hubo un soldado en aquellos años, sobre todo los que prestaban el servicio militar en su jurisdicción, que no disfrutara de continuos permisos, máxime en las épocas de recolección que podían obtener algunos beneficios. Y aprovecharon aquella visita para demostrarle su gratitud (4).

El Ayuntamiento se sumó al homenaje espontáneo del pueblo y en la sesión pública del 28 de marzo de aquel año lo nombró Hijo Predilecto de Villamartín. El Pleno, presidido por el alcalde, a la sazón Bernardo de los Ríos Montero, en su punto segundo del día, decía así:

 


El Cuerpo Capitular, queriendo dar público testimonio de la alta estimación en que tiene al hijo ilustre de este pueblo el Teniente Coronel Don Luis Jiménez-Pajarero  y Velasco, a la vez que asociarse oficialmente al clamor de sincero entusiasmo y a la cariñosa acogida que el vecindario en masa lo ha dispensado en la visita que le dedica a su pueblo que le vio nacer, después de su denodada campaña en África al mando de tantas veces heroico Batallón Cazadores de Barbastro, acordó unánimemente nombrar a tan ilustre militar hijo predilecto de esta villa, disponiendo que del presente acuerdo se expida certificado que le entregará en prueba de la más señalada distinción una comisión del seno del Ayuntamiento.
(Acta capitular de 28 marzo 1910 segundo punto. Ayuntamiento de Villamartín).

El 28 de abril ascendía al grado de Coronel de Infantería y el 19 de Mayo se le concedía la Medalla de Plata de Melilla con los pasadores de Sidi Hamet, Gurugú, Taxdirt, Hidum Zoco el Had y Altaten; y el 10 de junio la Medalla de Oro con distintivo morado conmemorativa del primer centenario de los Sitios de Gerona.

Los siguientes años transcurrieron ocupando los más diversos cargos de responsabilidad dentro del Ejército. En 1911 se le nombra director del Colegio María Cristina para huérfanos de Infantería, estando a su frente hasta que en 1913 es destinado al mando del Regimiento Infantería del Rey n.° 1. Al finalizar el año recibe la Cruz de 3.ª clase del Mérito Militar con distintivo blanco por los distinguidos y meritorios servicios prestados durante el tiempo que estuvo al frente del Colegio de Huérfanos.

Su preparación en todos los órdenes era evidente, por lo que es nombrado en 1914 −año de la primera guerra mundial− vocal de la junta que ha de examinar y calificar los trabajos efectuados por los oficiales del ejército que aspiren a ingresar en la Escuela Superior de Guerra, al tiempo que por una Orden Real del 27 de agosto es promovido al empleo de General de Brigada.

Pero el año no podía finalizar sin otra condecoración, ya era de ritual: el 11 de noviembre colgaría sobre su pecho la Gran Cruz de San Hermenegildo.

La Navidad de aquel año −1914− la disfrutó en Madrid, en espera de nuevo destino que no llegaría hasta el 13 de julio de 1915, que, al mando de la 2.ª Brigada de Infantería, partió para Melilla. Por aquellas tierras anduvo todo el tiempo revisando las tropas e inspeccionando los servicios y depen­dencias de Kaddur, Izhafen y otras, así como las plazas de Peñón de Vélez, de la Gomera y de Alhucemas, y las guarniciones de Cabo de Agua y Chafarinas. Más tarde −el 28 de septiembre− al mando de la columna de Kaddur ocupó las posiciones de Tamsalet y Ben-Musa y revisó otras, así como a las fuerzas de Regulares indígenas, tropas de Intendencia, compañía de telégrafos y de la Compañía del Mar, pertenecientes todas ellas a la jurisdicción de Melilla. Y así continuaría durante todo el año 1916, consiguiendo las tomas de Zoco de Haraig, de Assel Y ras-Ben Dadda, Yframbuasa, Dar-Busada y Chevita, y otras.

Era norma común agradecer los servicios prestados con eficacia y disciplina, y éste, en tierras africanas, no podía quedar atrás: el 25 de enero de 1917 se le concedía la Gran Cruz roja del Mérito Militar por los servicios y acciones llevadas a cabo en el Protectorado de Marruecos desde 1915 hasta la fecha.

El año 1917 lo pasaría a las órdenes del General en Jefe del Ejército de España en África, debiendo hacerse cargo del mando de la zona de Tetuán, recompensándole otra vez: en esta ocasión sería la Medalla de Marruecos.


No estuvo demasiado tiempo en África, pues el 31 de julio de 1918 toma posesión del mando de la 2.ª Brigada de la 4.ª División en Málaga y de su Gobierno Militar. Y al final de año el correspondiente regalo de Navidad, como en otras ocasiones: la Gran Cruz de la Orden del Mérito Militar con distintivo rojo por los servicios que había prestado en Marruecos en las zonas de Melilla, Ceuta y Tetuán. Por fortuna, a semejanza de su paisano Pedro Garrido, la suerte le deparó no estar presente en los desastres de Melilla y Anual, que tendrían lugar años más tarde (julio de 1921), donde el Ejército de España perdería catorce mil hombres. (De LukGasz - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0).

 

El 11 de febrero de 1920 fue promovido al empleo de General de División con el mando de la XII División y Gobernador Militar de Bilbao. Y el 5 de enero de 1921 se le encarga la 4.ª División con sede en Granada y el Gobierno Militar de dicha plaza.

Cuando aún no había cumplido los cincuenta y cinco años de edad, falleció en Granada el día de su santo −21 de junio− del año 1922. Unos años más y hubiera llegado a la cumbre del generalato: a teniente general (5).

Un distinguidísimo militar, natural e Hijo Predilecto de Villamartín y Benemérito de la Patria que participó en la tercera guerra carlista, en la de Cuba, y en los distintos avatares ocurridos en África, obteniendo por tantos servicios prestados y méritos alcanzados veinticuatro condecoraciones, men­ciones honoríficas, medallas y cruces.

 

Notas

(1).- Lo conserva una familia en sexto u octavo lugar.

(2).- Esta condecoración, la más importante tras la Laureada de San Fernando, también la ostentó en su pecho mi tío Manuel Jarén Pavón.

(3). También la poseía Manolo Jarén.

(4).- Comentarios que escuché, siendo niño, a personas mayores que conocieron a don. Luis.

(5).- Nos referirnos a D Luis Huerta, Gentilhombre de Cámara y Jefe de la Casa Militar de Alfonso XIII, casado con Paz Topete, de Villamartín. Solía visitar el pueblo con muchísima frecuencia. En la casa de Jesús Mozo se conserva una fotografía de este militar.

 

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Bibliografía:

· Mesa Jarén, Antonio. «Excmo. Sr. General de División Don Luis Ximénez-Pajarero y Velasco (1857-1922)». Hijos Ilustres y personas relevantes en la historia de la villa de Villamartín. Ayuntamiento de Villamartín. 1999.

· Actas capitulares. Ayuntamiento de Villamartín.

 

© del texto, Antonio Mesa Jarén.

© de las imágenes, lo señalado en los pies de foto.

© de la publicación impresa, Ayuntamiento de Villamartín.

© de la publicación on line, «Villamartín.Cádiz Blog de Pedro Sánchez».